Los tres secretos de la Virgen de Fátima: un mensaje de oración, conversión y esperanza

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Virgen de Fátima

Cada 13 de mayo, los católicos de todo el mundo conmemoran el Día de la Virgen de Fátima, una de las advocaciones marianas más queridas y reconocidas a nivel mundial. Esta celebración evoca las apariciones de la Virgen María a tres jóvenes pastores en Fátima, Portugal. Su mensaje, enfocado en la paz, la oración y la conversión, ha dejado una huella profunda en la vida espiritual de millones de creyentes a lo largo del tiempo.

Los Secretos de Fátima

Hace más de un siglo, en 1917, tres niños pastores en Fátima, Portugal –Lucía dos Santos, Francisco y Jacinta Marto– afirmaron haber sido testigos de apariciones de la Virgen María. Estas visiones, conocidas como los «Secretos de Fátima», han capturado la atención de millones de fieles y han sido objeto de estudio teológico y debate público.

La Santa Sede, tras un riguroso análisis, publicó los textos completos de los tres secretos, el último en el año 2000, junto con una interpretación oficial que subraya su mensaje de penitencia, oración y esperanza. A continuación, presentamos los textos textuales de los secretos, tal como fueron registrados por Sor Lucía, y la interpretación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en un esfuerzo por comprender su relevancia en el mundo actual.

El primer secreto: Una visión del infierno

El primer secreto, descrito por Sor Lucía en su Tercera Memoria (31 de agosto de 1941), ofrece una imagen aterradora del destino de las almas que se alejan de Dios:

«Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que flotaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo que caían hacia todos los lados, parecidas al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros. Esta visión duró un momento. ¡Y gracias a nuestra Madre del Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos al Cielo! (en la primera aparición). Si no hubiese sido así, creo que hubiésemos muerto de terror y espanto.»

La Santa Sede interpreta esta visión como una advertencia sobre las consecuencias del pecado y un llamado urgente a la conversión. Según el Cardenal Joseph Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el primer secreto no busca atemorizar, sino recordar la realidad del infierno como un destino evitable mediante la oración y la penitencia. La promesa de la Virgen de llevar a los pastorcitos al Cielo refuerza el mensaje de misericordia divina, invitando a los fieles a confiar en la intercesión de María y a practicar la devoción al Rosario.

El segundo secreto: guerra, paz y la consagración de Rusia

El segundo secreto, también registrado en 1941, aborda los conflictos del siglo XX y la esperanza de redención a través de la devoción al Inmaculado Corazón de María:

«Visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieren lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar [Primera Guerra Mundial], pero si no dejaren de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando viereis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si atendieren mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.»

La interpretación oficial vincula este secreto con los eventos históricos del siglo XX, particularmente la Segunda Guerra Mundial y la expansión del comunismo ateo desde Rusia. La «luz desconocida» se asocia con la aurora boreal del 25 de enero de 1938, vista como una señal del conflicto inminente. La Virgen propuso dos remedios: la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. La Santa Sede confirma que el Papa Juan Pablo II realizó la consagración solicitada el 25 de marzo de 1984, un acto que, según Sor Lucía, fue aceptado por el Cielo. Este evento precedió la caída del comunismo en Europa del Este, interpretada como el cumplimiento de la promesa de paz. El mensaje resalta la importancia de la oración y la conversión para transformar el rumbo de la historia.

El tercer secreto: el martirio de la Iglesia

El tercer secreto, escrito por Sor Lucía el 3 de enero de 1944 y publicado en 2000, describe una visión dramática de sufrimiento y redención:

«Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía. Después de las dos partes que ya he expuesto, vimos al lado izquierdo de Nuestra Señora, un poco más alto, un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando, emitía llamas que parecía que iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha hacia él; el Ángel, señalando la tierra con su mano derecha, con voz fuerte dijo: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: “algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él”, a un Obispo vestido de blanco, “hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre”. También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz, fue muerto por un grupo de objetos que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles, cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios.»

La Santa Sede interpreta esta visión como un símbolo de los sufrimientos de la Iglesia en el siglo XX, particularmente bajo regímenes ateos como el comunismo. El «Obispo vestido de blanco» se asocia con el atentado contra Juan Pablo II en 1981, quien atribuyó su supervivencia a la Virgen María. El Cardenal Ratzinger explicó que la visión no predice un evento futuro específico, sino que refleja el «viacrucis» de la Iglesia, con los Papas y los fieles enfrentando persecuciones. La ciudad en ruinas simboliza la devastación de las guerras, mientras que la Cruz representa la fe y el martirio. La intercesión de María, que detiene la espada de fuego, y la sangre de los mártires, recogida por los ángeles, subrayan la redención a través del sufrimiento. La visión concluye con un mensaje de esperanza: la fe triunfa sobre las fuerzas del mal.

Un mensaje para el Siglo XXI

Los secretos de Fátima, clasificados como revelaciones privadas, no forman parte del depósito de la fe, pero han sido aprobados por la Iglesia como un medio para vivir el Evangelio. La Santa Sede, respaldada por Sor Lucía y el Papa Benedicto XVI, ha afirmado que el tercer secreto se reveló en su totalidad en 2000, desmintiendo especulaciones sobre partes ocultas. El mensaje central de Fátima –penitencia, oración y devoción al Inmaculado Corazón– sigue resonando en un mundo marcado por conflictos y desafíos espirituales.

En este 108 aniversario de las apariciones, Fátima invita a los fieles a reflexionar sobre la responsabilidad personal y colectiva en la construcción de la paz. Como afirmó Juan Pablo II en 2000, «el mensaje de Fátima es una llamada a la conversión, alertando a la humanidad para que no juegue con el dragón del mal». En un tiempo de incertidumbre, los secretos de Fátima nos recuerdan que la oración y la fe pueden transformar el destino del mundo.

Por LaFamilia.info

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