Inculcar en los niños el valor de la responsabilidad es darles el mejor regalo de parte de sus padres y educadores. Esta virtud les dará la capacidad de cuidar de sí mismos y ser adultos responsables en su vida futura.
Pero muchos padres se preguntarán: ¿Qué edad debe tener un niño para empezar a educar su sentido de la responsabilidad? La respuesta es: lo más pronto posible. En cuanto un bebé empieza a gatear, a manipular objetos pequeños y a entender cosas sencillas del lenguaje hablado, se le debe enseñar a que recoja sus juguetes o a que no toque ciertos adornos de la casa.
A medida que el niño va creciendo y de acuerdo a sus capacidades, se le debe desarrollar la sensación de poder, para que se pueda apropiar de sí mismo. Esto le dará confianza suficiente para desarrollar las tareas que le son asignadas. En la medida en que aumenta su grado de capacitación y habilidades, serán necesarias nuevas responsabilidades.
Responsable no es lo mismo que obediente
Muchas veces se confunde responsabilidad con obediencia. Los padres y maestros que constantemente dan órdenes a los niños, contemplando con satisfacción cómo éstos las ejecutan, no necesariamente están enseñándoles a ser responsables. Los niños actúan de manera responsable cuando se comportan adecuadamente sin que haya que recordárselos una y otra vez.
Según los autores Harris Clemes y Reynold Bean, un niño es responsable si:
- Realiza sus tareas en el hogar y el colegio sin que haya que recordárselo en todo momento.
- Puede razonar lo que hace.
- No echa la culpa a los demás sistemáticamente.
- Es capaz de escoger entre diferentes alternativas.
- Puede jugar y trabajar a solas sin angustias.
- Puede tomar decisiones que difieren de las que otros niños toman en el grupo en que se mueven.
- Respeta y reconoce los límites impuestos por los padres y profesores sin discusiones inútiles.
- Puede concentrar su atención en tareas complicadas (según su edad) durante cierto tiempo sin llegar a situaciones de frustración.
- Lleva a cabo lo que dice que va a hacer.
- Reconoce sus errores y trata de corregirlos sin armar un lío.
La importancia de las normas
Para inculcar la responsabilidad en los niños es primordial que en el hogar se establezcan normas y reglas claras. De lo contrario les resultará difícil practicar la autodisciplina necesaria para controlar su propio comportamiento. Se sentirán confundidos y no sabrán exactamente cómo seguir las directrices que se les dan.
Si los niños no tienen claro qué esperan sus padres de ellos, o no saben cuáles son sus deberes, no podrán educarse en el valor de la responsabilidad. Padres y educadores deben no solo establecer normas de la manera adecuada según la edad de cada niño, sino explicar cuáles son las consecuencias por transgredirlas.
Los autores del libro “Cómo enseñar a su hijo a ser responsable” aseguran que los niños a quienes no se les dan deberes en el hogar desde la primera infancia, carecerán de habilidad para organizarse, para fijarse objetivos y llevar a cabo tareas complejas a lo largo de su infancia y adolescencia.
Sin embargo es fundamental que los padres tengan en cuenta tres reglas al asignar responsabilidades a los hijos para que ellos interioricen este valor:
Sea coherente: Cuando una norma no se cumple, se debe dar un suave castigo. Esto tiene sobre el niño más efecto a largo plazo que una actitud incoherente con un castigo severo. La coherencia es una manera de demostrar a los hijos que se está pendiente de su comportamiento.
Al ser coherentes padres y maestros, los niños se sienten más seguros y saben a qué atenerse si no cumplen las normas y responsabilidades. Si no hay coherencia, los chicos sienten ansiedad porque no son capaces de predecir lo que puede suceder.
No sea arbitrario: No ser arbitrario significa que padres o educadores hacen algo diferente a lo que habían dicho, o hacen algo sobre lo que no habían advertido al niño. Un acto inesperado del padre ante una responsabilidad no cumplida, aumenta el miedo y la frustración del niño.
Para evitar ser arbitrario, padres y maestros deben aclarar lo que esperan del niño, comunicarle esas expectativas de forma sencilla y directa y concretar cuáles son las consecuencias si el niño actúa en consonancia o no con esas expectativas.
Dé recompenses por ser responsable: Esta es una manera de estimular a los niños a comportarse adecuadamente. Ello no significa necesariamente regalos materiales, sino reconocimientos pequeños que reafirmarán en el niño la satisfacción de la labor cumplida. Además de las recompenses materiales, hay cosas como el tiempo, la atención la preocupación, la simpatía y la buena voluntad que también son recompensa. Una cuento más a la hora de dormir, una ida a cine, un helado, un abrazo fuerte son manifestaciones que alientan al niño a decir: “¡vale la pena ser responsable!”.
El aprendizaje
Uno de los aspectos básicos de la enseñanza de responsabilidad a los niños es la cuestión: «¿Quién es el responsable de acordarse de las cosas?» Los niños pueden saber hacer las cosas y desear agradar a los padres pero si no han tomado sobre sí la responsabilidad de acordarse, no pueden ser responsables. Hay algunos artificios que estimulan al niño a recordar, tretas que pueden abandonarse conforme el niño crece y va siendo capaz de asumir mayores responsabilidades:
– Escriba las cosas y déjelas en lugar visible.
– No les recuerde las cosas a los niños una vez esté seguro de que le han escuchado y entendido. Recordar las cosas a los niños se convierte en una mala costumbre de la cual los niños pasan a depender.
– Establezca costumbres lo más regulares posible. Cuando las cosas ocurren de forma predecible y regular, se incrementa la capacidad de recordar de los niños.
– No le dé miedo castigar al niño que se «olvida».
– Acuérdese de lo que usted ha dicho. Si los padres lo olvidan, están otorgando al niño, tácitamente, permiso para hacer lo mismo.
– Una vez que a los niños se les ha asignado ciertas obligaciones, los padres no deben confundirles ni fomentar la irresponsabilidad volviéndose a hacer cargo de las tareas encomendadas.