Entre el 28 de julio y el 3 de agosto, Roma se convirtió en el epicentro de la juventud católica mundial. En el marco del Jubileo de la Juventud, cerca de un millón de jóvenes de más de 140 países, se dieron cita en la explanada de Tor Vergata, a las afueras de la ciudad. Fue un festival de fe, música y actividades culturales que tuvo como figura central al nuevo papa León XIV.
El ambiente era vibrante. Desde la mañana del sábado 2 de agosto, los peregrinos se instalaron en el campo con mochilas, esterillas y banderas, cantando y rezando mientras esperaban. Muchos habían llegado caminando largas distancias, algunos desde ciudades italianas y otros en grupos organizados desde diferentes rincones del planeta. La explanada, que en el año 2000 ya había acogido la Jornada Mundial de la Juventud con san Juan Pablo II, volvió a llenarse de color y entusiasmo.
Una vigilia bajo el cielo de Roma
Al atardecer, el papa León XIV llegó en helicóptero y recorrió la multitud en el papamóvil durante unos 40 minutos, saludando y bendiciendo a los jóvenes que agitaban banderas y coreaban su nombre. El ambiente era festivo pero profundamente espiritual: cantos, momentos de silencio, testimonios y oraciones comunitarias marcaron la vigilia.
En su intervención, el Papa hizo un llamado directo a derribar prejuicios: “Hay que acabar con el estigma de que los jóvenes creyentes son ‘frikis’”. Les pidió ser testigos alegres de la fe y no dejarse encasillar por etiquetas.
Durante el evento, el papa alternó mensajes en español, inglés e italiano, e hizo apariciones sorpresivas que desataron ovaciones. También se reunió con “misioneros digitales” e influencers católicos, buscando reforzar la presencia de la Iglesia en las redes sociales y entre la Generación Z.
En un mensaje a los asistentes, alertó sobre los riesgos de los algoritmos que moldean opiniones y relaciones en línea, e instó a construir vínculos auténticos.
Un mensaje para tiempos difíciles
El pontífice invitó a los jóvenes a “aspirar a cosas grandes” y no conformarse con una vida cómoda o marcada por el consumismo. Los animó a buscar la santidad en lo cotidiano, a construir amistades auténticas y a comprometerse con la justicia y la paz.
También recordó que ellos son “el signo de que otro mundo es posible”, un mundo donde los conflictos puedan resolverse con diálogo y respeto. En un gesto de cercanía, mencionó especialmente a los jóvenes que sufren las consecuencias de la guerra en Gaza y Ucrania, y pidió oraciones por tres peregrinos: dos fallecidos durante el encuentro y uno que permanece hospitalizado.
La misa multitudinaria
El domingo 3 de agosto, el Papa presidió la misa de clausura del Jubileo de la Juventud ante la multitud reunida desde la noche anterior. En su homilía, insistió en que la verdadera plenitud no se encuentra en acumular cosas, sino en compartir y servir.
Su exhortación fue clara: “No se conformen con menos. Sean jóvenes que sueñan, que trabajan por la paz, que llevan esperanza a los demás”.
Un camino que continúa
Antes de despedirse, León XIV anunció que la próxima Jornada Mundial de la Juventud se celebrará en Seúl (Corea del Sur) en 2027, y animó a todos a prepararse desde ahora para ese nuevo encuentro. La noticia fue recibida con aplausos y gritos de alegría, especialmente por los grupos asiáticos presentes.
Un encuentro que dejó huella
El Jubileo de la Juventud 2025 no solo fue una gran cita religiosa; fue también un signo de que, en un mundo herido por divisiones y desánimo, la fe y la fraternidad siguen movilizando a millones. Bajo el cielo estrellado de Tor Vergata, miles de jóvenes oraron, cantaron y soñaron juntos con un futuro más justo y solidario. El Papa les dejó una misión clara: ser constructores de paz y sembradores de esperanza allí donde estén.