Cómo expresar el amor a los hijos
“Hemos desarrollado sistemas de comunicación que permiten que desde la tierra, el hombre hable con el hombre en la luna.
Sin embargo, a menudo una madre no puede hablar con su hija, un padre con su hijo, la clase obrera con la gerencia o la democracia con el consumismo”.
El amor es el motor que mueve el mundo
Todos necesitamos y anhelamos amor ¿a quién no le gusta ser querido y sentirse amado? Desafortunadamente esto es algo que hoy en día es escaso, sin embargo, es gratuito, no cuesta nada en dinero, pero si cuesta al expresarlo.
¿Cuántas veces al día, a la semana o al mes, usted le expresa el amor a sus hijos, no importa la edad que tengan, 1, 5, 10, 20 ó más años?. ¿Cuántas veces usted espera de su hijo(a) un abrazo, un beso, una caricia, una palabra de afecto y lo justifica diciendo: mi hijo(a) está muy ocupado(a) y no tiene tiempo, sus labores lo envuelven por completo?
No será más bien una justificación de lo que usted no ha hecho con ellos, del ejemplo no realizado, guardando en el fondo de su corazón el gran deseo de que eso se realizara, pensando para si, yo sé que me quiere y que bueno sería que un día me mirara a los ojos y me dijera: te quiero, me diera un beso, una mirada coqueta o pícara y luego se retirara suavemente. Repito, pregúntese cuántas veces usted lo ha hecho con ellos, no olvidemos que los hijos reproducen patrones, el ejemplo es el mejor MAESTRO.
Durante mucho tiempo se ha dicho que el amor se aprende, no es algo que nace espontáneamente, de lo cual estoy perfectamente convencido, la pregunta es: ¿quién nos enseña a AMAR?. Indudablemente el primer y más fuerte ejemplo es el de los padres. En muchas ocasiones sostenemos charlas con nuestros hijos de muchos temas, como la situación del país, las tendencias de la moda, la colección de carros, los deportes o algún tema en general, pero difícilmente, tal vez, nunca, sostenemos conversaciones de amor con nuestros hijos.
Pues bien, lo invito a que trate el día de hoy de entablar una charla de amor con sus hijos, es más, vaya más allá y exprésele en forma verbal que los ama, todo lo importante que son para usted; esta que es una tarea aparentemente sencilla, se vuelve difícil, las personas se sienten atadas, sin saber que decir, cómo decirlo y en ocasiones prefieren escribirlo que enfrentar al hijo y decirle: TE QUIERO. Es importante tener en cuenta lo que dice Leo Buscaglia: “aún cuando hemos aprendido que el amor no expresado es la causa primordial de nuestro dolor y de nuestros remordimientos”.
Ahora bien, en ocasiones algunos padres dedican más tiempo a unos hijos que a otros. Tengamos en cuenta que todos merecen el mismo reconocimiento y un papel importante en la familia, desde las más tempranas edades y por siempre; préstele entonces atención a sus hijos, respételes lo que dicen, escúchelos con atención. Esta es, con frecuencia, una de las mayores quejas de los jóvenes hoy en día, se está tan pendiente de brindarles cosas materiales y comodidades, que se ha olvidado de lo más importante, la comunicación íntima, hasta han llegado a sentir, dicen los jóvenes, que la verdadera comunicación con sus padres tiene un escaso valor.
La siguiente experiencia real nos lleva a reflexionar sobre el valor de la comunicación en familia: una joven se presentó a hablar con su profesor un día para contarle un problema que tenía; éste entonces le sugirió que le diera “la oportunidad” a sus padres de escucharla, a lo cual ella accedió sin ningún reproche y considerando que era una buena opción, sin embargo, a los pocos días regresó donde su maestro, desconsolada y abatida, diciéndole que sus padres le habían contestado: “no exageres”, “estamos seguros que tú puedes solucionarlo”, pero un tiempo después se enteraron que su hija estaba involucrada en problemas de drogas, a lo cual reaccionaron diciendo: ¿Por qué no nos habías comentado tus problemas?, a lo que ella respondió: ¿Por qué no me escucharon cuando lo hice?.
Ahora, pregúntese usted, ¿alguna vez mi hijo se ha acercado a comentarme algo y no le he prestado la importancia que él consideraba?
Por esto sugiero, que revivamos prácticas tan importantes, como el diálogo en familia, la reunión a la hora de la comida, por lo menos dos o tres veces a la semana, las cuales hoy en día han desaparecido porque prevalece la TV o la privacidad de las habitaciones, recuerda aquellos momentos en que entraba al cuarto de sus padres y se acostaba en su cama, esta era la mejor cama del mundo, es más, hoy en día todavía disfrutamos de esa sensación, pero con nuestros hijos no pasa lo mismo, porque se ha perdido la unidad familiar, no se comparten afinidades, lecturas, música, deportes y gran cantidad de actividades que se han dejado en el olvido. Cada uno tiene un gusto diferente y es entendible, esta situación genera en las familias la necesidad de conocerse y descubrir gustos afines que ayuden a rescatar la unidad familiar.
Estos momentos son especiales para la comunicación con nuestros hijos desde muy pequeños. No se nos olvide que las palabras que ellos escuchan desde temprana edad, son las que aprenderán y le servirán para interactuar. Si crecen escuchando, “SI”, “BUENO”, “TE QUIERO”, “AMOR”, estos serán los símbolos con los cuales establecerán relaciones; pero sucede que, aprenden a decir “no” antes que “sí” y con frecuencia “odio” en vez de “amor”.
Hablemos de otra oportunidad de enseñar amor a nuestros hijos, la llegada a casa, ya sea al terminar un día de trabajo, o después de un viaje, es más, la llegada a la finca en un fin de semana, el perro corre a saludarlo, usted juega con él, lo acaricia, le rasca la cabeza, porqué no hacer lo mismo con su hijo.
En una ocasión un niño de un grado inferior faltó al colegio después de un fin de semana; al preguntársele por el motivo de su ausencia, el niño me respondió: “Para mi papá fue más importante llevar el perro a la finca que traerme al colegio”. Si usted es consciente que un ser irracional merece su atención y cariño, ¿qué pasa con la atención y el cariño de sus hijos?
Aproveche la oportunidad que la vida le brinda para acariciarlo, mirarlo a los ojos y regocijarse en él, dígale algo como lo siguiente: he pasado tanto tiempo sin verte y me has hecho mucha falta, ría con él de la anécdota del día, pregúntele como le fue y reconozca sus éxitos; recordemos lo que sucede en las casas cuando los niños empiezan a mostrar avances, el niño(a) gatea y hay fiesta en la casa, da los primeros pasos y es el más grande acontecimiento celebrado por toda la familia, dibuja la primera letra y es motivo de publicación general, sus padres y hermanos lo aman y él lo percibe, por eso quiere ser agradable ante sus ojos.
En algunas ocasiones, las cosas no salen como el adulto quiere y le dicen: “no te quiero”, es decir, como sabemos del valor del cariño en una persona, se utiliza como fuente de amenaza y de inseguridad y no de crecimiento personal.
Por esto, los invito pues, a amar a sus hijos, de manera INCONDICIONAL. Acarícielo, béselo, abrácelo junto a su pecho, tomen una siesta juntos, juegue con él, no solamente cuando usted pueda, saque tiempo de sus ocupaciones, no se contente con llevarlo al parque para que juegue con sus amigos, él lo que más anhela es compartir con usted. Fomente su autoestima; un niño que aprende a ser valorado, protagonista de sus acciones a ser aceptado, a expresar sus emociones, sus gustos, es un niño que aprenderá a amar sin CONDICIONES, aprenderá a SER.
Estas son algunas sugerencias que usted puede poner en práctica para hacer sentir a su hijo amado.
Estas son algunas sugerencias que usted puede poner en práctica para hacer sentir a su hijo amado.
- No amenace, recuerde que la amenaza es un medio eficaz de formar niños inseguros.
- Dígale sus cualidades, pero no exagere.
- Deje que los niños asuman las consecuencias de sus actos.
- De vez en cuando llegue a la casa con una pequeña sorpresa, esa colombina que tanto le gusta, la chocolatina preferida, la manzana que tanto disfruta, un paquete de láminas para el álbum que está llenando, el afiche anhelado, la caricia- coqueta y cómplice acompañada de una palabra o un gesto de amor.
- Use ante todo un lenguaje positivo, no olvide, EL PODER DE LAS PALABRAS.
- No suponga que su hilo sabe que lo ama, dígaselo.
Programa Inspiración – Boletín No. 1024
BIBLIOGRAFÍA:
Buscaglia, Leo. Vivir, amar y aprender.
Buscaglia, Leo. Cómo amarnos los unos a los otros.
Educar para la solidaridad
La vida moderna, al parecer, nos asfixia con conceptos nuevos y antiguos renovados. Sin embargo, cuando se trata de aquellos conceptos relacionados con los que nos caracterizan como especie superior y única, bien vale la pena volver a ellos, reexaminarlos y readoptarlos.
Hablemos de solidaridad
El término como tal ha sido recientemente muy usado, especialmente por los medios de comunicación, por los políticos y por los sistemas educativos. No obstante, la necesidad del género humano va más allá de la acepción pura que dan los diccionarios, o los medios masivos de comunicación. Necesitamos que la solidaridad se convierta en un concepto unificador de subconceptos de gran valor tales como: la gratitud, la comprensión, la justicia, la tolerancia, la interculturalidad y la adhesión a otros.
Gestación de la solidaridad
Como todo principio o valor se gesta en la célula primaria de todo ser humano: la familia. Es allí, en donde aprendemos a amar, a dar, a considerar al otro, a cooperar. De otra parte, se encuentra la segunda entidad más importante para la formación en valores de los seres humanos: la escuela. Sin embargo, por obvias razones, hoy nos detendremos en nuestro quehacer como padres en el desarrollo de la solidaridad.
Las actitudes solidarias no aparecen meramente por el “saber” intelectual sino principalmente de la sensibilidad. La sensibilidad encaminada al ejercicio de acciones concretas que trascienda el sentimiento individual y que se convierta por que no en un proyecto cultural, Se trata de crear progresivamente una conciencia solidaria, nueva en nuestros niños que lleve a una transformación de los valores habituales y de las prácticas sociales hacia la toma de una postura e intervención oportuna a favor de aquéllos que lo necesitan.
Es decir, se trata de ayudar a construir unos valores y sobre todo potenciar acciones, las cuales permitan formar valores. El punto de partida es pues, aclarar tres conceptos fundamentales.
El sujeto de solidaridad: es aquel individuo que realiza una acción solidaria. Las acciones solidarias individuales pueden ser consideradas de alto valor de manera individual. Sin embargo, la necesidad exige la construcción de valores permanentes y colectivos, para la formación de una cultura colectiva iniciada en el seno mismo del hogar, para luego transcender en el ámbito local, nacional e internacional.
El objeto de solidaridad: Se puede ser solidario en niveles diversos, tales como con un familiar, un amigo, un vecino, con un desconocido, con la región, con una raza, con una nación que está desfavorecida por algún hecho o situación de condiciones inferiores y/o condiciones mínimas de los derechos humanos elementales.
Los factores que demandan solidaridad son de diverso tipo: la pobreza, la salud, la educación, la libertad, los derechos humanos, la participación, el uso y tenencia de la tierra, la discriminación de cualquier índole, los recursos naturales, la justicia entre otros.
Actividades que pueden contribuir a la formación del concepto
La vida familiar se caracteriza por el compartir momentos importantes generadores de diálogo, de sensibilidad y de amor. Dentro de estos espacios naturales y/o creados para tal fin se sugieren las siguientes actividades:
Confeccionar una tabla familiar que debe ser rellenada de manera individual y deberá ser socializada según hábitos familiares. Ejemplo:
FUI SOLIDARIO CON
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PORQUE
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- Escuchar en familia las noticias locales e internacionales y proponer un ejercicio sencillo en el cual los niños expresen algunas ideas solidarias para la resolución de la situación objeto de conversación y desde luego, traducirlas en acciones solidarias de acuerdo con las posibilidades de cada familia. Deberá enfatizarse en la idea que siempre hay una posibilidad y que esta demanda gran sensibilidad y en algunas ocasiones mucho esfuerzo.
- La lectura de textos se constituye en una herramienta crucial en la formación de conceptos. Se proponen las siguientes como modelo.
Lectura N° 1
“En un mundo que no sólo perpetúa sino que también aumenta la brecha de desigualdades sociales, la conciencia humana va abriéndose cada vez más a la exigencia de solidaridad, quizá la categoría ética que mejor sintetiza las aspiraciones de la humanidad en estos momentos. En efecto, ese hacerse responsable del otro, en una sociedad de relaciones asimétricas, sintoniza perfectamente con las aspiraciones de nuestro mundo”.
Lectura Nº 2
“Según los sociólogos, uno de los elementos más importantes para explicar el deseo de diferencia y de distancia de los jóvenes respecto a sus padres. es la difícil inserción laboral. Los jóvenes sostienen que el trabajo como elemento de autonomía respecto a los padres) es el valor más importante. Y el trabajo se les es negado en una sociedad que deja miles de jóvenes que no estudian. Hacen lo que pueden con las consecuencias sociales ‘ sociológicas que ello trae”.
Lectura N° 3
“El planeta dispone de recursos suficientes para alimentar con holgura a todos sus habitantes e incluso para afrontar un crecimiento poblacional sostenido durante cierto tiempo. Sin embargo, 540 millones de personas no ingieren en estos momentos los alimentos suficientes y más de 1 .000 millones, según el Banco Mundial, carecen de poder adquisitivo para garantizar una nutrición adecuada. La creciente desigualdad causará enormes migraciones, de modo que la inseguridad alimentaria se convertirá en la principal causa de tensión social y política de este siglo, según expertos de diferentes países reunidos en Barcelona para redactar una declaración universal de los derechos alimentarios del hombre”.
- Reflexionar en nuestros hábitos no solidarios cotidianos, proponiendo algún tipo de mecanismo para erradicarlos de nuestras familias.
No cabe duda que la necesidad mundial demanda seres solidarios internacionalmente para nuestra propia supervivencia y la paz mundial.
Reflexión
¿Qué sentimos al leer la siguiente canción? ¿En qué nos sentimos identificados? ¿Qué carencias notamos en nosotros? ¿Con quienes se es solidario en esta canción?
LA SOLIDARIDAD
Mantener siempre atentos los oídos
Al grito de dolor de los demás
Y escuchar su llamada de socorro
Es solidaridad.
Mantener la mirada siempre atenta
Y los ojos tendidos sobre el mar
En busca de algún náufrago en peligro
Es solidaridad.
Entregar por amor la vida
Es la prueba de mayor amistad
Es vivir y morir por Jesucristo
La solidaridad.
Sentir como algo propio el sufrimiento
Del hermano de aquí y del de allá
Hacer propio la angustia de los pobres
Es solidaridad.
Llegar a ser la voz de los humildes, convertirse uno mismo en mensajero del abrazo sincero y fraternal es solidaridad.
(Fragmentos de la canción).
“Llevadera es la labor cuando muchos comparten la fatiga”.
Homero
“Si puedo evitar que un corazón sufra, no viviré en vano; si puedo aliviar el dolor en una vida, o sanar una herida o ayudar a un petirrojo a encontrar su nido no viviré en vano”.
Emily Dickinson.
Una publicación del programa “Inspiración”.
Comportamientos agresivos en niños, jóvenes y adolescentes
Ante los cambios tan acelerados al interior del grupo familiar y social, surgen una serie de inquietudes que continuamente cuestionan a los padres de familia, ¿qué hacer con determinadas actitudes en los jóvenes? ¿Cómo tratar con el muchacho agresivo quien frecuentemente manifiesta actitudes poco acordes con los principios y normas que infundimos en casa?
Los expertos en salud mental buscan responsabilidades en el medio, en la televisión, la moda, o la sociedad. Sin embargo, después de examinar las aterradoras estadísticas del número de niños y jóvenes que presentan problemas emocionales serios que los llevan a tener un comportamiento agresivo en su entorno, o a ser hijos rebeldes, es necesario reconocer que aunque no se nos haya formado para tan ardua labor, esta responsabilidad en gran parte nos corresponde por el simple hecho de ser padres.
Por dónde comienzo
Uno de los primeros retos frente a la formación de nuestros pequeños tiene que ver con el gran cambio que sufrimos cuando nos convertimos en padres, en este momento sucede algo extraño y es que empezamos a asumir un papel «diferente». Esta gran responsabilidad nos presenta una nueva tarea y casi de manera inconsciente empezamos a sentir que debemos ser firmes en nuestros sentimientos, poco flexibles ante tanta altanería, o quizá con nuestra mejor intención pretendemos ser un buen modelo de autoridad, esto sin mencionar que algunas veces creemos que es necesario poner a un lado nuestra pedagogía y aplicar las sanciones disciplinarias que se requieran.
Todas esas intenciones son comprensibles y admirables, sin embargo casi siempre dan un resultado menos eficaz de lo que debería ser. Uno de los errores más frecuentes que cometemos al enfrentar las dificultades de nuestros hijos es olvidar que son seres humanos, personas reales con defectos y virtudes y como tal debemos enfrentar el reto de educarlos. Ellos por su parte, también son personas verdaderas con sentimientos y limitaciones personales. Es entonces un buen comienzo, reconocer su agresividad como un comportamiento que merece ser revisado al ser parte de la conducta humana, nunca para tomar medidas punitivas que irremediablemente pasarán a reforzar dicha actitud.
En segunda instancia, es importante aprender a reconocer los mensajes no verbales que respaldan el comportamiento de nuestros hijos, cada una de sus acciones tiene una razón de ser y el aprenderlas a interpretar nos puede colaborar a comprender determinadas acciones que a simple vista desconcertarán al más devoto de los padres, pero que en el fondo lleva un mensaje de búsqueda, de ayuda y de atención.
Primer paso: ¿El porqué?
Las diferentes características de los niños, los llevan a ser y a expresar sus comportamientos de formas muy variadas marcando una influencia en la personalidad y en la relación con los demás. Esto, querámoslo o no nos lleva a rotular al individuo dentro de un marco determinado. Por nuestra propia formación, existe la tendencia a observar solamente lo negativo en las conductas que desarrollan las personas y más aún cuando se trata de nuestros propios hijos. Sin embargo, es importante reconocer que las CONDUCTAS AGRESIVAS son manifestaciones de un estado interior, por tanto la manera como las enfrentemos afectará notable¬mente su reincidencia o la suspensión de las mismas.
Mi hijo es agresivo
Situación
Me preocupa que mi hijo es un alumno socialmente explosivo, violento, desafiante y algunas veces hostil. Generalmente tiene pocos amigos o amigos falsos porque suele mantener el liderazgo con brusquedad.
A nivel familiar se relaciona con los demás para conseguir lo que él desea y generalmente no se preocupo por las necesidades de sus hermanos. Es muy común que haga pataletas, o golpee a sus compañeritos. En varias ocasiones he sido citado por agresividad con los demás.
El caso citado anteriormente puede ser muy común en muchos niños, o adolescentes en su entorno escolar y familiar. El marco en que se presenta la situación no describe a un muchacho con conductas agresivas, por el contrario rotula y describe un individuo socialmente Agresivo.
Es entonces aquí, donde una posición objetiva, nos lleva o comprender dichas MANIFESTACIONES DE AGRESIVIDAD como una condición humana que puede ser corregido con el soporte y guía de sus padres y maestros.
Desde esta perspectiva es importante reconocer a qué nivel nuestro hijo está mostrando conductas agresivas a fin de orientarlo en el manejo de las mismas y de reorientar su manera de mostrar inconformidad y molestia.
Tipos de conductas agresivas
1. Agresividad verbal
Consiste en decir palabras o frases que humillan, descalifican o desvalorizan a otras personas.
El contenido del mensaje que se transmite, por lo general está cargado de resentimiento de tal forma que hace sentir mal a otras personas.
Los apodos, insultos, mentiras o palabrotas junto con las bromas pesadas, son un ejemplo común de este tipo de agresividad que desesperadamente busca llamar la atención.
2. Agresividad física
Consiste en manifestar descontento, desacuerdo o tratar de imponer sus deseos a través de la fuerza física, que hace dono o molesta a otras personas.
Es muy común que los niños pretendan solucionar sus conflictos sociales a través de la fuerza física, como dar patadas, pisotones, empujones, poner zancadillas, escupir, pellizcar, pegar, tirar el pelo, las orejas etc.
3. Agresividad gestual
Esta consiste en manifestar rechazo hacia lo que otra persona dice, hace o siente, para imponerse con gestos desagradables.
El dar la espalda, mirar por encima del hombro, sacar la lengua, hacer gestos con los dedos o el no contestar y mirar en forma desafiante pueden ser unas de las tantas conductas agresivas que se pueden detectar en este grupo.
Fases para modificar conductas agresivas en nuestros hijos
A continuación se describen los pasos que podemos llevar a cabo en la búsqueda de cambio de actitudes agresivas en nuestros hijos.
Reconocer
Una vez hemos logrado que el muchacho reconozca que el conflicto no se ha dado por el agente externo que produjo su ira, sino por la actitud de agresividad que él ha asumido frente a ella; podemos dar inicio al trabajo de modificación.
Asumir
Mantenerse tranquilo quizás sea uno de las conductas más difíciles de aprender, nuestro ejemplo juega un papel relevante al enseñarle al niño que a pesar de que es más fácil perder el control, tomar decisiones en momentos de ira nos pueden llevar a lastimar al otro irremediablemente.
Reflexionar
Detenerse a pensar antes de decir o hacer algo, también es una conducta que puede aprenderse. Sin embargo, la reflexión algunas veces debe guiarse con patrones de comparación como son las consecuencias. Bien, golpeaste a Pedrito porque tomó tu juguete, ahora debes asumir que el juego se suspendió, además de que él ya no querrá compartir más actividades hoy, contigo.
Detección del problema
Pedir a nuestros hijos que nos describan el problema y en forma muy sutil averiguar cuáles son sus sentimientos al respecto. ¿Cómo te sentiste?, ¿Cómo crees que se sintió el otro niño al ser golpeado?, ¿Qué pensaste al respecto?
Fijar un objetivoUna vez el problema haya sido identificado, es necesario que el niño fije un objetivo al respecto, para tal efecto es necesario que le pregunte ¿Cuál es el estado deseado de esa situación? Recuperar e juguete, pero para tal objetivo era necesario lastimar a Pedrito?
Pensar en muchas soluciones posibles
A partir de lo que nuestro hijo plantee como objetivo, ej: Recuperar el juguete que me quitó Pedrito. Podemos invitarlo a generar muchas alternativas de solución menos agresivas. Qué pudiste hacer para solucionar el problema de otra manera? ¿Qué otra cosa se te ocurre?
Practicar la solución elegida
Para ello es necesario que el niño, planifique paso a poso lo que va a hacer frente a las diferentes situaciones que le produzcan ira.
Problema _____________________ Solución____________________ ¿Resuelve el problema tu solución? __________
Evaluar los resultados obtenidos
Si los resultados son positivos, estamos comenzando un proceso largo pero productivo hacia la concientización, pero si son negativos es necesario replantearlo cuantas veces sea necesario.
Una publicación del programa “Inspiración”.
Disciplina con amor a cualquier edad, la fórmula perfecta
En los últimos años, se ha convertido para los padres de familia en una difícil tarea el mantener la disciplina en el hogar con la asertividad necesaria que esta requiere. Se entiende por «disciplina» el entrenamiento adecuado para desarrollar auto-control.
En determinado momento usted querrá que sus niños desarrollen su propia habilidad para guiar sus propias acciones y comportamientos, de una manera apropiada en todas las situaciones, inclusive cuando usted no esté presente. Esto puede hacerse únicamente si usted enseña poco a poco desde la niñez, haciéndolo con firmeza pero sin dejar de lado el cariño y el planteamiento de reglas claras y justas. Empiece cuando sus niños son aún bebés. Recuerde que el mundo es totalmente diferente de cuando usted era joven. Sus niños necesitarán aprender diferentes habilidades y destrezas.
Dirigir el comportamiento de sus niños es un trabajo un poco pesado, pero también es el trabajo más importante de la familia. Los niños necesitan su ayuda para aprender a comportarse. Recordemos que los padres somos los modelos para nuestros hijos e imitan todo comportamiento. La disciplina y supervisión cambian con la edad de sus niños. Los niños pequeños demandan más tiempo para guiarles en la manera de comportarse. Los niños mayores también necesitan de una guía, pero el tiempo y número de veces son menores cada día. Usted necesita disciplinar y guiar el comportamiento de sus niños de manera respetuosa, firme y real, inclusive si usted se siente ansioso y enojado. Evite hacerlo cuando se encuentre de mal genio porque podría lastimar el auto estima de su hijo.
Durante todas las etapas de desarrollo, los niños necesitan saber anticipadamente lo que se espera de ellos y los comportamientos que son inaceptables. Los niños pequeños no siempre entienden las palabras que usted habla, aunque les diga lo que espera de ellos; observe lo que pueden soportar. Recuerde que cuando el comportamiento y la atención del niño no contribuyen a la realización de alguna actividad, usted necesita intervenir. Por ejemplo, cuando lleve a sus niños pequeños de compras, mire cuidadosamente las cosas que son capaces de tolerar. Ir de compras es divertido por corto tiempo; luego los niños necesitan hacer alguna otra actividad. A los mayores, déjeles saber de antemano lo que espera de ellos. Recuerde traer libros, crayones, juguetes o cualquier otro artículo que les será de interés y los mantendrá ocupados. Estas actividades divertidas e interesantes, crearán la oportunidad de obtener comportamientos apropiados de sus niños.
¿Quién debe disciplinar?
- Padres
- Familiares
- Maestros
Todos tenemos la responsabilidad de enseñarles a los niños las reglas de comportamiento y las costumbres establecidas por nuestra sociedad.
La tarea de disciplinar es muy grande y compleja. En el proceso, los sentimientos están presentes, lo cual hace más difícil en ocasiones tomar decisiones.
Para disciplinar se requiere:
- Plan de Trabajo
Los padres deben especificar la conducta deseada. Es un trabajo compartido y con metas definidas. - Paciencia
El proceso no es fácil, ni se logra con rapidez. Es necesario tener calma hasta que se logre la conducta deseada. El niño necesita tiempo para aprender e interiorizar las reglas. - Consistencia
Se debe mantener lo establecido desde el primer momento, reforzando la conducta deseada y sancionando la no deseada. El variar le crea confusión al niño quien termina haciendo lo que desea. - Comprensión
Recuerde que es un proceso de aprendizaje, por lo cual es necesario entender los errores en la acción. Como se haga, determinará la actitud del niño durante este proceso. - Comunicación
Es necesario explicarles a los niños las razones buenas y malas de cada comportamiento. Ello les dará mayor conciencia de la acción realizada. - Respeto
Todos tenemos el derecho a ser tratados con respeto y dignidad. El niño que es respetado aprende a respetar. - Compartir
Ambos padres deben compartir la autoridad. No es saludable delegar la responsabilidad en uno solo.
Disciplina vs. Castigo
Muchos padres piensan que disciplinar es sinónimo de castigo, lo cual es incorrecto. El castigo es una forma ineficaz y dañina de disciplinar. La palabra disciplina debe ser vista como enseñanza, diálogo, orientación, dirección, refuerzo, reconocimiento, entre otros. El amor es lo que hace la diferencia entre castigo y corrección. Cuando los padres enfadados quieren cortar por lo sano y aplican la vara con ira, difícilmente logran corregir el error o la mala tendencia del niño. Cuando los padres pierden el control y aplican el castigo con palabras fuertes y con gritos, el niño puede quedar asustado de momento, pero interiormente no ha hecho ningún propósito de cambiar.
Mientras más se sienta amado un niño, más fácil es disciplinarlo. La razón es que un hijo tiene que identificarse con sus padres a fin de aceptar su orientación sin resentimientos ni hostilidad, sin hacer resistencia pasiva. Si el hijo no se identifica con sus padres, creará resentimiento, en lo que se refiera a la autoridad, se inclinará por entero a hacer exactamente lo opuesto a lo que se espera de él. Esa actitud se ha vuelto sumamente común.
Muchos padres, especialmente aquellos que no recibieron mucho amor en su propia niñez, tienden a pasar por alto la importancia de formar a un niño. Ellos consideran que la principal tarea de la paternidad es castigar en lugar de emplear otras formas más positivas de disciplina. Para que la disciplina sea efectiva, los padres tienen que mantener lleno el tanque emocional de sus hijos con amor.
Cuando un niño se porta mal, lo que ha hecho no debe ser tolerado. Sin embargo, si no sabemos lidiar con eso o somos demasiado ásperos o demasiado indulgentes, tendremos más problemas en un futuro con ese niño y esos problemas empeorarán según vaya creciendo. Si necesitamos disciplinar a un niño guiándolo hacia una buena conducta, el primer paso en ese proceso no es el castigo, hay que hablar con firmeza y cariño a la vez.
El punto de equilibrio de la disciplina
Históricamente cada cultura ha fijado expectativas de lo que se considera un comportamiento maduro y ha ideado medios a través de los cuales puede lograrse esto. Únicamente en este siglo hay gente que ha supuesto que los niños no necesitan disciplina. Este enfoque de «carta blanca» hacia la paternidad permite que los hijos hagan lo que se les ocurra, no produce hijos felices ni responsables.
Para alcanzar el punto medio en una buena educación, se debe tener claridad acerca de los valores que se quiere inculcar; establecer unas reglas sencillas y comprensibles para el niño, y transmitirías con afecto y firmeza. En el cumplimiento de estas se debe ser flexible, dentro de lo razonable; por ejemplo algunas reglas pueden servir para el más pequeño, pero no tienen la misma efectividad con uno más grande. Al mismo tiempo, se deben tener límites y estimular la capacidad para tomar decisiones, con el fin de que los hijos sean cada vez más autónomos e independientes. Para esto, los padres deben mantener una actitud firme, de autoridad con dignidad y respeto.
Para lograrlo es necesario:
- Ser siempre constante y consecuente en las exigencias disciplinarias.
- Explicar la razón de los límites que se le imponen cuando es posible hacerlo.
- Darle a conocer al niño lo que pasa cuando rompe las normas.
- Ayudarle a desarrollar el autocontrol.
- Explicarle los comportamientos que enojan a los adultos.
- Actuar rápidamente cuando se porte mal sin permitir que el problema aumente.
- Ser consistente. Ponerse de acuerdo con los otros miembros de la familia en los métodos de disciplina. De esta forma el pequeño siempre sabrá qué pasa si no sigue las reglas.
- Evitar el conflicto de poderes. La disciplina no es un juego en el que hay un ganador y un perdedor.
- Respetar al niño y permitirle no estar de acuerdo en algunas ocasiones.
- Darle sugerencias positivas y estimularlo para que tome decisiones.
«La disciplina implica la larga y vigilante tarea de guiar a un niño desde la infancia a la edad adulta.»
Bibliografía
LÓPEZ, María Helena. Tareas sin peleas, Intermedio, Colombia, 2003.
MARTÍNEZ, Baudilio. Educar con límites, Alfaomega-Norcea, México, 2003.
WHITE, Elena G. de. Conducción del niño, Asociación Publicadora Interamericana, México, 2004.
FELDMAN R., Jean. Autoestima para niños, Alfaomega-Norcea, México, 2003.
Inspiración: PROGRAMA PARA LA FORMACIÓN DE PADRES
Una publicación del programa “Inspiración”.
Las relaciones conyugales y su influencia en los hijos
«Si en la pareja hay armonía, los niños crecerán en un ambiente sano». Hay varios componentes que caracterizan a una pareja armónica. El primero y fundamental es el amor. El amor es la base sobre la cual se construye la vida conyugal. Cuando el amor se enfría o desaparece, la vida de la pareja se resquebraja.
El amor trae consigo la felicidad, el buen humor, el deseo de vivir y de transmitir esa alegría a los que nos rodean, especialmente a los hijos. Una pareja feliz se nota en los gestos, en la mirada y en su forma de actuar.
Cada uno de los miembros de la pareja debe tener la libertad suficiente para elegir y decidir qué es lo que quiere hacer, y ambos deben intentar que se realice. El hecho de que uno de los dos se sienta frustrado, o que por culpa del otro no pueda realizar lo que verdaderamente quisiera, provoca un resentimiento que, a la larga, perjudicará la vida común.
Poder compartir plenamente la vida con su cónyuge, comentar, participar de los problemas y alegrías del otro, hacen que la vida de pareja alcance su plenitud. Todo esto ayuda a una buena comunicación.
Es importante que ambos discutan los criterios educativos que se aplicarán a los hijos. Deben llegar a un acuerdo y no deben contradecirse en presencia de los hijos.
La familia tiene una función importante: la función educadora, que sólo se puede desarrollar de manera armónica y progresiva, si existe una relación igualmente armónica y progresiva entre los cónyuges.
¿En qué se reconocen los hijos de una pareja armónica?
Podemos describir a un niño sano, de una pareja armónica, de la siguiente manera:
Es equilibrado: no presenta demasiados altibajos en su comportamiento, y exterioriza sus emociones normalmente.
Es sociable: es capaz de relacionarse con los que lo rodean. No presenta una timidez excesiva, ni agresividad marcada o irritabilidad.
Presenta un desarrollo armónico: va adquiriendo las características que corresponden a cada edad. Crece en todos los aspectos: físico, social, afectivo, intelectual y moral, de manera normal y tranquila.
Tiene un buen rendimiento escolar: el niño aprende fácilmente, no tiene trabas ni bloqueos que impidan el aprendizaje.
Suele ser maduro afectivamente: sabe cómo relacionarse con las personas que lo rodean. Soporta las frustraciones que se le puedan presentar, y resuelve situaciones que a veces son conflictivas.
No suele tener problemas de lenguaje: aprende a hablar a su tiempo. No tartamudea y se expresa correctamente.
No siempre se dan todas las características anteriores en un niño sano psicológicamente, hijo de una pareja bien constituida. Todo padre debe reflexionar acerca de ellas, porque son los objetivos de la educación de los hijos.
Todos hemos aceptado el principio de que no hay amor más grande que el de los padres por sus hijos, pero basta con la observación cotidiana, para evaluar lo grande que también es el amor de los niños por sus mayores. Es un amor absoluto y feliz, sin reservas ni angustias. Un amor hecho de confianza y adoración, de fe en la perfección de la persona que se ama.
Esto se da en niños pequeños para quienes el mundo es un lugar de juego, poblado de seres infalibles que saben nutrir, abrigar, mimar, curar los males, enseñar muchas cosas, resolver las dificultades, apartar lo que lastima, elogiar, y a veces castigar.
Esta maravillosa confianza subsiste hasta que el adulto lo traiciona y el niño lo advierte. Aparece entonces, la primera mentira del niño, aunque sea pequeñísima, dictada por el recuerdo de un castigo no comprendido o desproporcionado, y más tarde el primer secreto confiado a un amigo y no a los familiares, a quienes ya se teme o se desconfía.
En el niño, estos cambios se producen poco a poco, y sin que él mismo se dé cuenta. Pero no faltan las desilusiones violentas y reveladoras, cuando advierte, por ejemplo, que los adultos discuten con frecuencia, que se complacen en pequeñas intrigas, y que hablan mal de personas, que no obstante, son queridas y simpáticas.
El niño comprende mucho más rápido y de manera profunda, y sufre con más intensidad de lo que comúnmente se cree, mientras que los padres lo consideran demasiado pequeño para entender sus conversaciones y discusiones.
Cuando las preocupaciones son el tema dominante de las conversaciones, cuando la actitud de los mayores se vuelve tensa, y el ambiente familiar se satura, el niño se siente confuso y culpable de vivir.
Con frecuencia se emplea, en presencia del niño, un lenguaje excesivo, melodramático, que le da la impresión de que él es un peso y hasta un ser indeseable. No es raro escuchar expresiones como: “Vete a tu cuarto. Mamá y yo tenemos que hablar”. “Los niños no deben oír las conversaciones de los mayores”. “Yo no puedo salir, debo quedarme en casa a cuidar a los niños”. “¡Qué cansancio!. Estos niños me agotan”.
Es indispensable que los niños sientan a su alrededor una atmósfera de felicidad, y sepan que ésta se debe a ellos, a su presencia. Los niños no solamente tienen necesidad de alimento, sino de todo un clima de afecto y seguridad, que normalmente proporciona el amor recíproco y visible de los padres. Por lo tanto, es evidente que la primera víctima de los conflictos conyugales, es el hijo.
Entre las situaciones más penosas para el niño, se encuentra la separación de sus padres. En el plano afectivo, las consecuencias del divorcio son evidentes. Los hijos de parejas separadas suelen tener problemas educativos y de afectividad.
Hay otras situaciones que afectan a los niños, como son las compensaciones y defensas de sus padres frente a los conflictos de pareja. Por ejemplo, el olvido, las actividades sociales muy frecuentes, la ocupación profesional exagerada y la huida en el alcohol.
RECORDEMOS… son los padres con sus actitudes, los que más van a influir a la conducta y la personalidad del niño, puesto que son los que, en primer lugar, constituyen el medio en que se desenvuelven los niños.
Si efectivamente son las conductas de los padres las que más influyen en el niño, es evidente que educar a un hijo es igual a educarse a sí mismo, nunca se debe discutir delante de los hijos, ni lanzar expresiones que puedan resultar confusas o dolorosas para el niño.
Inspiración
PROGRAMA PARA LA FORMACIÓN DE PADRES
Una publicación del programa “Inspiración”.
La comunicación efectiva entre padres e hijos
Tu hijo lleva horas frente a la televisión, lo miras, mueves la cabeza y vas y te colocas entre él y la T.V.. Ya lo has intentado de varias formas: enojado, comprensivo, bromeando y una vez más le vuelves a decir — ¿A qué horas vas a hacer la tarea? — entonces tu hijo dice que te quites, que sí, que ahorita va, que hoy no le dejaron ninguna tarea, que te calles porque el programa está muy interesante o que lo dejes en paz.
Cómo ser tierno y firme sin ser autoritario ni tampoco consentidor; en qué momento decir sí o decir no. El padre o madre de familia encontrará en esta nota una guía que le ayudará en la tarea de formar a los hijos, en el diario oficio de ser padres.
En nuestra sociedad, como en gran parte del mundo, existe actualmente una crisis de autoridad dentro de la familia. Esta crisis tiene unos efectos graves: por un lado, deteriora el papel de la institución familiar como núcleo básico de la organización social. Por otro lado, perjudica la formación de niños y jóvenes para una vida adulta provechosa. Esta debilidad formativa, a su vez, inhabilita a los jóvenes de hoy para educar a sus propios hijos acentuando un progresivo deterioro en cadena hacia la decadencia de la sociedad.
Para evitar esta catástrofe, es necesario el ejercicio correcto del principio de autoridad. Cuando los padres no logran marcar límites claros a sus hijos, dejan de cumplir su obligación de transmitirles una imagen positiva con perfiles bien definidos. Este incumplimiento priva a los hijos de la guía que buscan y necesitan de sus mayores: puntos de referencia, modelos de conducta y aprendizaje.
La autoridad paterna cumple una función educativa cuando se ejerce con cariño, estímulo y paciencia. La ausencia de estos requisitos esenciales la convierte en un autoritarismo.
Diferentes corrientes de pensamiento han contribuido a debilitar la autoridad de los padres. Las ideas materialistas, impulsaron que el hombre es bueno por naturaleza, sin embargo lo pervierte el proceso de socialización.
Ha incidido también la aplicación parcial de aspectos de la sicología, especialmente la insistencia en que reprimir a los niños es causa de traumas posteriores. Este concepto ha ambientado una tolerancia casi total en la conducta de los niños, contrariando la realidad de que su formación exige lo opuesto.
Los niños necesitan y buscan normas, criterios y modelos claros en sus padres. El ejercicio de la autoridad en forma asertiva y responsable contribuye decisivamente en la educación de los hijos por sus padres dentro del núcleo familiar.
La autoridad asertiva significa la permanente puesta en práctica de los derechos y obligaciones mutuas entre padres e hijos, de manera equilibrada y flexible. Si los padres cumplen con sus obligaciones, éstos perciben de manera clara los límites de sus derechos y los alcances de sus obligaciones en las diferentes etapas de su formación y crecimiento. Este equilibrio se logra exclusivamente a través del ejercicio paterno de la autoridad. La ausencia de esta lo convierte en un barco a la deriva. Pero la autoridad asertiva es la forma que ayudará al hijo en la formación de su personalidad.
El concepto latino de auctoritas significa sostener para crecer. La autoridad se ejerce cabalmente en función de la libertad. La autoridad favorece que la libertad individual no coarte las libertades colectivas ni las de otros individuos.
La educación con personalidad significa:
- Hacer valer eficazmente los derechos propios al mismo tiempo que respetar los derechos de los hijos.
- Lograr que los hijos perciban v entiendan el mensaje de sus padres, incluyendo sus deseos y emociones en el proceso de la comunicación.
- Tomar decisiones sobre lo que corresponde hacer con respecto a los hijos y llevarlas a cabo sin cambios de posición.
Lo anterior conlleva la responsabilidad de producir el mensaje que más ayude a la educación de un hijo en una situación determinada, transmitirlo en la forma adecuada, o sea, con eficiencia, tomar decisiones para asegurar su cumplimiento y asumir las consecuencias de ese cumplimiento.
La formulación vaga de la posición paterna o la marcha atrás en el cumplimiento de una decisión son negativas en el proceso educativo. Si la indicación no es clara, comprensible y directa, el hijo se sentirá menos inducido a cumplirla. Si el padre o la madre anuncian una decisión, pero luego dan marcha atrás, el niño absorberá el mensaje ineficaz de que tiene margen para eludir el cumplimiento, tanto en ese momento como en casos futuros.
Todas las personas se dividen en tres grupos de acuerdo con la respuesta que dan ante una situación que involucre alguna forma de conflicto:
INSEGUROS: No logran valer eficazmente sus derechos, necesidades y afectos. Valen más los derechos de los demás. Actitud sumisa.
AGRESIVOS: Imponen sus derechos sin tener en cuenta los derechos de los demás. Actitud dominante.
CON PERSONALIDAD: Logran hacer valer eficazmente sus derechos, teniendo también en cuenta los derechos de los demás. Dicen lo que piensan, saben decir que no (asertivo). Actitud flexible y firme a la vez.
Esta división no es categórica sino dinámica y cambiante, muchas personas se verán reflejadas en más de uno de esos grupos según sean las situaciones en que padres e hijos interactúan.
El concepto de asertividad se aplica en forma permanente en la relación diaria de los padres con los hijos. El diálogo y la comprensión de sus sentimientos estimulan la mejora en su comportamiento y su integración social, es decir, la actitud en su relación con los demás dentro y fuera del núcleo familiar. Debe tenerse en cuenta que su función de principales responsables de la educación de los hijos implica la actitud educativa-asertiva.
Por ejemplo:
Sus dos hijos se molestan continua¬mente entre si. Discuten, se fastidian mutuamente y llegan a pelearse. Usted ya ha probado separarlos, tener charlas con ellos, entender razones, pero los conflictos continúan. El tema ha llegado a hacérsele insoportable. ¿Qué se puede hacer?.
La madre trabaja todo el día y necesita que su hijo adolescente colabore con algunas tareas de la casa. El se niega e insiste en que odia hacer mandados.
Ante situaciones de este tipo, los padres deben desarrollar conductas específicas para asegurar que los hijos le escuchen. Existen formas para manejar más positivamente las situaciones conflictivas y hacer entender a los hijos que los padres representan la autoridad. Esto significa que los hijos deben respeto a los padres porque hay entre ambos un vínculo jerárquico y de amor simultáneo. Para ayudarles a comprender, se les puede transmitir mensajes del siguiente estilo:
«Te quiero demasiado como para dejar que te portes así.
Tu problema de comportamiento debe terminar y estoy
dispuesto a hacer lo necesario para que te des cuenta que hablo en serio».
Hay que tener presente que también se demuestra la autoridad cuando se es capaz de estimular y reforzar positivamente los cambios problemáticos que van manifestando y cuando se tiene la entereza de reconocer los propios errores.
Como forma de enfrentar las dificultades que se pueden presentar resulta de gran utilidad desarrollar tres capacidades claves en el ejercicio de la autoridad:
- Hablar claro
- Respaldar las palabras con hechos
- Establecer reglas de juego
1. Hablar claro: significa la forma más conveniente de expresarse para asegurar que sus hijos lo escuchan. La comunicación asertiva requiere de los padres que hablen en forma adecuada, utilizar algunas simples técnicas no verbales para reforzar las palabras, saber cómo manejar las discusiones y la frecuente actitud argumentativa de los niños y reconocer las buenas conductas.
2. Respaldar las palabras con hechos: para todos los niños, los hechos son más elocuentes que las palabras, porque les demuestran claramente y sin posibilidad alguna de duda que usted no se limita a hablar sino que también ejecuta las acciones correctivas cuando es necesario. Estas acciones deben ser planificadas previamente por los padres, para estar listos a responder con hechos.
3. Establecer reglas de juego: Cubre la respuesta sistematizada de los padres a la conducta inadecuada de los hijos cuando la comunicación asertiva y el respaldo de palabras con hechos no han sido suficientes. El establecimiento anticipado de las reglas del juego les informa a los niños claramente y de antemano, que tal conducta impropia y específica, provocará inevitablemente tal respuesta específica de los padres.
Ahora bien, explicaremos la forma efectiva de comunicarse con sus hijos a través de la educación con personalidad. Para que esta educación tenga éxito es necesario aplicar sus técnicas en forma permanente, sin interrupciones o debilidades. Si la primera etapa del sistema, o sea, la comunicación asertiva, basta para mejorar aceptable¬mente la conducta de los niños, no es necesario recurrir a las otras etapas más severas.
Pero si la primera etapa (hablar claro) no es suficiente y uno o más hijos persisten en conductas malas, deberá recurrir ordenadamente a las acciones que corresponden a la segunda etapa; y luego, si aún es necesario, a las de la tercera.
Para comunicarse de una manera clara y efectiva existen cuatro técnicas:
- Adecuado lenguaje asertivo
- Mensajes sin palabras
- Manejo de las discusiones
- Reconocimiento de buenas conductas
1. Adecuado lenguaje asertivo: la experiencia ha demostrado que cuando los padres están resueltos a que sus hijos con mal comportamiento se comporten como es deseable, se dirigen a ellos con asertivas frases directas. Esta actitud es útil y correcta, y se refleja en mensajes claros de los padres como por ejemplo:
«¡Quiero que ordenes tu dormitorio en este momento!»
«¡Deja de molestar a tu Hermano añora!»
Tales mensajes directos y asertivos no dejan duda en la mente de sus hijos sobre lo que usted quiere exactamente que hagan y cuando.
Cuando hable con sus hijos sea concreto. Evite frases vagas e imprecisas como «se bueno» o «pórtate como un niño de tu edad», que reflejan apenas la expresión de un deseo, pero no transmite la instrucción precisa de un mensaje claro y firme. Así que emita frases como las siguientes:
«María, la cena está lista. Ordena tu cuarto enseguida y en diez minutos vienes a sentarte a la mesa”.
2. Mensajes sin palabras: Para transmitir al niño su mensaje aseverativo, claro e inequívoco, es necesario complementar el uso de las palabras con la forma adecuada de expresarlas. Si cuando usted le ordena a su hijo que arregle su cuarto, «¡YA MISMO!», lo hace gritando y con enojo, le mostrará un descontrol autoritario que torna negativo el resultado del mensaje. Para que su instrucción tenga buen efecto, es tan importante lo que le dice a su hijo y la forma en que se lo dice.
Para lograr ese mejor resultado y que las palabras adecuadas tengan mayor fuerza de comunicación tenga en cuenta:
- No pida algo ni dé una orden gritando.
- Hable siempre en torno firme, pero calmado.
- Transmita su tranquilidad al dar una orden o instrucción, lo cual le comunicará al niño que usted controla la situación.
- Siempre hable a sus hijos mirándolos a los ojos. El contacto visual es fundamental para la comunicación humana.
- Utilice gestos no intimidatorios, por ejemplo, con sus manos, para dar mayor énfasis y fuerza a sus palabras. En muchas ocasiones, la mano de un padre sobre el hombro del niño tendrá más peso y significado que las palabras.
3. Manejo de discusiones: Existen formas básicas para manejar las situaciones que se presentan cuando los hijos, en vez de obedecer una orden, responden con diferentes tipos de argumentos que intentan plantear una discusión:
- Técnica del disco rayado: El nombre de la técnica refleja el hecho, suena como un disco que repite siempre lo mismo, una y otra vez. hasta que logre la penetración y aceptación de su mensaje sin caer en la discusión. Cuando aprenda a hablar como un disco rayado será capaz tanto de expresar lo que quiere como de lograr que el mensaje penetre. Al mismo tiempo, aprenderá a ignorar los esfuerzos de su hijo para desviarlo del tema y envolverlo en una discusión que usted no podrá ganar.
- Técnica del banco de niebla: Busca conseguir que los hijos no lo saquen de sus casillas, haciendo oídos sordos a sus actitudes y argumentos provocativos, cuya finalidad es hacer que los padres pierdan el dominio de si mismos y de la situación
- Técnica de interrogación negativa: Cuando sus hijos le hacen críticas agresivas están buscando sacarlo de sus casillas. Dé respuestas que neutralicen la agresión y esto se esfumará, especialmente si ha logrado llevar al niño a la verdadera razón de su hostilidad y presentarle una solución.
- Técnica de la extinción: Hay un principio psicológico que establece que todo estímulo que no es respondido, se extingue. Cuando no se responde ante un reclamo inade¬cuado de los hijos, habrá inicialmente una explosión de llanto para captar la atención y forjar una respuesta favorable. Luego esta se irá extinguiendo poco a poco.
- Técnica del tiempo fuera: Consiste en cortar el comportamiento inadecuado de un niño separándolo del entorno o de la situación inconveniente donde se produce su mala conducta.
4. Reconocimiento de buenas conductas: A menudo, los padres no perciben la importancia del elogio y otra forma de aliento cuando los hijos se comportan adecuadamente. Es importante tener presente que el buen estado emocional de los niños requiere que tengan confianza.
Respuestas paternales usuales como: ¡Que bien! o ¡Que lindo!, son asertivas, pero a veces dichas como al pasar, con poco énfasis y escasa penetración, lo cual las torna insuficientes. Cuando sus hijos se comportan de modo adecuado, usted tiene que estar presto para reforzarlos mediante el reconocimiento.
El reforzador demostrará al niño que usted aprueba y aprecia su mejor comportamiento. No acepte el mejoramiento de la conducta del niño como algo normal, natural y sobreentendido y que, por tanto, no requiere un reconocimiento especial. Al contrario, la demostración de que usted se alegra y aprecia el comportamiento adecuado le comunicará al niño tanto el cariño corno el sentido de justicia de un padre.
Inspiración
PROGRAMA PARA LA FORMACIÓN DE PADRES
Una publicación del programa “Inspiración”.
Cómo corregir los comportamientos indeseados
Un cuestionamiento común en los padres actuales es, cómo corregir las actitudes que no consideramos aceptables en nuestros hijos: castigarlos físicamente, hablar con ellos, combinar las dos anteriores, prohibirles algo de lo que más les gusta, no permitirles salir el fin de semana, dejarlos solos en casa. ¿Ha probado usted la mayoría? o ¿todas estas alternativas? y ¿aún no sabe qué hacer?; pues efectivamente sus hijos no han cambiado el comportamiento indeseado, se ha dado cuenta que en ocasiones funciona momentáneamente, pero no pasa de eso, la conducta se repite inexorablemente.
Es una realidad; la conducta inadecuada sólo cambia por un espacio de tiempo, que en ocasiones es corto cuando utilizamos medios de corrección como el castigo físico, la cantaleta, los insultos y las prohibiciones.
El castigo físico: educar bajo la ley del temor
El castigo físico es una manera clara de abuso y violencia contra nuestros hijos; no se nos olvide que los niños son lo que los padres hemos hecho de ellos, son el resultado de lo que causamos y hemos permitido que se forme en ellos.
Usted por ejemplo, podría quejarse que su hijo es desobediente y se ha preguntado ¿por qué mi hijo es como es?. Es usted quien lo educa, entonces ¿quién lo ha dejado ser desobediente?. El castigo es la forma más fácil de OBLIGAR a que un niño sea obediente, además, se justifican con frases como las siguientes: “yo fui educado así y no me he traumatizado”; “mis padres me corrigieren con mano fuerte y por eso soy quien soy”. No se nos puede olvidar que los tiempos cambian y que en ese momento la alternativa de los padres era esa, pero hoy en día existen otras. No se puede criar a un hijo bajo la ley del miedo y el temor, es un gran error.
El regaño reiterado
Hay padres que por el contrario no les gusta castigar físicamente a sus hijos, porque son conscientes del daño que les hacen y entonces utilizan otro sistema, el del regaño continuo; los insultan, los avergüenzan, los ridiculizan, los rebajan, reniegan de ellos y hasta los amenazan. Esto en ocasiones, por no decir siempre, les hace perder autoridad frente a sus hijos y lo más importante, hasta el respeto. La cantaleta, es claro que no sirve para transformar una conducta no deseable, puede llegar incluso a reforzarla.
Órdenes y obediencia
Se ha preguntado ¿por qué su hijo no le hace caso?, será que la orden no es justa e incluso se recriminan acciones que sería bueno fomentar, como por ejemplo: jugar con amigos, explorar, permitir la curiosidad, dejar que haga preguntas.
Las órdenes absurdas pueden llevar a un niño a ser una persona apática, sin interés, sin fuerza de voluntad y sujeto a lo que los demás le permitan y hasta le programen; no tendrá iniciativa y su AUTOESTIMA y AUTONOMÍA se verán profundamente afectadas.
¿Cómo actuar?
En este momento usted se preguntará ¿entonces qué hago?. No olvide qué tipo de personas quiere formar, qué conductas o comportamientos deseamos que nuestros hijos desarrollen. ¿O no se lo ha preguntado?. Esta es una buena oportunidad para empezar a tener claridad al respecto.
Aquí surgirán una gran cantidad de respuestas, dependiendo de cada familia, algunas de ellas muy comunes; entre otras encontramos las siguientes:
«Que mis hijos sean independientes y responsables de sus actos».
«Que se puedan relacionar con los demás y resolver sus propios problemas y se interesen en los de los demás».
La lista podría continuar, pero sería muy larga, lo esencial es que tengamos claro cuáles son los comportamientos que esperamos de nuestros hijos y es nuestra obligación como padres ayudarles a alcanzarlos.
Por eso, es importante corregir a tiempo las acciones que no llevan al logro de dichas metas, ojo…, corregir, no es sinónimo de castigar.
Métodos para corregir la conducta indeseada
Para cambiar una conducta no deseada, debe emplearse un método que esté en relación con el bienestar del niño; si esto no sucede se debe descartar.
Es fundamental que haya acuerdo entre los padres, especialmente en los siguientes aspectos:
- ¿Qué comportamiento quieren erradicar?
- ¿Cuál es la causa?
- ¿Cómo lo podemos hacer?
A cambio debe existir otra conducta, esta es la base de la corrección. ¿Cuál es la nueva conducta que deseamos?, ¿Qué refuerzos aplicaremos a la conducta que deseamos?.
Recordemos que refuerzo es lo que permite que algo se repita, por tanto, el refuerzo positivo es el que busca una conducta positiva, como por ejemplo: prestar atención, cumplir lo prometido, exaltar lo positivo, reconocer los esfuerzos.
Para lograr la efectividad en la tarea de la corrección es necesario que pongamos en ella buen humor, mucho AMOR, paciencia, inteligencia y un alto grado de COMPRENSIÓN.
La pregunta que cabe hacer aquí es:
¿CORRIGE USTED A SUS HIJOS O SIMPLEMENTE LOS CASTIGA?
Miremos el siguiente caso:
Pedro es un niño que a la hora de dormir, grita, patalea y llora largamente, no le gusta quedarse a oscuras en la habitación. ¿Se le quitará el miedo dictándole que no parece hombre, que es un miedoso?, ¿Dejará de llorar, si se le pega cada vez que llora por lo mismo?
Después de pensarlo mucho, los padres de Pedro deciden trabajar en rectificar el comportamiento del niño. El método empleado es el siguiente:
Primero: deciden charlar con él en la habitación, a la hora de acostarse.
Segundo: apagan la luz, pero permanecen en la habitación charlando hasta que se duerma.
Tercero: permanecen en la habitación con la luz apagada, pero solamente le hacen compañía.
Cuarto: Disminuyen la frecuencia de permanencia en la habitación.
Quinto: ya no están en la habitación, pero de vez en cuando se asoman por entre la puerta.
Es importante aclarar que estos pasos no se llevan a cabo en un solo día, algunos deben tomar inclusive varios días.
¡Ahora, manos a la obra! Intenten inicialmente con un comportamiento que consideren fácil de modificar; los resultados pueden demorar, lo importante es la constancia. Aparentemente es sencillo, pero requiere de mucha paciencia; la satisfacción del resultado es el estímulo que les permitirá continuar con el propósito.
“El niño no es una botella que hay que llenar, sino
un fuego que es preciso encender”
Montaigne.
Inspiración
PROGRAMA PARA LA FORMACIÓN DE PADRES
Una publicación del programa “Inspiración”.
Confiar o no confiar: he ahí el dilema
Sería una necedad no aceptar que por muchos años hemos sido formados en una cultura de la desconfianza. Antes que enseñarnos a confiar y tener fe en nuestros semejantes, incluso los más cercanos y ligados a nuestros afectos, hemos sido formados para dudar y sospechar de ellos.
«No reciba ayuda de personas extrañas» “Si un desconocido o extraño le ofrece orientación y ayuda, rechácela”. Tristemente estos son avisos que fácilmente podemos encontrar en un cajero automático, en centros comerciales o en una terminal de transportes.
Sospechar de los demás, sobre todo si no los conocemos, parece ser la mejor arma para protegernos de todos los peligros, pero resulta que esta condición que nos impone la sociedad cada día con mayor vehemencia, adquiere cada vez más la connotación de un virus contagioso y arrasador que ataca los cimientos de las relaciones interpersonales y contamina el ambiente donde ha de disfrutarse de la convivencia social y la solidaridad humana.
Que este fenómeno se de como consecuencia de la descomposición social, una de cuyas expresiones de delincuencia en sus distintas manifestaciones, resulta comprensible, pero lo que si nos debe llamar a la reflexión, es que se haya vuelto común y socialmente aceptable que en el centro educativo el maestro no confíe en su alumno, que no se crea en su palabra y que igualmente en el hogar los padres no crean en sus hijos o que la relación de pareja transcurra matizada por momentos o ciclos de intensa incredulidad o conflictivas sospechas.
Desconfiar es un rasgo característico de nuestra naturaleza humana; no creer en el otro y por lo tanto exigirle a toda hora justificación y evidencia de sus actos, es un sentimiento negativo arraigado a nuestra cultura que tenemos que erradicar por cuanto no es ni pedagógico ni formativo fundamentar las relaciones intrafamiliares o escolares en la incredulidad y la sospecha. Por bien de la misma formación de nuestros hijos, debemos saber delimitar hasta donde ellos están justificando una conducta con el recurso de la falsedad y la mentira o hasta donde nuestra actitud de malestar y enojo obedece más bien a sospechas infundadas y al hábito de la desconfianza que ya tenemos inconscientemente incorporado.
A todos nos gusta que nos crean, que confíen en nosotros, que nos hagan reconocimientos, pues con ellos incrementamos nuestra autoestima y reafirmamos nuestra confianza. Es por ello que resulta ser una experiencia desagradable sentir que se desconfía de nosotros, que se pone en duda nuestra credibilidad y buena fe. La desconfianza niega toda demostración de afecto y lastima lo más profundo del ser humano cuando lo aplicamos con la misma intensidad para todo el mundo o lo que es peor, cuando la utilizamos como recurso para ejercer el mando o crear precedentes de autoridad: “soy el padre; soy el maestro; soy el jefe, entonces tengo legítimo derecho a desconfiar de quienes están bajo mi mando o tutela”. ¡Falso paradigma que tenemos que eliminar…!
¿Qué es la confianza?
Confiar es creer, es tener seguridad en la otra persona. Es aquel auténtico sentimiento por el cual miramos y tratamos al otro con cierto grado de seguridad, agrado y transparente simpatía. La confianza nace de los profundo de la personalidad; emerge de la relación abierta y sencilla con la otra persona; aumenta la comunicación permanente; se consolida en las pruebas y se marchita con las reservas y los silencios.
Para que haya confianza hay que conocer, respetar, compartir, pero sobre todo amar a la otra persona que es objeto de nuestra confianza. Es entonces, un sentimiento que se va construyendo gradualmente en la diaria convivencia. A través de nuestros actos nos ganamos la confianza o perdemos el derecho a que los demás crean en nosotros.
Ahora bien, si por la intensión y naturaleza de sus actos cada individuo construye el nivel de confianza que los demás le tienen o le niegan, tenemos entonces un excelente programa formativo para desarrollar con nuestros hijos: fomentar en ellos la honestidad y rectitud en su actuar diario para que sean dignos de crecer en ellos.
Es fácil identificar la estrecha relación que existe entre autoestima, clima de confianza y auto confianza. Si alrededor de nuestro hijo no creamos un clima familiar y escolar de verdadera confianza, es inútil pretender que él alcance un nivel deseado de autoestima y de seguridad en sí mismo. Nuestros hijos necesitan que permanentemente les demos muestras que sí creemos en ellos, que creemos en su palabra y que a pesar de sus errores y equivocaciones, creemos en sus capacidades.
Educar en la confianza no es un problema de retórica ni un proyecto pedagógico pensado para que se quede definido en los libros de las buenas intensiones de los psicopedagogos. Es un modelo de formación que podemos poner en práctica diariamente y de una manera muy sencilla: deleguemos en los hijos cuantas veces podamos aquellas responsabilidades que estén en condiciones de asumir; asignémosles tareas que puedan realizar ellos solos sin nuestra presencia fiscalizadora; demostrémosles que estamos haciendo votos de confianza en sus capacidades y honestidad.
Confianza en los hijos
Una madre de familia un poco preocupada se preguntaba “¿…pero si permito que mi hijo que apenas tiene catorce años de edad adelante esa gestión en que hay dinero de por medio y él llega a flaquear en su honestidad y comete una ligereza, no seré acaso yo la culpable de su indelicadeza por haberle facilitado la ocasión para que lo hiciera?”.
No le temamos al error; no nos exasperemos cuando la respuesta de nuestro hijo no esté al nivel de nuestras expectativas. Si lo estamos formando con amor y responsabilidad estas molestas experiencias serán pasajeras. Equivocarnos, fallar, cometer errores, es un derecho que todos tenemos en razón a nuestra naturaleza y muy especialmente cuando atravesamos por las etapas de maduración y desarrollo como son la niñez, la pubertad y la adolescencia. Lo deseable es que sepamos convertir dichos errores en una valiosa experiencia y oportunidad no para la recriminación y la censura sino para el aprendizaje, la tolerancia y el crecimiento personal.
Cuando delegamos o involucramos a otra persona en un proyecto o empresa, le favorecemos su desarrollo como ser humano y le permitimos su crecimiento como persona. Si actuamos así con nuestros hijos y a pesar de sus equivocaciones les demostramos que seguimos confiando en ellos, no sólo les estamos dando una clara demostración de confianza sino que también sembramos en su mente y en su corazón semillas de autoestima, de autoconfianza y seguridad en sí mismos que habrán de germinar más tarde en actos de verdadera autonomía.
¿Qué es la confianza mutua?
- El clima necesario para una buena comunicación.
- La esencia de la comunicación.
- La base para una auténtica amistad.
- Compartir las propias vivencias y experiencias.
- Fe firme en uno mismo, en la otra persona y en su relación.
La confianza mutua, es otro de los secretos de la felicidad de la familia, revelado por aquellas que crecen sanas, vigorosas y unidas, pero desafortunadamente este secreto lo poseen muy pocas familias. Lo que abunda en cambio, es el miedo, la mentira y la desconfianza.
¿Cómo conseguirla?
La confianza mutua es el resultado de un proceso de comunicación que comienza al compartir las “pequeñas cosas” de cada día –primer paso- y culmina con la revelación de la propia intimidad y secretos. Naturalmente, esto no sucede en un día.
Otra cosa que hay que tener en cuenta, es que la confianza no se puede exigir. Tiene que ganarse. Si uno desea la confianza de otros –y en nuestro corazón todos lo deseamos-, uno debe empezar por confiar.
Una trampa en la que solemos fácilmente caer es la de “para no preocuparle… no se lo digo” y a continuación, mentir. Es lo peor que uno puede hacer. Cuando el otro se entere de la verdad, la confianza mutua se convertirá en un imposible.
Si todos estamos dispuestos a recibir “pequeñas confidencias”, no siempre lo estamos para escuchar las grandes revelaciones o secretos personales.
Tenemos que prepararnos. “El confiar delicadamente y el saber recibir las confidencias y secretos, es un arte relacionado con hábitos de prudencia, dominio de sí mismo, justicia y fortaleza.” (Gabriel Calvo, Pbro. Energía Familiar).
Indicadores de un clima de confianza familiar
El siguiente listado de conductas que se dan al interior del hogar tanto por parte de los padres como de los hijos, nos puede servir para que identifiquemos si existe un apropiado clima de confianza.
Signos de confianza | Signos de desconfianza |
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Proyecto familiar para fomentar la confianza
Si como padre mantenemos ante los hijos una imagen de justa nobleza, equilibrio y suave energía que les ayude a crecer y a encontrar apoyo, tendremos asegurada la adhesión de sus corazones, lo cual es ya una gran ventaja para cautivar y conservar su confianza. He aquí un plan básico para hacernos merecedores de ella.
- Lo primero es cumplir con lo esencial de la paternidad.
- Es fundamental ponerse en actitud de ayuda y de apoyo, incluso cuando llegan los momentos difíciles.
- Tenemos que demostrar con hechos que estamos preparados para olvidar, comprender y perdonar cuantas veces sea necesario.
- Siempre decir lo que sentirnos y sentir lo que decimos y no molestarnos cuando los hijos lo hagan.
- Evitar a toda costa las susceptibilidades y las sospechas.
- Flexibilizar la disciplina, adaptándola a las circunstancias (edad, sexo, motivaciones, etc.).
- Multiplicar las ocasiones de encuentro y esparcimiento que tanto favorecen la intercomunicación espontánea.
- Evitar las amenazas superficiales, sobre todo aquellas que constituyen desahogos momentáneos y que con toda seguridad no van a cumplirse.
- Delegar, asignar responsabilidades sin asumir actitudes fiscalizadoras o conductas recriminatorias frente a posibles errores.
- Evitar toda aquella afirmación, comentario o alusión negativa, descalificadora o peyorativa sobre nuestros hijos.
Inspiración
PROGRAMA PARA LA FORMACIÓN DE PADRES
Una publicación del programa “Inspiración”.
La familia y la escuela ¡jamás van contrapuestas!
Estas fueron algunas de las frases que pronunció del Papa Francisco durante el evento “La Iglesia por la Escuela” que se realizó en días pasados en Italia.
Colegios enseñan a sus alumnos a «buscarse la vida»
Hace pocos días se publicaron los resultados del informe PISA -Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes- el cual, como su nombre lo indica, presenta el estado del sistema educativo y del alumnado de varios países.