El smartphone siempre está con nosotros, ya sea para leer noticias, hacer fotos o enviar mensajes a nuestros amigos. Pero, ¿cómo podemos influir cada uno de nosotros en este entorno? Algunas ideas en este artículo de Luisa Laval publicado en el portal Youth.
1. Transformar las redes desde dentro
¿Alguna vez te has puesto a pensar si estás dejando una huella positiva a través de tu red social? ¿Si tu contenido lleva a tus amigos a encontrar el bien y, al mismo tiempo, contemplar a Dios observando tu vida? ¿O es solo un ambiente para perder el tiempo, ver la vida de otras personas y consumir contenido superficial?
San Josemaría Escrivá dice que actuar con autenticidad cristiana significa trabajar para que en nuestra vida se perciba el bonus odor Christi (cf. 2 Cor 2, 15), es decir, el “buen olor de Cristo». Así, a través de cada una de nuestras acciones, quien se acerca a nosotros puede descubrir el rostro del Maestro, y este mensaje sigue vivo en el entorno digital.
El entorno digital es una «extensión» de la propia cotidianidad. Allí podemos mostrar las pequeñas cosas del día a día, la belleza de los lugares y de las personas, descubrir diferentes realidades y compartir momentos felices.
2. Redes sociales equilibradas
Sabemos que las redes sociales están llenas de novedades y estímulos y que un rápido vistazo a las últimas notificaciones se convierte de repente en minutos e incluso horas enteras muchas veces perdidas frente a la pantalla. Sin darnos cuenta, corremos el riesgo de volvernos dependientes de los contenidos de la red y desconectarnos de la realidad que nos rodea: estudio, trabajo, relaciones con la familia o los amigos…
Para salir de este círculo vicioso, podemos desarrollar hábitos saludables, que consisten en la capacidad de darle a cada cosa su dosis justa. En realidad, quienes llevan una vida equilibrada son aquellos “que no se dejan absorber por lo inmediato, sino que siempre logran ir más allá. Desarrolla una actitud abierta, atenta y silenciosa, que predispone a llegar al fondo de las cosas”.
Para crecer en esto, podemos pensar en qué puntos estamos fallando y establecer metas personales relacionadas con el uso de internet. Basta con comenzar con pequeños hábitos, como observar el tiempo de uso diario, definir qué redes sociales son necesarias, seleccionar los perfiles que seguimos y borrar lo que es “basura” en el móvil. En los momentos de descanso y antes de ir a dormir, un “detox” de pantallas puede ayudarnos a aprovechar al máximo nuestro tiempo y mantener la mente tranquila.
Además, podemos pedir ayuda en dirección espiritual, ya sea al sacerdote o a un amigo con más experiencia, para definir los mejores momentos para usar internet, cómo abordar los problemas o malentendidos que hayan podido surgir, o las iniciativas que podrían hacerse en este ambiente.
3. En línea en la oración y en las relaciones
Nuestro Padre Dios siempre está conectado con nosotros. ¡Qué no lo dejemos desconectado en nuestras oraciones! Como hijos de Dios debemos ser contemplativos: personas que, en medio del fragor de la multitud, sepan encontrar el silencio del alma en la conversación constante con el Señor.
San Josemaría reforzó que el silencio es como el portero de la vida interior, y en este sentido animó a los cristianos que viven en medio del mundo a tener momentos de mayor recogimiento, compatibles con un intenso estudio o trabajo. La oración pide que nos desconectemos de lo que nos pueda distraer y será oportuno apagar las notificaciones del móvil, cerrar aplicaciones en ejecución o eventualmente apagarlo por completo. ¡Es tiempo de mirar al Señor y dejar el resto en Sus manos!
Este silencio lleva también a estar atentos a los amigos y familiares, permitiéndonos estrechar nuestros lazos y disfrutar de la compañía de los que más amamos. Cuando estés en presencia de alguien, trata de evitar mirar la pantalla y estar 100% presente, con escucha activa y verdadero interés en lo que cada uno tiene que decir.
No olvides: ¡activa las notificaciones de conexión con Dios y el mundo real!