El amor no basta para asegurar una vida juntos llena de felicidad. En la relación conyugal se interponen obstáculos que sino se identifican y se trabajan desde su raíz pueden amenazar la estabilidad matrimonial. Cuántas veces se oye decir entre matrimonios que han fracasado: “lo amo, pero no podemos vivir juntos”. He aquí algunos de esos ingredientes que sabotean el amor y ponen a prueba la armonía conyugal:
Posesividad: La persona posesiva vigila los «derechos» dentro de la relación y espera la conversión del otro en un objeto de propiedad, logrando que el otro pierda su identidad. En este extremo se desarrolla una relación amo-esclavo, un estado imposible de mantener para el poseedor o imposible de soportar por el poseído.
Celos: Es la sospecha, carga de resentimientos, de motivaciones e influencia de los demás, especialmente de personas del sexo opuesto; es una demanda de lealtad exclusiva. El celoso ve como amenaza los intereses exteriores (trabajo, hobbies, amigos, familiares) del otro. Los celos son un sentimiento que ofrece mensajes claros, como por ejemplo:
– «Cuando haces un compromiso sin consultarme, me siento dejada a un lado y sin derechos».
– «Cuando admiras a otra, lo haces a costa mía. Me estás diciendo que no estoy a su altura».
– «Cuando demuestras interés en alguien, se ve amenazado el lugar prioritario que yo ocupo en tu vida».
– «Cuando defiendes a tu madre o a un amigo en contra mía, me eres desleal».
– «Cuando trabajas en exceso, cuando te absorbes en tu colección de sellos, cuando te vas a pescarcon tus amigos, o insistes en ir a casa de tus familiares; siento que te interesan más otras cosas y otras personas que yo».
Concepto de ganador/perdedor en un conflicto: La vida en pareja también se ve saboteada cuando está ligada a la ideología de los contratos legales (un equilibrio básico de dar y recibir; es decir, brindo esto por aquello a cambio). Esta es la ideología de los adversarios
- Temores de hacer daño y salir lastimado: Estos temores actúan como una barrera para la autenticidad; un sabotaje a la comunicación; un cúmulo de quejas «menores» no resueltas. Este tipo de «protección» al otro es un camuflaje de los verdaderos sentimientos por temor a poner en peligro la relación; una auto negación para evitar ser herido.
Uso o abuso del sexo: El hacer uso de la masturbación como castigo deliberado o aislamiento del otro o como represalia por una ofensa o desconsideración, es una terrible arma de alienación y humillación.
La expectativa: «Si me amas deberías saber cómo me siento y no deberías preguntarme». Este es otro ingrediente de sabotaje en una relación. El amor no es una varita mágica que repentinamente nos da una visión completa del estado emocional del otro. Lo que el otro «debería» saber es cómo comunicar sus sentimientos.
Ingredientes de un amor realista
Según Bernhard Yetta, autor del libro «Cómo manejar conflictos de pareja», éstas son las características fundamentales de un amor realista:
Confianza y buena voluntad: Esto significa correr el riesgo de creer en un compromiso mutuo hacia la relación. Confiar significa arriesgarse a revelar cosas propias. Arriesgar que estas revelaciones no se conviertan en un «boomerang», que las confidencias no se vayan a utilizar en contra de uno mismo. Creer o actuar «como si» uno creyera que se dice realmente lo que se quiere decir. Aceptar que las «malas caras» no son intentos deliberados para molestar al otro sino puntos sobre los cuales trabajar. Aceptar las diferencias no como «mejor o peor», «bueno o malo», «correcto o equivocado» sino como conductas y actitudes diferentes que uno debe confrontar realistamente.
Manejar estas diferencias: Puede implicar también crear una tolerancia a la frustración por aquello que no puede cambiarse; negociar lo que se puede cambiar; perdonar los «arranques temperamentales» de uno mismo y del otro y convertirlos en procesos de aprendizaje por medio de la confrontación y el análisis crítico, para alcanzar una conducta más productiva.
La libertad de ser: Esto implica una responsabilidad total por uno mismo en la búsqueda de la identidad y en la validación como ser humano dentro de un proceso de crecimiento. Implica también establecer:
Autenticidad: Proporcionar mensajes claros, sin ambigüedades; evitar «jueguitos»; tener valor para arriesgarse a discordias y hostilidades temporales y saber manejarlas.
Transparencia: Correr el riesgo de ser abierto, de revelar el impacto del otro sobre uno; de volverse vulnerable al «otro» descubriéndole dónde nos duele más, confesando cuál es nuestro talón de Aquiles.
Poder: Volverse significativo para el otro, fijar limitaciones, establecer áreas de autonomía, hacer una declaración de derechos.
Zonas de Autonomía: establecer tiempo y lugar de estar solos para recargar las pilas; un momento de separación y libertad de la vida en común (personal y propio de cada pareja) para evitar sentirse aprisionado en la relación. Estos son los caminos para adquirir respeto por uno mismo, para aprender a valorarse y a apreciarse.
Fuente: Manual de funcionamiento del matrimonio (Red Asesores de Familia – Corporación CED)