Cómo vivir la Cuaresma

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Sucede a menudo que los católicos queremos ser coherentes con nuestra fe y vivir como ella recomienda, pero a la hora de actuar nos desorientamos un poco. Aquí explicamos cómo vivir la Cuaresma en pleno siglo XXI.

Pascua: fiesta principal y más antigua del cristianismo

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Llamada «Fiesta de Fiestas», la Pascua es la fiesta principal del calendario litúrgico, por la alegría que nos causa a los cristianos el cumplimiento de las promesas de Dios al enviarnos al Salvador que rescató a la humanidad entera del pecado.

¡A celebrar la Pascua!

Catholic.net
 

La Pascua es la gran fiesta de los cristianos. Todo es nada en comparación de las fiestas Pascuales, en las que celebramos el sentido más profundo de nuestras vidas, el misterio de la vida eterna, que se hace presente en nuestras vidas cotidianas.

40 Frases del Papa para vivir la Cuaresma

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Desde el pasado miércoles de ceniza se inició la Cuaresma, un período de preparación para la Semana Santa. Estas 40 frases han sido parte de los mensajes que el Papa Benedito XVI ha trasmitido a lo largo de su pontificado con motivo de la Cuaresma.

Cuaresma: 40 días de oración y cambio de vida

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Con el Miércoles de Ceniza comenzó la Cuaresma, ese periodo de cuarenta días que concluye inmediatamente antes de la misa vespertina del Jueves Santo. En esta época, la Iglesia nos estará recordando constantemente la necesidad de purificarnos y de quitar de nuestro corazón todo aquello que nos aparte de Dios nuestro Padre.

Las mejores frases del Papa Francisco en la JMJ 2013

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05.08.2013

 

Con un clima de alegría y fiesta, finalizó el evento más multitudinario en toda la historia de Brasil; el Papa Francisco logró convocar a más de 3 millones de jóvenes de todo el mundo, además de los miles de fieles que desde la distancia también lo siguieron a través de las redes sociales y demás medios de comunicación.

 

El Papa Francisco motivó a la juventud, no sólo con su palabra sino con su actitud. Su carisma, simpatía, sencillez y cercanía, sobresalieron en toda la Jornada. El Papa también emitió numerosos mensajes contundentes, le habló a los jóvenes, a los religiosos, a los ancianos, a los políticos, a los más necesitados, a las familias. Estas son algunas de sus frases más memorables a lo largo de este inolvidable evento.

 

Los jóvenes

 

“Queridos jóvenes, sean auténticos «atletas de Cristo». Jueguen en su equipo.”

 

“Queridos jóvenes, aprendan a rezar cada día. Así conocerán a Jesús y le permitirán entrar en sus vidas.”

 

“Los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con Él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados”.

 

“Vayan, sin miedo, para servir”.

 

La evangelización es “llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo”. “Queridos jóvenes, Jesucristo cuenta con ustedes. La Iglesia cuenta con ustedes. El Papa cuenta con ustedes”.

 

“Es común entre ustedes oír decir a los padres: Los hijos son la pupila de nuestros ojos. ¡Qué hermosa es esta expresión de la sabiduría brasileña, que aplica a los jóvenes la imagen de la pupila de los ojos, la abertura por la que entra la luz en nosotros, regalándonos el milagro de la vista! ¿Qué sería de nosotros si no cuidáramos nuestros ojos? ¿Cómo podríamos avanzar? Mi esperanza es que, en esta semana, cada uno de nosotros se deje interpelar por esta pregunta provocadora”.

 

“El poseer, el dinero y el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices. Pero al final nos dominan y nos llevan a querer siempre más y a estar insatisfechos”. Así mismo propuso ir contra corriente en una “revolución copernicana, que nos quita del centro a nosotros y pone en él a Dios”.

 

Las familias

 

“¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!”.

 

“Los jóvenes necesitan ser escuchados. Tengan la paciencia de escucharles, se lo pido de todo corazón”.

 

Los fieles

 

“No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón; y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo: La paz de Cristo esté con ustedes”.

 

“El Evangelio no es para algunos sino para todos. No es solo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos”.

“Mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría.”

 

“Siempre puede haber espinas y piedras en la vida, pero les pido hacer un cachito de buena tierra en los corazones. Van a ver cómo germina”.

“Que desde la Amazonía hasta la pampa, desde las regiones áridas al pantanal, desde los pequeños pueblos hasta las metrópolis, nadie se sienta excluido del afecto del Papa”.

 

“Llevemos nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a la Cruz de Cristo”.

 

”Hemos de aprender a abrazar a los necesitados”.

 

Sacerdotes y religiosos

 

“No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el Evangelio.”

 

“Los obispos deben ser pastores cercanos a la gente, padres y hermanos con mucha mansedumbre, pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida”. “Deben ser hombres que no tengan ‘psicología de príncipes’”.

 

Dirigentes políticos

 

“El futuro nos exige una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza”. (En el encuentro con los dirigentes políticos).

 

***

 

Los números de la JMJ Río 2013

 

Los siguientes datos fueron divulgados por el Comité Organizador Local, el cual hace un balance sumamente positivo de la JMJ 2013:

 

– A lo largo de la Jornada, participaron presencialmente más de 3 millones de jóvenes, la segunda jornada más numerosa después de la de Filipinas en 1984 cuando más de 4 millones de jóvenes acudieron al llamado de Juan Pablo II.

 

– A la misa de apertura asistieron 600.000 personas.

 

– A la misa de clausura asistieron 3,7 millones de personas.

 

– La ceremonia de acogida del santo Padre el día 25, reunió a 1’2 millones de personas en la playa de Copacabana.

 

– En cuanto al Vía Crucis, llegó a 2 millones de personas el día 26. En la vigilia, cerca de 3’5 millones de jóvenes estuvieron presentes en Copacabana.

 

– Fueron 427 mil inscripciones de 175 países. Los peregrinos inscritos con alojamiento, fueron 356.400.

 

– Los países con mayor número de inscritos fueron Brasil, Argentina, Estados Unidos, Chile, Italia, Venezuela, Francia, Paraguay, Perú y México. Del total de inscritos internacionales, el 72.7% estuvieron en Brasil por primera vez y un 86.9% nunca había participado en una JMJ.

 

– Hubo más de 70.000 descargas en el sitio web oficial y más de 200.000 visitas. Facebook recibió más de 1,1 millones de seguidores y flickr superó 10.000 descargas.

 

– Para cubrir la JMJ Río2013 se acreditaron 6.400 periodistas de 57 países.

 

– Participaron 60.000 voluntarios.

 

– Se ubicaron un total de 100 confesionarios y se produjeron 4 millones de hostias.

 

– Entre los peregrinos inscritos, el 55% eran mujeres, el 60% de los participantes de entre 19 y 34 años.

 

 

Así es el Papa Francisco

ACI
14.03.2012

Jorge Mario Bergoglio, desde ahora el Papa Francisco, es un hombre sencillo, austero, de perfil bajo pero enérgica prédica, valiente defensor de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, amante de la música, la literatura y como buen argentino, del fútbol.

El Papa Francisco es el primer Papa de América, el primer hispanohablante, el primer jesuita en ser Pontífice y el primero en elegir el nombre del santo de Asís y del gran evangelizador de la Compañía de Jesús, San Francisco Javier.

Nació en Buenos Aires, capital de Argentina, el 17 de diciembre de 1936. Asume el Pontificado con 76 años de edad. Es uno de los cinco hijos de Mario Bergoglio, un ex empleado ferroviario, y Regina Sívori, ama de casa.

Se graduó como técnico en ingeniería química cuando descubrió el llamado a la vida religiosa y a los 20 años de edad ingresó a la Compañía de Jesús. Perdió buena parte de un pulmón debido a una enfermedad respiratoria y a los 33 años fue ordenado sacerdote. Goza de muy buena salud, gracias a la vida austera y rigurosa que siempre ha observado.

Fue superior provincial de los jesuitas entre 1973 y 1979, en plena dictadura militar argentina, tiempos violentos en los que debió reencauzar la misión pastoral de los jesuitas en el país. Su difícil labor mereció el reconocimiento de sus hermanos religiosos y le ha valido calumnias de parte de grupos extremistas.

En 1992, el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo Auxiliar de Buenos Aires. En 1997 lo nombró Arzobispo Coadjutor y el 28 de febrero de 1998 asumió el cargo de Arzobispo de Buenos Aires, sucediendo al Cardenal Antonio Quarracino. En el año 2001 fue designado Cardenal. Fue presidente de la Conferencia Episcopal Argentina durante dos períodos y en diciembre de 2011, al cumplir 75 años de edad, presentó su renuncia al cargo de Arzobispo, pero el Papa Benedicto XVI no la aceptó.

El Cardenal Bergoglio es conocido en su país por llevar una vida muy austera. Vivía solo en un departamento sencillo, en el segundo piso del edificio de la Curia, al lado de la Catedral, y fue un enérgico defensor de los argentinos durante la crisis económica y social que en el año 2001 derivó en la renuncia de Fernando de la Rúa. Se sabe que suele cuidar personalmente a sacerdotes ancianos y enfermos de la diócesis de Buenos Aires e incluso ha pasado noches enteras ofreciendo asistencia en los hospitales de su ciudad.

En esta fotografía, se observa al Cardenal Bergloglio besando los pies de un menor presuntamente enfermo. Según Yahoo!, ésta es una “de las imágenes más virales de la red” de las relacionadas con el nuevo Papa.

Siempre trató de mantenerse alejado de las cámaras y conservar un perfil bajo, en Buenos Aires viajaba en transporte público -metro (tren subterráneo) y autobuses- como cualquier sacerdote, siempre vistiendo sotana. Con frecuencia confesaba en la Catedral de Buenos Aires como un presbítero más, y ha tratado de no tener una gran exposición en los medios de comunicación.

Foto izquierda: mientras era Cardenal. Foto derecha: en su primer viaje como Papa (a la Casa Santa Marta luego del cónclave), prefirió ir en bus con todos los cardenales, y no en el auto oficial del Vaticano.

En sus viajes a Roma mantuvo este mismo perfil y era frecuente verlo con un sobretodo negro sin lucir la llamativa vestimenta de los purpurados. Cuando fue creado Cardenal, no se compró una vestimenta nueva, sino que ordenó arreglar la que usaba su antecesor el Arzobispo Quarracino.

Sus amigos aseguran que es un apasionado lector de Dostoievski, Borges y autores clásicos, gusta de la ópera, el tango y el fútbol. Es simpatizante del Club Atlético San Lorenzo de Almagro.

Cómo se debe defender un católico

LaFamilia.info
12.03.2012

Es frecuente ver ciertos debates en televisión planteados con hostilidad a la cosmovisión cristiana de la sociedad, y las dificultades de muchos de los representantes de la Iglesia en convencer a la audiencia con sus reflexiones. Por eso, Catholic Voices* ha propuesto diez principios básicos que debe interiorizar un católico que acude a un debate televisivo para exponer la fe:

1. Busca la intención positiva detrás de la crítica
En vez de pensar en los argumentos que se van a tener que rebatir, hay que pensar en los valores que están detrás de esos argumentos; buscar el principio ético cristiano (a veces escondido) que sostiene esos valores. ¿Qué otros valores (cristianos) está ignorando el que critica?

Los problemas acaban siendo neurálgicos cuando tratan de valores absolutos; los conflictos, como las guerras, surgen cuando esos valores se ven amenazados. Eso es lo que genera la mentalidad defensiva y el antagonismo. En lugar de caer en esta trampa, cuando se esté discutiendo piense en los diferentes valores en juego y en cómo se deben sopesar. Después, se debe reflexionar sobre cómo se puede, al principio de la discusión, unirse al valor que sostiene el que critica. Esto tiene un efecto cautivador y permite tener una discusión mucho más tranquila y considerada. Ya no es un guerrero en una batalla cultural de valores absolutos, sino alguien que aporta tolerancia y sabiduría a un problema contencioso.

2. Aporta luz y no calor
Como personas de fe, queremos arrojar luz sobre los temas difíciles: los temas ya son acalorados de por sí. Y también queremos que se vea, por nuestro comportamiento y manera de hablar, la Iglesia a la que pertenecemos y que nos ha formado. Cuando hablamos (y por la manera en la que hablamos), dejamos ver lo que queremos decir.

Si se acude a una discusión para aportar luz en vez de calor, el énfasis será completamente diferente. Habrá que escuchar con atención la opinión del otro por mucho que se esté en desacuerdo. Nuestro objetivo será dejar que entren rayos de luz sobre el tema, y así abrir la discusión, respetando el punto de vista del otro pero manteniendo el propio. Mantener la calma nunca falla.

3. La gente no se acuerda de lo que has dicho, pero sí de cómo les has hecho sentir
Intelectuales y teólogos: cuidado. La erudición es lo contrario a la comunicación, la cual se sirve de palabras sencillas para explicar ideas complejas. La finalidad no consiste en que tus argumentos sean lúcidos, sino en que tus palabras sean entendidas.

Por supuesto, es muy importante la verdad que hay en las palabras. Lo que nos proponemos al responder a preguntas o críticas no es más que a iluminar allá donde haya oscuridad o confusión. Pero no somos nosotros los que persuadimos; es la Verdad. Nuestra tarea consiste en servir a la Verdad lo mejor que podamos. Y cuando mejor servimos a la Verdad es cuando no intentamos “derrotar” al que se opone, sino lo contrario, buscamos actuar con civismo, empatía y claridad.

Así pues, evalúa, tras cada intercambio, según este criterio: ¿he ayudado a que los demás entiendan mejor la enseñanza o posturas de la Iglesia? ¿Y cómo les he hecho sentir: animados o derrotados? ¿Inspirados o acosados? ¿Con ganas de escuchar más o aliviados de que se haya terminado?

4. No cuentes, muestra
Solemos preferir una historia a una charla, y prestamos más atención a la experiencia que a los argumentos. Eso no quiere decir que no se deban utilizar argumentos. Pero siempre que se pueda, hay que complementarlos con ilustraciones: anécdotas sobre experiencias personales o situaciones hipotéticas que ayuden a “imaginar” lo que se quiere decir. En lugar de contar que la Iglesia ayuda a los que padecen el SIDA en África, hay que hablar de los hospitales y dispensarios en los pueblos más remotos del campo africano, donde las monjas cuidan de los pacientes en cabañas que se caen a trozos. No te sientas el portavoz de una compañía distante, sino un discípulo encantado de compartir historias.

5. Piensa en triángulos
Las discusiones pueden ser muy desorganizadas, deslizándose a ciegas cuesta abajo hasta que se nos olvida cuál era el tema principal. Es importante asegurarse que nuestra contribución sea concisa, clara y que no deje de lado a nadie. Hay que pulir las ideas reduciéndolas a los tres argumentos principales que se quieren proponer.

6. Sé positivo
Este es un principio básico de la comunicación y más importante aún cuando estamos argumentando el punto de vista de la Iglesia en contra de algo, lo cual puede ser común en la sociedad de hoy. La Iglesia se opone a muchas cosas, pero porque desea proteger y mejorar.

Casi todo lo que proclama la Iglesia lo hace porque quiere conducir a la gente, y a la sociedad en general, a la plenitud de la vida, la salud y la prosperidad sostenible. La Iglesia no es como un policía moral con cara de huraño; es más bien como la Madre Teresa, que se entrega a la gente olvidada y débil.

7. Sé compasivo
La compasión es la cualidad que debería distinguir a los cristianos, pero desafortunadamente, puede estar ausente en discusiones con un católico.

Aquellos que creen fervientemente en sus valores suelen sentirse frustrados cuando otros rechazan o ignoran lo que es tan importante para ellos. Sin embargo, ese sentimiento es esencialmente egocéntrico. Pretenden que otra persona entienda y valore lo que ellos consideran importante. Pero el que critica también tiene sus propios principios y puede que también se sienta frustrado si no se valoran.

Entramos así en un círculo vicioso. Ser compasivo, incluso en grandes discusiones, es esencial para salir de este círculo vicioso de reproche mutuo. Ser compasivo es poder entender esta furia y dolor, y así relacionarse con los demás como un ser humano a otro. Los que critican a la Iglesia se muestran particularmente sensibles al hecho de que los católicos aparezcan de forma sistemática repitiendo lo que les “dijeron” que debían pensar.

Para un Catholic Voice supone un reto constante evitar ser el frío e insensible representante de una institución humana distante. Hay muchas maneras de salir de esta trampa: hablar de tu propia experiencia, contar historias que muevan a la emoción, o dar ejemplos. Pero también puede ser que simplemente necesitemos saber escuchar y estar preparados para absorber la furia y el dolor que algunos sienten hacia la Iglesia; tan solo esto ya supone una herramienta de compasión completamente válida. Si es la primera experiencia que tienen de que alguien con fe les escuche, la compasión es el mejor testimonio que podemos ofrecer.

8. Ten datos preparados, pero evita actuar como un robot
Hay que partir de una buena preparación y tener datos que enmarquen la discusión. Pero las estadísticas pueden resultar abstractas e inhumanas, o simplemente una tapadera: se suele pensar que los políticos que hacen uso de ellas están mintiendo. Sobre todo, es relevante intentar que la discusión no se convierta en un ping-pong de estadística, un juego del que muchos pagan por alejarse. Si usas estadísticas, no te compliques. Asegúrate de que las cifras sean redondas, claras y que todo el mundo pueda entenderlas. Úsalas solo cuando realmente las necesites.

La crítica hacia la Iglesia suele estar fundamentada en citas erróneas o falta de comprensión global. Por lo tanto, es importante ir a la fuente y comprobar dónde se ha torcido la verdad o en qué parte se ha interpretado mal.

9. No se trata de ti
Para una buena comunicación es esencial aparcar el ego. No es que el crítico no te valore o no te respete a ti, sino a lo que tú representas. Tu miedo, timidez y defensiva son los productos de tu ego que se queja. Piensa en Juan el Bautista, un comunicador sin miedo; la fuente de su fuerza fue saber que él era la puerta por la que tenía que pasar la gente para llegar a Jesucristo.

Ahora pasemos a zanjar la cuestión de si tu intervención va a ser fantástica o espantosa. Es inevitable sentirse un poco nervioso antes de hablar en público, pero un exceso de nervios suele tomarse como una señal de timidez. Sin embargo, el ego nos engaña y nos hace pensar que nosotros somos el centro de la atención, lo que nos hace temblar por los nervios o hincharnos de absurdo orgullo. Respira hondo para calmarte antes de empezar y haz una pausa antes de responder a la pregunta. Por supuesto, la mejor forma de apagar los nervios es prepararse bien.

Rezar antes de entrar en un plató o de empezar un debate es vital: no solo para apagar los nervios y aparcar el ego, sino también para recordar para qué y para quién vas a hablar. Reza para que el Espíritu Santo esté contigo y hable a través de ti.

10. Vas a dar testimonio, no a ganar
Uno de los periodistas encargados de cubrir el viaje papal estaba descansando en Londres después de escribir sobre el segundo día de Benedicto XVI en dicha ciudad. En la mesa de al lado había dos mujeres que miraban sin demasiado interés el seguimiento en directo de la llegada del Papa a Hyde Park. Dos miembros de Catholic Voices estaban siendo entrevistados y comentaban, explicando con precisión y entusiasmo, lo que el Papa significaba para ellos, para los católicos y para el Reino Unido. También contaban por qué creían que el viaje en cuestión era un beneficio para la sociedad en general. Una vez hubieron terminado, una de las mujeres se giró y le dijo a la otra: “Bueno, parece que no todos están locos». El periodista nos dijo: “¡Habéis ganado el partido!”.

El poder de estas reacciones no es algo fácil de medir. Sin embargo, bastante gente que vuelve a la Iglesia después de muchos años o que decide interesarse por convertirse al catolicismo, suele alegar haber oído o visto a alguien decir algo que les causó impresión y seguía dándole vueltas en la mente. No obstante, no suele ser el resultado de una discusión brillante o de una frase bonita. Casi siempre se trata de una “reformulación”: un prejuicio o una preconcepción que es rebatida o incluso dada la vuelta. A esto lo llamamos “conversión”.

Este es el idioma de las batallas y ataques, de la guerra y la persecución. Hay algunos católicos a los que les gustaría levantar el puño en contra de los que atacan a un Papa que, según ellos, está siendo injustamente atacado en temas como la adopción por homosexuales o el abuso sexual clerical. Pero aunque tienen el derecho a defenderle y a explicar mejor las cosas, también deberían evitar formar parte del ciclo de acusación y defensa.

Y, como es bien sabido, nadie está más fuera de ese ciclo que el mismo Papa Benedicto. ¿Qué fue lo que hizo tras aterrizar en Escocia? Bendijo al país, agradeció su hospitalidad, besó bebés y derritió corazones. Dijo palabras fuertes, palabras provocadoras, a los que le escuchaban; pero eran palabras razonables, llenas de compasión y dichas con convicción. No daba órdenes, sino que hacía un llamamiento. Demostró compasión, empatía y verdadero amor. Por ese testimonio que dio de sí mismo, la gente del Reino Unido estuvo dispuesta a escucharle. Esa fue su victoria, el único tipo de victoria que tenemos que perseguir.

Sobre Catholic Voices*

Catholic Voices nació en el Reino Unido de la mano del periodista español Jack Valero y de Austen Ivereigh, tras comprobar el gran interés de las televisiones por cubrir el viaje de Benedicto XVI al país, y las dificultades de los portavoces eclesiales por transmitir el mensaje en el siempre difícil mundo del debate televisivo con formato más bien superficial.

Jack y Austen, ambos curtidos en el mundo de la comunicación, decidieron con otros colegas formar a portavoces católicos no oficiales, preferentemente seglares, para que pudieran ir a la televisión y dar un mensaje veraz y convincente sobre el viaje papal y la Iglesia.

En concreto, Catholic Voices toma como modelo al Cardenal Newman, beatificado por el Papa el pasado septiembre, el cual decía: “Quiero un laicado, que no sea arrogante, ni charlatán, ni polemizador, sino hombres [y mujeres] que conozcan su religión, que entran en ella, que saben dónde están, que saben lo que tienen y lo que no, que conocen su fe tan bien que pueden dar testimonio, que saben mucho de la historia que se puede defender. Quiero un laicado inteligente, bien instruido, […que…] entienda cómo la fe y la razón están cada una en la base y los principios del Catolicismo”.

La iniciativa de Jack Valero y de Austen Ivereigh tuvo tanto éxito, que su Catholic Voices se está implantando en otros países, además del Reino Unido, como España, México, Polonia, Costa Rica…

Fuente: religionenlibertad.com

Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012

LaFamilia.info
20.02.2012

El Pontífice ha manifestado en su mensaje para la Cuaresma 2012, que tiene como lema «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras», la importancia de “estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos”.

Reproducimos el texto completo del mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2012.

* * *

“Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras”
(Hb 10, 24)

Queridos hermanos y hermanas,

La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza valiosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.

1. «Fijémonos»: la responsabilidad para con el hermano.

El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse ajenos, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. Enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).

La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico Epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf.Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.

El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein— es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

2. «Los unos en los otros»: el don de la reciprocidad.

Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).

3. «Para estímulo de la caridad y las buenas obras»: caminar juntos en la santidad.

Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).

Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.