Existen características propias de hombres y mujeres que se hacen notar desde temprana edad, y es desde ese momento donde los padres deben fomentarlas, como parte importante de la educación de la afectividad.
En este escrito sólo nos ocuparemos de los masculinos, pues para las niñas tenemos otro artículo dedicado a ellas, ver aquí.
Nada tiene que ver esto con pretender criar hijos “machos”. El concepto real de masculinidad dista mucho de la filosofía machista. Más bien, la masculinidad es el modo de relación propio del hombre, que dada su naturaleza, es disparejo a la mujer, pero la maravilla es el complemento que surge de la unión de ambos; en definitiva para ello fueron creados.
Es así, que pese a los intentos de grupos ideológicos por equiparar las particularidades entre los dos sexos y formar hijos “unisex”, hay condiciones innatas imposibles de negar, es una batalla perdida. El Licenciado en Ciencias de la Educación José Antonio Alcázar Cano, explica:
“Mujer y hombre son diferentes: físicamente, afectivamente, intelectivamente… La sexualidad es un componente claramente determinante de la personalidad. Determina al sujeto a ser persona masculina o persona femenina; es decir, varón o mujer. Estructuralmente -no de modo moral- es la diferenciación mayor que se da en el individuo. Este modo de definición que abarca connotaciones fisiológicas, afectivas y de relación, es determinante para la realización personal de los individuos singulares.” *Algunos principios en la educación de la afectividad – José Antonio Alcázar Cano.
El trabajo del padre
Dentro de la educación de la afectividad, los expertos recomiendan que sea el padre del mismo sexo del hijo, quien tome la delantera en ciertos puntos. Esto no quiere decir que el otro progenitor no sea importante dentro de su proceso educativo, sino que, hay estrategias que funcionan mejor si son los padres quienes se las enseñan a los niños y las madres a las niñas.
La figura del padre es determinante en la transmisión del concepto de masculinidad a los hijos. Es él quien emite el modelo principal de imitación y según se le observe, el hijo adoptará las conductas, de ahí su trascendencia, pues será el punto de referencia. El hijo debe aprender del padre, el papel que ejerce el varón dentro de la familia, así como las actividades afines a su sexo.
Tanto el padre como la madre, deben ejercer un esfuerzo significativo en el campo de la educación de los afectos; en especial el hombre ejerce tres funciones principales. Mª Carmen González Rivas, Psicóloga de la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Psicología de la Familia, las describe así:
Primera función del padre: el aporte de identidad
Dar identidad a otro no solo consiste en decirle quién eres tú, sino decirle qué eres tú: un hombre como papá, o una mujer como mamá. Quiere esto decir que dar identidad supone necesariamente dar identidad sexual. El padre da a los hijos su masculinidad siendo él el prototipo de hombre y confirma a las hijas en su feminidad remitiéndolas a la madre.
Segunda función del padre: el aporte de seguridad
El hijo, al verse amado por su padre descubre que no tiene nada que temer de él, más aún, se da cuenta por su propia experiencia sostenida en el tiempo que esa presencia en principio amenazadora no solo no le hace daño, sino que le ama, le cuida y le protege, y no solo a él sino a su madre.
Tercera función del padre: la introducción del hijo en la realidad
El padre, propicia la salida del hijo del ambiente materno facilitando así su inserción en la realidad externa, en el dinamismo de la vida.
¿Cómo se enseña la masculinidad?
Pues bien, tal como se señala en la parte preliminar, la mejor forma es con el ejemplo que el niño ve en su hogar. No se trata entonces, de establecer charlas directas con el niño debido a su corta edad -aunque también es muy necesario-, sino que este aprendizaje se transfiere por las vías de la imitación. El hijo verá en su padre lo que es un hombre y en la madre lo que es una mujer, y en consecuencia, desarrollará su identidad.
Entre tanto, cabe señalar que “los padres deben enseñar a su hijo que la virilidad no se manifiesta ni se demuestra con rudeza, agresividad, mal carácter o falta de control sobre su propio genio.” *Encuentra.com
A la hora de enseñar la masculinidad, se recomienda que padre e hijo, compartan actividades juntos, como por ejemplo: un paseo en bicicleta, una tarde de pesca, un paseo en el campo, un partido de fútbol, etc. Estas actividades le permiten al niño formar su identidad y relacionar el rol del hombre.
Por LaFamilia.info