Todo ser humano merece ser tratado con cortesía, respeto y dignidad, con independencia de las características personales, de las circunstancias de su vida. Precisamente por eso, porque todos somos humanos. El trato que se merece cada uno es el que merecen los demás, todos.
La cultura del servicio y de la atención al cliente, ha logrado introducir en las relaciones humanas del trabajo diversos comportamientos que facilitan no sólo el éxito profesional, sino que ayudan a crear un clima agradable y cordial. La pregunta que surge es, ¿esos modales son una táctica laboral o proceden de convicciones interiorizadas? Esa es la clave, convertir una conducta formal en valores sólidos que se viven en todo momento.
El buen trato presenta manifestaciones concretas. Exige cordialidad y rechaza los gestos o posturas desagradables, trata a todos por igual sin hacer miramiento de distintos tipos de personas. No insinúa nada que no pueda sostener abiertamente, es directo al hablar sin usar las indirectas o el sarcasmo. Los modales bruscos, la mala cara, y la mirada hiriente son contrarios al trato que nos debemos unos a otros. Las buenas maneras incluyen el cuidado de los pequeños detalles de educación, especialmente con lo que conviven con uno, es manifestación de que el cariño no se da por supuesto, que se debe expresar en el día a día. Las discusiones son un momento propicio para mostrar que se poseen los valores de la cordialidad y el respeto.
El trato que le damos a los demás no puede depender del estado de ánimo en que se encuentre uno, pues de lo contrario los demás deberían soportar el mal genio de los demás. No ser especialmente simpático no significa ser antipático. En todas estas cuestiones entra a jugar un papel importante el autodominio.
Podría ocurrir que existe mayor solicitud por personas lejanas a nosotros que por aquellos que están a nuestro alrededor, que nos esmeremos más en los buenos modales con personas con las que no se espera volver a coincidir que con los miembros de la familia o personas cercanas en el trabajo.
A veces alguien puede decir que otra persona es causante del mal humor o de la agresividad con la que actúa. Situar la causa de los problemas propios en los demás es un mecanismo de defensa más o menos consciente, que refleja una mentalidad reactiva. La persona proactiva, en cambio, sabe que la causa de lo que es y hace, está en uno mismo, aunque la ocasión sea el comportamiento de otra persona o una circunstancia ajena. Aquí se cumple aquello de que «en el modo de ver un problema radica el problema». En cualquier caso, la solución para superar un obstáculo o mejorar una relación está en uno mismo.
El buen trato que cada persona merece, más que un derecho exigible -que lo es-, es una necesidad para la convivencia humana, que debe ser objeto de un proceso educativo en la familia y en educación formal. Y se debe dar este trato amable y respetuoso a pesar de que parezca que una persona concreta no es digna de él. No se trata bien a una persona para que haga lo mismo con nosotros -lo cual sí suele suceder-, o porque es muy buena persona, sino porque hacerlo es una muestra de dignidad. Tratar a todos con cortesía, amabilidad y respeto es la clave para que el pequeño mundo en el que se vive sea mejor, más humano, es el aporte personal a un mundo más feliz.
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Regino Navarro Rivera
Fundador y Director de LaFamilia.info. Español de nacimiento pero colombiano de adopción. Coach profesional, especialista en Ciencias del Comportamiento, estudios en Orientación y Consejería, profesor, conferencista y autor de varios libros.