“El tiempo no estructurado desarrolla la creatividad; por el contrario, estar siempre ocupado la aniquila”, asegura Teresa Belton, investigadora del área de Educación y Aprendizaje de la Universidad de East Anglia, de Reino Unido.
Lo cierto es que hoy existe cierta obsesión por lograr que los hijos estén siempre entretenidos, así lo revela un artículo publicado en la Revista Consumer.
Actualmente muchos niños están hiperestimulados a causa de las pantallas. Y cuando dan muestras de que están aburridos, los padres se afanan por distraerlos de la manera más rápida posible. Sin embargo, los expertos afirman que aburrirse tiene múltiples beneficios.
La investigadora Teresa Belton, asegura que el aburrimiento es fundamental para el desarrollo del aprendizaje y la creatividad. Una idea con la que coincide Mónica Dosil, psicóloga del ISEP Clínic Castelldefels (Barcelona), que asevera que «los menores necesitan momentos de soledad e introversión para poder generar nuevas ideas y pensamientos».
Cuando el niño se aburre
Cuando un niño empieza a mostrar signos de fastidio (resopla, se pone de mal humor, protesta, etc.), muchos padres optan por suministrarle juguetes o distracciones. «¿Por qué no juegas con la videoconsola?» o «¿quieres que te ponga la televisión?» son algunas recomendaciones que utilizan. En muchos casos, como señala Dosil, esta ansiedad por complacer y entretener a los hijos de forma tan rápida está causada por «el sentimiento de culpa por no tener tiempo para estar con ellos o por carecer de recursos personales para jugar con ellos».
Otro fenómeno habitual es que muchos de ellos tienen un número elevado de juguetes y muy fácil acceso a Internet, televisión, videoconsolas, etc. Viven en entornos que no les dejan espacio para que tengan que poner en marcha estrategias nuevas para divertirse. De este modo, se frena su creatividad. Dosil señala que los momentos en que los niños están aburridos «promueven que los pequeños construyan sus propios recursos de entretenimiento y puedan desarrollar la creatividad, generadora de la inteligencia emocional».
Alternar diversión y tedio
Es importante que los menores alternen momentos de actividad y de no actividad, de estimulación y de tedio. Carlos G. Torrico, psicólogo del centro ePsicología, en Leganés (Madrid), asegura que la principal característica del sistema nervioso de los niños es «la falta de inhibición cortical, lo que explica que no puedan parar quietos». Desarrollan esta inhibición a medida que crecen. Pero, para lograrlo, necesitan experimentar el aburrimiento, «porque les permite ejercitar este mecanismo de inhibición», añade.
Como bien conocen los progenitores, los pequeños no pueden parar quietos y toleran mal los momentos en los que están aburridos, ya que necesitan acción. Pero ese malestar es momentáneo. Cuando se aburren, muchos protestan o se sienten mal, pero luego, «en la mayoría de los casos, se adaptan y logran sacar provecho de esa situación», añade Torrico. Este estado de hastío, tan incómodo y agobiante al principio para los niños, no solo les ayuda a la generación de soluciones creativas, sino que «favorece la motivación, la autonomía, la resistencia a la frustración y el bienestar».
Fomentar un aburrimiento saludable
Pero, ¿cómo ayudarles a que se aburran? En primer lugar, hay que acostumbrarse a que se quejen cuando están aburridos. Además, como aconseja Torrico, «es necesario simplificar el entorno al máximo». Si uno tiene a mano la televisión, la videoconsola o un teléfono móvil, es probable que se enganche a ellos antes que ponerse a pensar un juego nuevo.
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Fomentarles el tedio saludable no consiste en dejarlos en su habitación con un par de lápices y unas hojas blancas, y abandonados a su suerte. Si uno no está habituado a aburrirse, habrá que acompañarlo durante los primeros días en los que se le deje aburrirse.
Y, como recomienda Mónica Dosil, «se le pueden hacer preguntas para que él se haga responsable de la generación de ideas sobre lo que puede hacer». Es mejor opción «¿a qué te gustaría jugar?» que «¿por qué no juegas con estos muñequitos?». Si el pequeño no reacciona, los padres pueden enumerarle algunas alternativas, como: «aquí tienes muñequitos, colores y hojas y una pelota, ¿no te animas a jugar?».
Una elección que propone el especialista de ePsicología es «tener un tarro del aburrimiento, que tenga papelitos con multitud de actividades y juegos que se pueden hacer». El objetivo es que el menor se haga responsable de decidir qué hacer para jugar.
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