San José, esposo de la Virgen María, padre adoptivo de Jesús y patrón de la Iglesia universal. Su vida es ejemplo de humildad, paciencia, prudencia, obediencia, castidad, fidelidad, valentía, esfuerzo. Fue un hombre de fe, quien asumió con amor y entrega total el tesoro que se le depositó en sus manos: “de José se puede y debe aprender la más grande obediencia y fe que jamás haya existido, no es sencillo aceptar lo que él aceptó, la misión que se la había encomendado era una tarea titánica, la cual solamente Él podía haberla llevado a cabo, tal como lo hizo, sin más ni menos.”*
San José era el protector de la Sagrada Familia y al igual que los padres de hoy, era el pilar, el que se esforzaba para conseguir el sustento diario. Fue una vida de trabajo, de ahí que lo denominen “José obrero”. Pero lo más bello, era que San José no se reducía a su papel de proveedor, sino que junto a María, educó a Jesús, lo acompañó en todas sus misiones, lo apoyó, lo crió, lo amó.
El Papa Juan Pablo II se refirió a San José con la siguientes palabras: “La extremada discreción con que José desempeñó el papel confiado por Dios subraya aún más su fe, que consistió en ponerse siempre a la escucha del Señor, tratando de comprender su voluntad, para obedecerla con todo el corazón y con todas sus fuerzas. Por este motivo, el Evangelio lo define como hombre «justo» (Mateo 1, 19). El justo, de hecho, es una persona que reza, vive de fe, y trata de hacer el bien en toda circunstancia concreta de la vida.”
“De allí que en este mes que tanto se aprovecha para hablar de los padres, de festejarles y darles el reconocimiento que se merecen, ya sea por su fortaleza, por su lucha constante para llevar el sustento o por cualquier otro motivo, será necesario tomar el ejemplo Santo de José, el carpintero, el esposo de María, el Padre putativo, el esposo casto, el justo, el Santo Protector de la Iglesia Universal”.
*Textos del artículo del Blog Tuplandivino
Oración a San José
¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valor, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas.
Vuestra altísima dignidad de Padre adoptivo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo.
Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcanzadme la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.
Amén.