En un contexto laboral tan competido, es necesario que los jóvenes próximos a enfrentarse a la vida profesional, aprendan cómo desarrollar una entrevista de trabajo, de manera que se muestren seguros, respondan adecuadamente a las inquietudes del entrevistador y eviten comentarios que puedan generar una mala impresión.
La revista Eroski Consumer ha publicado una completa guía de las preguntas que aparecen con mayor frecuencia en las entrevistas laborales y la mejor forma de responderlas; las reproducimos a continuación:
¿Cuál cree que es su mejor cualidad? El candidato debe resaltar sus puntos fuertes. Aparte de ser sincero, conviene que se centre en las cualidades que estime que más valora el entrevistador, según haya podido percibir en su charla. Aunque depende del tipo de empresa y la actividad que realiza, las cualidades más valoradas son la responsabilidad, la seriedad en el trabajo, la creencia de que el cliente es siempre lo más importante, la facilidad para trabajar en equipo, la motivación o la disposición a trabajar duro. Ante todo hay que huir de la petulancia, pero sí mostrar el grado de autoestima justo.
¿Y su mayor defecto? No se debe pretender no tener ninguno, pero tampoco es conveniente exponer los más importantes. La solución más diplomática pasa por referirse a alguno irrelevante o exagerar algún punto fuerte. Por ejemplo, mencionar como defecto el ser, tal vez, «demasiado perfeccionista». Así se deja entrever una disposición a volcarse en el trabajo ofertado.
¿Cómo eligió sus estudios y por qué? Hay tantas respuestas a esta cuestión como estudios. Sin embargo, hay que intentar demostrar mucha coherencia en la exposición. La respuesta más adecuada es la de la «vocación»: se han realizado estos estudios porque llevarían al tipo de trabajo (que precisamente es para el que se opta en la entrevista) para el que uno se siente más capacitado, y que siempre ha querido hacer.
¿Cómo ha financiado sus estudios? Esta cuestión tiene por objetivo evaluar la capacidad de autonomía y la madurez del candidato. Conviene demostrar que se han realizado prácticas o trabajos de verano con el fin de financiarlos.
¿Por qué razón ha enviado su solicitud a nuestra empresa? Para responder a esto serán muy útiles las investigaciones que se hayan hecho sobre la empresa. Al interlocutor le gustará tener delante a alguien que conoce la empresa y que no ha escrito al azar. Así, en la conversación conviene deslizar algunos datos concretos sobre clientes para los que trabaja, planes de expansión o sus principales productos.
¿Qué sabe de nuestra empresa? No hay que lanzarse a dar un discurso sobre la misma. Se demuestra haberse interesado por ella diciendo: «he conseguido su informe anual (si existe), pedí que me enviaran su folleto comercial y para conocer sus balances he buscado en Internet…». Es aconsejable no profundizar demasiado en las afirmaciones ya que ello provocaría otras preguntas más puntuales.
¿Qué expectativas tiene en relación a su próximo puesto de trabajo? Hay que reafirmar las competencias técnicas, las cualidades y motivaciones, de manera que coincidan con el perfil del empleo propuesto.
¿Por qué motivos le gustaría trabajar en nuestra empresa? Hay que intentar enfocar la respuesta alrededor de motivaciones sanas y claras: la naturaleza del puesto, los miembros de la empresa que se conozcan, las perspectivas de la empresa, la calidad de los productos, la dirección… Conviene evitar dar estas respuestas: «porque su empresa es la número uno, porque tiene una buena reputación, o porque sus instalaciones son muy agradables», pues son respuestas simplistas que dicen muy poco de las verdaderas aspiraciones del candidato.
¿Qué piensa que puede aportar a nuestra empresa? Si esta pregunta se formula al principio de la entrevista, habrá que remarcar que «es difícil responder porque todavía no se conoce del todo el puesto de trabajo». Si la hacen al finalizar, se sabrá más acerca del puesto, por lo que es importante hacer hincapié en las capacidades de adaptación y proponer una estrategia concreta, como: «empezaré por observar y escuchar; después, de acuerdo con mi posición, decidiré las acciones que debo emprender».
¿Le gusta trabajar solo o en equipo? Si se contesta sin tener un conocimiento suficiente del empleo solicitado, se está perdido. Se puede decir: «me adapto a todas las circunstancias. Soy capaz tanto de aislarme para reflexionar, como de abrirme para trabajar en equipo».
¿Qué haría si estuviera en desacuerdo con algún superior? Esto es lo mismo que decir: ¿cómo reacciona ante una tensión o un conflicto? A esto se puede responder: «durante una conversación o una reunión, si mi jefe me pide mi opinión, se la daré, aunque no esté de acuerdo con él. Si por el contrario, no me pide mi opinión, se la expresaré posteriormente y le expondré entonces mis temores». De esta manera, se demuestra ser capaz de asumir las diferencias, pero siempre con tacto.
¿Si pidiera aumento de sueldo, cómo lo justificaría? Es importante evitar esta respuesta: «porque me lo merezco». Lo que hay que demostrar ante todo es el valor añadido, la contribución que se aporta a la empresa.
¿Cuáles son sus aficiones? ¿Qué hace en su tiempo libre? El entrevistador desea conocer al candidato un poco mejor. Es aconsejable, una vez más, resaltar las cualidades que se desarrollan en las aficiones y que pueden ser útiles para ejercer el puesto requerido. Y en el caso de que no se tenga ningún pasatiempo destacable, conviene explicar que se está dedicado plenamente al trabajo y a la familia. No hay que olvidar que lo esencial es demostrar que se tiene una vida equilibrada.
¿Tiene otras alternativas? ¿Ha realizado otras entrevistas? Lo más apropiado es decir que sí, pero sin dar demasiada información acerca de las empresas, y siendo muy preciso sobre la función. Es normal no citar el nombre de las empresas. Hay que concluir afirmando que las otras oportunidades interesan menos que la que se está ofreciendo en la entrevista, siempre que se argumente la respuesta.
Tiene una cita con su médico a las 12:00 horas. Ha tardado tres semanas en conseguirla. En el último minuto surge una reunión profesional urgente. ¿Qué hace? Ésta es una técnica de entrevista denominada «de situación»: el entrevistador plantea un problema y analiza la respuesta del candidato. En este caso concreto, conviene intentar ponerse en el lugar del director. Si yo fuera el director y me viese obligado a planificar una reunión urgente, ¿cuál sería mi reacción si uno de mis colaboradores me dijera que tiene una visita con el médico? Es una cuestión de matices: si la visita es por una grave enfermedad la respuesta es clara.
¿Cómo me evalúa como entrevistador? Es una pregunta peligrosa. No siempre es bueno decir la verdad: si se piensa que el interlocutor es un incompetente, no debemos decirlo. Se puede responder: «es una de las entrevistas más difíciles que he realizado. Dicho esto, comprendo muy bien el significado de sus cuestiones y lo que quiere saber de mí. Todo es normal».