Ni en las aulas, ni en los pasillos, ni en el gimnasio, ni en el laboratorio, ni en el campo de fútbol, ni en los lavabos, ni en secretaría, y por supuesto tampoco en el despacho del director o la directora…
El Gobierno británico estudia prohibir por completo el uso de los móviles en los colegios ingleses, sin excepciones y en todas las etapas educativas.
La idea, planteada por la ministra de Educación, Gillian Keegan, en la conferencia anual del Partido Conservador en Manchester, ha sido recibida con enorme escepticismo por el gremio de maestros y educadores. No porque el objetivo no sea válido, sino por las enormes dificultades para implementar la medida. Y el hecho de que la inmensa mayoría de los colegios ya tienen sus propias disposiciones en ese sentido.
La idea no convence a los maestros, para quienes el principal problema es la falta crónica de inversión
Con el fin de diferenciar claramente sus políticas de las de la oposición laborista de cara a las elecciones del año que viene, el gobierno tory de Rishi Sunak ha aprovechado su congreso para lanzar una andanada de iniciativas en todos los campos. En materia educativa, propone establecer un bachillerato inglés, hacer obligatorias las matemáticas hasta los 18 años y prohibir los móviles, en la línea de las recomendaciones de un informe de las Naciones Unidas que dice que fomentan el bullying y los acosos sexuales, perjudican la estabilidad emocional de los niños y los adolescentes, y afectan negativamente al aprendizaje.
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“La prohibición que sugiere el Gobierno plantearía más problemas que soluciones –señala Paul Whiteman, secretario general del principal sindicato de maestros de Gran Bretaña–. Sería una medida de tipo policial, difícil de implementar excepto cacheando a todos y cada uno de los alumnos o haciéndoles pasar por seguridad como si se tratara de un aeropuerto. Muchos padres, además, sienten la necesidad de poder estar en contacto permanente con sus hijos por si se produce una emergencia”.
Aunque nadie niega la existencia de una crisis de comportamiento en las escuelas, la principal preocupación de los profesores no son los móviles sino los abusos físicos y verbales por parte de los estudiantes, los recortes, la carencia endémica de fondos, la falta de apoyo a los niños con trastornos mentales, la falta de personal, la desigualdad y el creciente nivel de pobreza.
“Lo que está haciendo el Gobierno es ocultar esas cuestiones sustanciales, que son responsabilidad suya después de 13 años consecutivos en el poder y de una obsesión malsana con la austeridad, y llamar la atención con una medida populista como la prohibición total de los teléfonos móviles en los centros educativos, que no resolvería los problemas de fondo”, dice Geoff Barton, de la Asociación de Dirigentes de Colegios.
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Vínculo entre smartphones y violencia
“Creo que los teléfonos móviles distraen a los estudiantes y pueden contribuir de manera notable al bullying y el comportamiento antisocial”, opina la ministra británica de Educación, Gillian Keegan. El pasado mes de julio, en esa misma línea, un informe de las Naciones Unidas recomendó la prohibición de los aparatos en las clases para “mejorar el aprendizaje y proteger a los niños y los adolescentes del acoso cibernético. Paralelamente, un estudio de la Unesco ha llegado a la conclusión de que la excesiva dependencia del móvil afecta negativamente a los resultados educativos, y que niveles elevados de pantalla perjudican la estabilidad emocional de los usuarios menores de edad. “La revolución digital encierra un enorme potencial, pero ha de ser regulada teniendo en cuenta el bienestar de alumnos y maestros”, dice Audrey Azoulay, directora general de la organización.
Publicado en LaVanguardia
