Por Vivian Forero/Blogs LaFamilia.info – 15.12.2020
Es duro descubrir que se valora algo cuando se pierde aunque sea por un instante, por meses, o para siempre. Suena tal vez reiterativo pero esta pandemia se ha llevado tantas cosas.
Se han adelantado a la eternidad seres amados, cercanos, conocidos, famosos y personas que quedarán grabadas en lo profundo de nuestros corazones y sus recuerdos… Pero no solo se ha llevado a las personas. También se han borrado por bastante tiempo los abrazos, los besos, las sonrisas, la cercanía de los demás.
Un día cualquiera de noviembre de 2020, estaba sentada esperando en una banca a mi esposo y a mi hijo que entraron a un laboratorio a unos exámenes. Vi a tantas personas pasar por mi lado. Me miraban, sonreían, (bueno, eso creo, aunque no veía sus labios). Los niños menores de tres años, inocentes, corrían por todas partes y sus acompañantes los seguían temerosos desinfectando sus manos y protegiéndolos de aquel enemigo invisible: el Covid.
¡Cómo una partícula tan diminuta pudo paralizarnos tanto! Como pudo arrasar con tantas esperanzas y sueños. Tal vez dentro de nosotros sólo bastaba eso: un motivo para ocultarnos bajo nuestros propios temores. Esto no lo digo porque queremos huir conscientemente. Sino porque dejamos de luchar, nos acostumbramos, nos resignamos y aceptamos la derrota. Nos abandonamos en el oasis de la desesperanza y de la negatividad. Con ello no quiero desconocer que este virus no es mortal ni peligroso. ¡Es que ha dañado tanto! Hasta ha penetrado en nuestra forma de actuar o de percibir la vida. En las decisiones que tomamos o dejamos de tomar. Nos hemos abandonado en la profunda tristeza. Y es hora de salir de este caparazón que se nos ha endurecido alrededor nuestro. Y de buscar salir de la oscura actitud que nos rodea.
Comencemos a ver a nuestro alrededor con otra mirada, cambiemos el chip en nuestros pensamientos e ideas, hagamos un click y convirtamos la negativo en positivo. Tal vez sea demasiado difícil pero siempre será mejor intentarlo. Arriesguemos el darnos a los demás a través de tantas iniciativas (así sean virtuales). Tantas personas haciendo el bien, entregando su vida a los demás, sonriéndole a la vida a pesar de tener sus labios ocultos. Innovemos y acerquemos a nuestros familiares. Llamemos a aquellas personas que hemos olvidado por el trabajo, participemos de nuestro tiempo en familia pues hoy en día tenemos la excusa perfecta del trabajo 24/24 horas (teletrabajo). Respetemos los tiempos en familia, guardemos la tecnología y juguemos con nuestros hijos, disfrutemos de una cena romántica en casa. Organicemos el espacio del hogar de manera creativa, hagamos del hogar un lugar maravilloso para disfrutar y compartir. Hoy tenemos tantas cosas que podemos perder en un instante.
Cuánto extraño la sonrisa, tu sonrisa, la de todos. El rostro de aquel anciano que alimenta sus ganas de vivir con dibujarse la sonrisa en sus labios y en los que le rodean. El rostro de ese niño que cada vez desarrollará más destrezas porque aprenderá a conocer a los demás sólo con la mirada y las palabras, acostumbrándose a esperar por la sonrisa en la intimidad de su hogar al quitarse el tapabocas.
Cuánto extraño esa sonrisa. Aquella que te lleva a un mundo entrañable, que expresa alegría, emoción, satisfacción, agradecimiento o solo amabilidad. Provisionalmente debemos cambiar nuestra sonrisa por la palabra. Si no podemos mostrar la sonrisa debemos hacerla sentir. Volver a las buenas maneras, a saludar, a expresar esos sentimientos hermosos a través de la palabra hablada y escrita. Debemos reinventarnos y llegar al corazón de los demás porque antes solo bastaba una sonrisa.
Los gestos estarán presentes por mucho tiempo pues el miedo seguirá también dentro de cada uno de nosotros. Seguiremos poniendo en práctica tantos saludos creativos para expresar nuestro cariño y amabilidad pues como seres sociales buscaremos seguir creciendo en amistad. Debemos recordar que aunque estemos en una emergencia sanitaria, siempre debe prevalecer el amor a los demás.
Alejarnos físicamente en este momento es la mejor solución o cuando nos debamos reencontrar, el practicar hábitos como el porte del tapabocas será nuestro mejor aliado. Pero descubramos el valor de la expresión de los sentimientos a través de un «te amo», «te extraño», «eres muy importante para mí», «gracias por tu amistad». Estas palabras abrazan el alma y la embargan de alegría.
“Todo lo que ahora te preocupa cabe dentro de una sonrisa, esbozada por amor de Dios”. San Josemaría Escrivá de Balaguer esbozó la hermosura de la sonrisa unida al amor de Dios y del significado que transmite esta expresión. Cuando uno está feliz, sonríe; cuando uno está enamorado, sonríe; cuando uno observa a alguien a quien ama, sonríe; cuando uno logra una meta propuesta, sonríe; cuando uno ayuda a los demás, sonríe. Y si la sonrisa está en todo lo bello, ¿por qué nos negamos a sonreír?
La sonrisa no es de débiles, es de personas con fortaleza que descubren el elixir de la felicidad. La entrega a los demás, el servicio, la solidaridad, la generosidad, el respeto, la tolerancia y la comprensión, son la clave para dibujar sonrisas, así estén ocultas en estos momentos por un cubre bocas. Pero lo que jamás podremos cubrir es el amor incondicional de Dios, que se nos da a través de las maravillas de la creación.
Extraño tu sonrisa, pero como te vi sonreír tantas veces, hoy la imagino y me haces sonreír.
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Vivian Forero Besil
Especialista en Pedagogía e Investigación en el aula, Licenciada en Educación Básica y especialista en Gerencia de Instituciones Educativas. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un hermoso niño. vivian_forero@hotmail.com