Por Vivian Forero/Blogs LaFamilia.info – 30.09.2020
La amistad nos da muchas razones para vivir con un sentido trascendente pues nos ayuda a enfocar nuestra manera de darnos a los demás sin esperar retribución alguna.
“Un amigo es un tesoro” – Dicho popular y verídico que nos ha acompañado a lo largo de nuestra existencia. Lo hemos escuchado en boca de nuestros abuelos y padres. Nosotros mismos lo hemos estamos repitiendo en la cotidianidad de nuestras conversaciones. Pero ¿Qué significa un tesoro? Porque podemos pensar que es lo más valioso que podamos tener. Y si son tan valiosos, ¿por qué hacemos poco por conservarlos y cultivarlos?
En nuestros recuerdos solemos atesorar instantes divertidos, viajes maravillosos, metas alcanzadas, títulos profesionales, y muchas veces, cosas materiales como dinero, joyas, propiedades, etc. ¿Qué tal si atesoramos sentimientos? La vida sería más rica si la acaudalamos de lo que más vale: del amor y de la amistad de aquellas personas que comparten el mismo espacio con nosotros. Por tanto es necesario valorar esa donación personal a través de la vivencia de la amistad, como sentimiento desinteresado que busca el bien del otro, de su crecimiento y perfeccionamiento. Es una relación recíproca y verdadera, fundamentada en el respeto mutuo y en querer ayudar, escuchar y soportar las tristezas de los seres amados o de disfrutar con sus alegrías.
En medio del mundo en el que hoy estamos no se ha permitido el disfrute real de la amistad pues muchas veces se oculta o tergiversa dentro de la virtualidad. Se confunden los amigos verdaderos por los seguidores o quienes hacen “likes” a las publicaciones en redes sociales; se cambian los sentimientos reales por aquellos disfrazados de gentileza o cortesía por el instante. Se prefiere el disfrute de lo efímero de las relaciones pasajeras, momentáneas o de interés, por encima de los sentimientos arraigados al corazón y a la verdadera amistad.
Es cierto que la amistad se construye en el día a día, en el trato personal, en el conocimiento de la otra persona, del interesarse por saber de sus cosas, del brindarle la mano y de escucharle cuando así lo necesite. Porque un verdadero amigo no se busca, se encuentra y se descubre. Lo podemos encontrar en diferentes espacios y contextos y se va estrechando esta relación interpersonal a través del trato personal. ¿Cuántas veces compartimos años con una persona, la saludamos, la apreciamos, pero no nos damos el tiempo de conocer sobre su vida? Cuando nos damos esta oportunidad de tratar a las personas, dialogar con ellas, conocer sobre su familia, sus sueños, dificultades superadas, testimonios y experiencias, proyecto de vida, muchas veces se pueden llegar a estrechar lazos de amistad, pues aprendemos a valorar a alguien en la medida en que lo conocemos. A veces sólo quedamos estáticos frente a las barreras que nosotros mismos ponemos por prejuicios, prevenciones o por intereses sociales.
La amistad es uno de los caminos para encontrar la felicidad y en especial, cuando se viven detalles de afecto mutuo y sincero dentro de la familia. Plantear la necesidad de vivir la amistad en el ámbito familiar es fundamental para la armonía y tranquilidad; este espacio es el mundo real que nos ayudará a vivir con mayor plenitud las características de esta virtud. Si estamos convencidos que este sentimiento nos lleva de la mano hacia la comprensión, el respeto, la confianza, la ayuda mutua, ¿por qué no vivirla en casa con nuestros seres amados?
Qué maravilloso sería que nuestro mejor amigo fuera nuestro cónyuge; nuestra mejor amiga, nuestra hermana. Siempre hemos escuchado que los hijos y los padres no son los mejores amigos, pero sería vital poder tener presente las características de la amistad y todo lo que esto implica. La amistad se vive desde casa y la coherencia nos enseña a que el ejemplo es el mejor camino. San Juan Pablo II así lo expresó en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio “La familia es la primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia»
Tips para vivir la amistad al 100%
1. Amarse a sí mismo. La primera clave para amar a los demás está en el amarse a sí mismo. Está claro que nadie da de lo que no tiene. Para poder manifestar con sinceridad y seguridad la afectividad es importante trabajar en la auto estima y auto aceptación; quererse a sí mismo, respetarse y tratarse asertivamente. Todo esto se proyectará a las personas que nos rodean y se tejerán relaciones armoniosas y duraderas. Cuando nos amamos y aceptamos brillamos con luz propia.
2. Aceptar y respetar las diferencias. Pretender cambiar a los amigos no es una buena opción porque debemos reconocer que somos personas diferentes pero complementarias. Podemos enriquecernos y aprender de los demás, de sus éxitos o fracasos. El respeto va unido a una verdadera amistad; el tratar con decoro y delicadeza es fundamental en el fortalecimiento de esta valiosa virtud.
3. Procurar hacer siempre el bien. La amistad debe ser ante todo: transparencia, libertad, consejo, ánimo, motivación, compromiso y preocupación; buscando la mejor versión de cada quien, sin perder la esencia ni la autenticidad. Ser benévolos en el actuar permite consolidar hábitos de solidaridad, generosidad y alteridad, lo cual es importante en el mundo actual, porque para comprender debemos ponernos en el lugar del otro y sólo así, buscaremos su felicidad.
4. Aprender a escuchar. Todos tenemos necesidad de ser escuchados y este don es uno de los que marca verdaderamente la amistad. Cuando conocemos a una persona que se centra en el otro y sale de sí misma, hemos encontrado un tesoro. Escuchar significa pensar que las situaciones de los demás también son importantes, dejando de lado el egocentrismo y pensando en la realidad que nos rodea, ocupándonos de ser un soporte para los amigos.
5. Donarse y servir. La entrega de nuestras acciones y dedicación del tiempo para los demás conlleva disposición, generosidad, magnanimidad y amor. Es un ofrecimiento sincero y desinteresado que se da cuando el corazón está lleno de sacrificio y resiliencia. No es fácil dejar de hacer lo que nos gusta por dedicar tiempo a los demás, pero es gratificante donarse y servir. San Josémaría los plasmó en sus pensamientos, “Has comprendido el sentido de la amistad, cuando llegaste a sentirte como el pastor de un rebaño pequeñito, al que habías tenido abandonado, y que ahora procuras reunir nuevamente, ocupándote de servir a cada uno”.
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Vivian Forero Besil
Especialista en Pedagogía e Investigación en el aula, Licenciada en Educación Básica y especialista en Gerencia de Instituciones Educativas. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un hermoso niño. vivian_forero@hotmail.com