¿Qué es enamorarse?

Poetas, intelectuales, artistas, psicólogos y demás personas de saber han intentado acercarse a la esencia del enamoramiento. No hay una definición redonda: todavía nadie ha dado en el clavo de una manera contundente.

A mí, personalmente, me gusta el acercamiento de Julián María. Dice que uno se enamora de «otra forma de ser persona». Tiene mucho de verdad. Uno se enamora de alguien que también es persona, pero distinta a mi forma de ser; uno se enamora de otro, en el que se admira su manera distinta de sentir, pensar, enfocar la realidad.

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Con esta premisa, se puede concluir que todos los esfuerzos que actualmente existen para conseguir que los hombres y las mujeres sean iguales y, por tanto, se comporten de manera similar en todo lo relacionado con la sexualidad y la afectividad, estaría dañando la capacidad de enamorarse.

Por decirlo de otra manera, las habilidades que hay que poner en práctica para conseguir que otra persona se fije en ti —lo que toda la vida se ha llamado galanteo o conquista— ya no serían necesarias. Somos iguales y no hay «otra forma de ser persona». El misterio «del otro», que tanto atrae, no existe. Esto trae como consecuencia que todas esas habilidades emocionales se vayan perdiendo.

Ya lo dicen los psicólogos: las nuevas generaciones son cada vez más analfabetas emocionalmente. Si de verdad somos iguales, casi lo único que interesaría del otro sería el sexo. A mi parecer, ésta es una de las presiones que se están sufriendo en nuestros días, y la mujer como consecuencia de ser más madura en el terreno de los sentimientos que el hombre, quizás lo sufra más en muchos casos.

Si los sentimientos amorosos estorban en este mundo moderno; si querer el compromiso y el afecto en una relación es síntoma de debilidad emocional —muchos profesionales de la salud están tratando estos deseos de compromiso y afecto—; si esto es así, quien tenga más habilidades y madurez en el campo afectivo y emocional, será quien pierda. Si no te interesa el sexo por el sexo, estás perdido.

A una gran cantidad de mujeres no les interesa y tienen que imitar al hombre al que, por su constitución antropológica, es más frecuente que le interese el sexo por el sexo. Muchas personas están sufriendo las consecuencias. En la medida que las mujeres se comporten como hombres en la afectividad, menos las necesitaran los hombres. Sólo para el sexo. Repetía un profesor mío en la facultad de biológicas, que Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, la naturaleza nunca.

Si uno quiere obviar su ser antropológico, lo terminará pagando. Si quien quiere hacerlo es toda una sociedad, esta lo pagará. Para hacer desaparecer esta civilización, solo será necesario convencer a la mujer de que se comporte como lo que no es. En el fondo, lo que consigue la revolución sexual es una ruptura entre genitalidad por un lado y amor por otro; entre sentimientos, galanteo, intimidad y emoción por una parte y corporalidad por la otra. Ruptura más asumible, a corto plazo, por el hombre que por la mujer, pero a medio y largo plazo con consecuencias negativas para ambos. ¡Con lo bonito que es el compromiso en el enamoramiento!

Autor: José María Contreras: escritor, conferenciante y asesor personal y familiar.  conluz2000@gmail.com.


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