¿Qué tanto escuchas a tus hijos?

papá e hijo
Foto: Freepik

Existe una necesidad innegable de ser escuchados, la cual disimuladamente implora el deseo de sentirnos valorados y apreciados por otros.

Asimismo cuando alguien nos escucha, sentimos una sensación liberadora que aminora los problemas, pues el solo hecho de exteriorizar los sentimientos y desechar una buena carga de ansiedad, hace que las ideas tomen claridad.

De ahí la importancia de escuchar a los hijos, quienes se pueden comunicar por muchas vías, no solo por la palabra. Tal como explica Francisco Gras en su blog Escuela para Padres: “Los hijos continuamente están mandando mensajes de que quieren y necesitan ser escuchados, no sólo ser oídos. Mensajes que suelen ser enviados con el lenguaje corporal, con su comportamiento bueno o malo, utilizando a otros integrantes de la familia, etc. Piden continuamente un tiempo íntimo para poder preguntar, pues tienen demasiadas cosas para decir.”

Y agrega: “Los padres tienen que emplear las técnicas adecuadas para fomentar la escucha. A cualquier edad, los hijos tienen muchas cosas para decir y muy pocas personas adecuadas a quienes decírselas y que quieran escucharles. Los padres tienen que intentar que los hijos no busquen sustitutos inadecuados para que les escuchen. Tienen que estar en primera fila para cuando les necesiten, pero mucho mejor sería, que fuera antes de que los necesiten.”

De otro lado, no hay que menospreciar las dificultades de los pequeños, pues olvidamos que los problemas toman la magnitud de quien los vive, por eso los asuntos de los niños tienen un nivel de complejidad acorde a su edad. Hay que evitar comentarios como: “no vale la pena”, “esos no son problemas”, “problemas los de papá y mamá”.

Ahora bien, es importante dejar claro que desde estas primeras edades estamos abonando el terreno para una muy buena comunicación cuando ya sean pre o adolescentes.

18 Conceptos para escuchar bien a los hijos

Cuántas discusiones se podrían ahorrar si antes de regañar a los hijos y exaltarse ante sus errores, primero se les dedicara unos minutos a escucharlos a saber lo que sienten, lo que piensan, los que les atemoriza, lo que les alegra, lo que les preocupa, lo que les pasa…

Escuchar a los hijos es uno de los mejores actos que podemos hacer por su formación integral; para lograrlo Francisco Gras -autor citado anteriormente y colaborador de LaFamilia.info-, proporciona las siguientes pautas para hacer de la escucha una maravillosa herramienta educativa en el desarrollo de los hijos:

1. Comunicar a los hijos que los padres, a todas horas y bajo cualquier circunstancia, siempre quieren y están dispuestos a escucharles y de forma muy positiva, para que se produzca un verdadero intercambio de sentimientos y no de interrogatorios o monosílabos, que la mayoría de las veces quieren decir, “déjame en paz y cállate”.

2. Hacerles participes en los temas familiares, de las alegrías, penas, discusiones, objetivos, planes, presupuestos, situación económica, etc. Esto les acostumbrará a ir dando sus opiniones, a ser cada vez más abiertos a darlas, y a los padres a tener que escucharles por haberles preguntado.

3. Demostrarles confianza al pedirles su opinión, y si es conveniente delegarles responsabilidades y decisiones, procedentes de sus opiniones.

4. Contarles cómo nos sentimos ante determinadas situaciones, en las que ellos estén implicados o no, para que vean que no es difícil expresar los sentimientos, opiniones, alegrías, cansancios y dificultades y que se adquiere una gran paz interior, cuando se comparten las cosas a su debido tiempo, circunstancias y personas.

5. Hablarles de que todos queremos ser escuchados, pero sin tener que ser juzgados y sentenciados continuamente, por nuestros actos u opiniones. Si los hijos tienen bien claro, que les vamos a escuchar sin juzgar, seguramente estarán más dispuestos a hablar, que a quedarse callados. Los padres deben fomentar estas situaciones, para escucharles con mucha atención. Es muy bueno empezar desde pequeños, con temas a su alcance mental, para crear costumbre.

6. Ponerles más atención cuando hay algún problema grave, que pueda ser por un mal comportamiento de los hijos, por un problema de los padres o de la familia en conjunto. Hay que escucharles muy atentamente, lo que quieren decir y cómo lo quieren decir.

7. No retrasarse en preguntar lo que haya que preguntar, aunque no quiera escuchar lo que supuestamente va a escuchar. Es preferible ser un padre que escucha, aunque duela, a ser un padre que ignora.

8. Exija escuchar las explicaciones que los hijos deban darle, quieran o no quieran, les guste o no les guste hacerlo. La autoridad paternal en materia familiar, moral y social, no debe ser disminuida, excluida, anulada ni abolida bajo ningún concepto y mucho menos, en función de lo que los padres tienen y deben escuchar.

9. Escuchen los cónyuges a los hijos, por separado o unidos, con la misma línea de amor y de exigencia hacia ellos, principalmente en las normas transcendentales de obligado cumplimiento personal, familiar, moral y social.

10. Escuchen bien a los hijos, pero tengan mucho cuidado, si les tienden la trampa de “divide y vencerás” o si ya conocen los puntos flacos de cada uno de los cónyuges, y siempre se dirigen hacia el más débil, para conseguir lo que con el otro cónyuge, no conseguirían. Si fuera necesario, escuchen como hacen los policías, haciendo uno de bueno y otro de malo, pero siempre unidos, por el bien de los hijos.

11. No tengan miedo de escuchar a sus hijos lo que tengan que decirles, pues como padres, tienen que estar a las duras y a las maduras. No hay nada entre padres e hijos, que con buena voluntad no pueda solucionarse. Las causas de los miedos y sus efectos devastadores, suelen ser productos de las dudas, justificadas o no. Pero los miedos la mayoría de las veces desaparecen, cuando se saben los verdaderos motivos que los han causado.

12. Dialogar con el lenguaje del silencio, suele ser muy efectivo. Muchas veces es necesario escuchar, sin hablar, ni una sola palabra, dejando paso a que los hijos se expliquen o desahoguen, sin interrumpirles en lo más mínimo. No se preocupen si los hijos empiezan con un monólogo, poco a poco irán abriéndose cada vez más, al pedir ellos mismos respuestas a sus preguntas.

13. Tengan en cuenta que las palabras dichas de más, enredan las que se han dicho justas, y las dichas de menos, confunden con lo que falta por decir.

14. Olvídense del orgullo equivocado, que no sirve nada más, que para crear o mantener enconos, pues los oídos de los padres, se han hecho para entender con amor y son la puerta de los grandes abrazos.

15. Tienen que aprender a perder un poco para ganar un mucho, aunque nada más oiga medias respuestas.

16. El secreto de saber escuchar bien, sirve para saber hablar bien.

17. Por muy amargo que sea el tener que escuchar, la clase de veneno que han elegido para suicidarse, poco a poco o muy deprisa, siempre se les podrá dar soluciones u opciones, para salir de los infiernos que producen determinadas adicciones.

18. Si el tema que escuchan requiere una respuesta inmediata, y si esta es muy grave o difícil, no duden en pedir un aplazamiento para estudiarla, consultarla y armarla antes de decirla. Si la dicen con precipitación, a lo peor ya no tiene remedio y se convierten en “esclavos de sus palabras y no, en dueños de sus silencios”.

Por LaFamilia.info


 

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