Lo que comemos no solo afecta cómo nos sentimos, sino que cómo nos sentimos también afecta a nuestra manera de comer. En numerosas ocasiones, la comida puede ser sustituta del equilibrio emocional.
Griselda Herrero, profesora y doctora en Bioquímica y diplomada en Nutrición Humana y Dietética, asegura que «cuando comemos por emociones estamos buscando en la comida aquello que no podemos resolver de otra forma». En este punto la comida se convierte en una mera herramienta que nos ayuda a gestionar las emociones de forma momentánea, pues el motivo que nos llevó a comer persiste tras la ingesta.
La alimentación consciente
Un informe publicado el año pasado por Fundación Mapfre y la Universidad CEU San Pablo de Madrid indicó que el 43% de los jóvenes comen y cenan a diario con la televisión o un móvil o una tableta. El documento indicaba que ese comportamiento iba asociado a una dieta poco cuidada y a la tendencia a padecer sobrepeso.
Pero, ¿comer con el móvil engorda? Cuestionada sobre la influencia de las nuevas tecnologías en los hábitos alimenticios, la también directora de Norte Salud Nutrición ha explicado que comer mirando el móvil o la televisión «nos impide escuchar a nuestro cuerpo mientras comemos: saber qué nos transmite una comida, a qué nos recuerda, cómo nos hace sentir, cómo de llenos estamos… eso es conectar con nosotros, fundamental para gestionar nuestras emociones relacionadas con la alimentación».
Ha señalado que comer de forma saludable «no es tan complicado», pero requiere de un trabajo interno, «sobre todo si hay un componente emocional de por medio». Por ello, el comer de forma consciente ayuda a «trabajar con la parte de los sentidos y a conocer qué sentimos cuando comemos», ha añadido.
En cualquier caso, está claro que las emociones influyen en gran medida en la forma en que comemos porque «las emociones son parte de nosotros y a veces nos llevan a elegir lo que comemos», buscando en la comida el refugio que no encontramos de otra forma quizá por falta de herramientas.
Los trastornos alimentarios también afectan a las emociones, de manera que las personas que padecen anorexia o bulimia «suelen volverse más tristes, reprimidas, aisladas socialmente e introvertidas». Por otro lado, ha explicado que emociones como el estrés, la ansiedad, la rabia, el miedo, el aburrimiento o la inseguridad también nos llevan a realizar comportamientos alimentarios inadecuados buscando calmar esa emoción.
En cuanto a la importancia de los sentidos, Griselda Herrero ha asegurado que «comemos por los sentidos», y estos influyen en la decisión de elegir comer o no comer, incluso de la cantidad, aunque la apetencia por ciertos sabores «viene determinada de forma innata», y el aprendizaje «nos lleva a potenciar los sabores dulces y salados, principalmente». En este sentido, el comer consciente «nos ayuda mucho a trabajar con la parte de los sentidos y a conocer qué sentimos cuando comemos», ha concluido.
Asimismo, ha defendido que es posible una alimentación adecuada a pesar de los conflictos emocionales «siempre que aprendamos cuándo comemos por hambre y cuándo por una emoción», además de «saber identificar el hambre de la saciedad y aprender a gestionar nuestras emociones sin recurrir a la comida».