Colaboración Fundación Teletón México – 25.03.2015
Adriana tiene cuatro años y es la mayor de tres hermanos. Hace apenas dos meses nació el más pequeño, y ello le ha significado una serie de presiones como el hecho de que sus padres le exijan que ayude al cuidado del bebé.
En su desesperación por sentir que le piden más de lo que ella puede hacer, ha adquirido un mal hábito: arrancarse las cejas. Sus padres, en lugar de hablar con ella la reprimen y asumen el problema como un acto de rebeldía. La realidad es muy distinta: Adriana padece estrés infantil.
Aunque ha sido considerado como un padecimiento propio de los adultos, está comprobado que los niños también lo sufren, incluso desde sus primeros meses de vida, pues entre sus causas se encuentran los constantes cambios en nuestro entorno. En el caso de los niños, la etapa de la infancia está plena de ellos: el desarrollo físico que implica la muda de dientes, aumento en el volumen corporal y la estatura, así como el hecho de avanzar a nivel escolar, tener cada año maestros y compañeros nuevos.
La doctora Consuelo Hernández Troncoso, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, explica que “el estrés en los niños empieza cuando tienen comportamientos difíciles; la mayoría de los maestros o padres de familia piensa que son mal portados, pero lo que vemos es que estas conductas se derivan de situaciones de tensión ante las cuales los niños se encuentran inestables y esto los altera».
Otras causas de estrés son cuando los padres discuten, los regañan o los fuerzan a desempeñar una actividad para la cual no se sienten aptos o no es de su agrado, como por ejemplo, cuando los integran a un equipo de fútbol sin su consentimiento. Lo grave de esta situación es que cuando rebasa la capacidad de los pequeños para manejarlo, puede ocasionar serios problemas de salud como hipertensión, colitis, úlcera y migraña.
Los niños no saben identificar emocionalmente cómo los hace sentir una discusión entre sus padres, pero su cuerpo sí, y los especialistas pueden detectar los cambios fisiológicos que se registran mientras ven discutir a sus padres, a través de mediciones como: la tasa cardiaca, la temperatura periférica y la respuesta muscular, las cuales evidencian la presencia de estrés.
El estrés es una respuesta necesaria para la vida, todos vivimos con él pero la clave está en saber canalizarlo para que actúe a nuestro favor y hacerlo un aliado para que los niños puedan sacarle provecho y alcanzar sus metas al tiempo que se liberan de él.
La comunicación es un punto importante para lograr la confianza de los hijos, en la medida en que los padres se acerquen a los pequeños, y se muestren dispuestos a escucharlos y a entender todo aquello que para ellos puede ser importante, se crean lazos de unión, confianza y amor, los cuales son determinantes para que los pequeños alcancen un desarrollo completo y sin la presencia de elementos tan negativos como el estrés.
Por Iván Gómez H. Colaboración de Fundación Teletón México para LaFamilia.info. Derechos Reservados. Bojorge@teleton.org.mx