Robert Kim Henderson es licenciado en Yale y doctorado en psicología en Cambridge, quien ha sacado un libro sobre su dolorosa infancia. Su historia resuena como un llamado a priorizar las necesidades de los niños sobre los deseos de los adultos, y su voz ofrece una perspectiva valiosa en la búsqueda de un cambio positivo.
Henderson no llegó a Yale y Cambridge por las rutas habituales. Llegó a través de una ruptura familiar, hogares de acogida y el ejército estadounidense.
En su libro, Troubled: A Memoir of Foster Care, Family and Social Class, relata su tumultuosa infancia. Su primer recuerdo es el de haber sido arrebatado a su madre drogadicta cuando tenía 3 años. El pequeño Robbie ingresó al sistema de cuidado de crianza de California. Estaba enojado, infeliz y marginalmente alfabetizado. Recuerda el estrés que rodeaba sus múltiples colocaciones: adultos poco confiables, abandono, comida limitada y un grupo de hermanos adoptivos temporales que, como él, iban y venían.
Cuando fue adoptado por los Henderson a los 7 años, apenas se atrevía a creer que esto sería permanente. Por primera vez, fue recibido por su nueva hermana, la hija biológica de los Henderson, que era tres años menor que él. “No más movimientos”, pensó. “Al darme cuenta de que mi hermana y yo no nos separaríamos, me llenó de una alegría inesperada” (p. 37). Su amor por su hermana brilla a lo largo de las memorias.
Sus padres adoptivos, quienes pensó que serían sus padres eternos, se divorciaron. Su mamá le explicó sus nuevas condiciones de vida. Su padre adoptivo siguió visitando regularmente a su hija biológica, la hermana de Rob. ¿Te imaginas ese tipo de recordatorio regular de rechazo, semana tras semana? Increíble.
La inestabilidad y la pobreza que acosaron la vida de su madre se extendieron a la vida adolescente de Rob. Esa época estuvo marcada por la violencia, el abuso de sustancias y la falta de escuela. “Poco a poco me di cuenta de que el camino que estaba siguiendo no tenía más que un final trágico y llegué a creer que el ejército era mi único salvavidas” (p. 161).
Se unió al ejército, lo que de hecho resultó ser la clave de su dramático cambio de fortuna. Participó en un programa en Yale para ayudar a los miembros del servicio militar a ingresar a la universidad. Al final, postuló a Yale y entró.
Mientras estaba en Yale, se sorprendió al ver que sus compañeros en Yale no solo provenían de hogares más ricos, sino que también provenían de hogares biparentales estables. Sus compañeros de clase profesaban oponerse al “patriarcado” y a los sistemas morales obsoletos que “privilegian” el matrimonio. Pero prácticamente planeaban replicar ese patrón en sus propias vidas. La observación de esta desconexión llevó a Henderson a desarrollar su importante teoría de las «creencias sobre el lujo».
El concepto de creencias sobre el lujo, según Henderson, son fantasías atractivas que tienen consecuencias negativas, pero no para las personas que las defienden. Las clases cómodas, incluidas las clases con educación universitaria, directivas y profesionales, mantienen y promueven estas creencias, pero nunca tienen que pagar el precio de la implementación de esas creencias. Los pobres como la familia de Rob Henderson pagan el precio. De hecho, se podría decir que la revolución sexual no es más que una serie de creencias de lujo.
En la conclusión de su libro, Henderson fusiona la historia de su vida con su teoría de las creencias sobre el lujo, señalando cómo estas ideas afectan las políticas públicas y las percepciones sociales.
“Para evitar la miseria, tenemos que admitir que ciertas acciones y elecciones son en realidad indeseables en sí mismas (parentalidad monoparental, obesidad, abuso de sustancias, delincuencia, etc.) y no simplemente necesitan una normalización” (p. 279). .
Henderson descubrió que su objetivo final no era simplemente cuidar de sí mismo. “Desde que me fui de casa, me había centrado en intentar escapar de mi pasado. Me esforcé por ser independiente para no tener que depender de nadie. Pero ahora, lo que más me importaba era convertirme en alguien en quien se pudiera confiar” (p. 288).
Los niños necesitan a sus padres. Por tanto, los adultos deben comportarse. Las élites de nuestra sociedad han inventado un elaborado sistema de creencias para justificarse mientras sacrifican las necesidades de los niños por los deseos de los adultos. Henderson aboga por reconocer la importancia del amor y la responsabilidad parental, desafiando las normas modernas de autonomía y autorrealización.
*Publicado en ncregister.com