La idea de que la marihuana es un producto natural, cuyo consumo no solo no supone mayor problema, sino que trae grandes beneficios es cada vez más común, especialmente entre la gente joven. Sin embargo, la experiencia y los estudios disponibles no argumentan lo mismo.
Según un estudio realizado por la Fundación Fad Juventud, casi 4 de cada 10 jóvenes (el 36% de los encuestados) consideran que el cannabis es más inocuo que el alcohol. El 40%, que es mejor que el tabaco. En paralelo, nuevos estudios y numerosos expertos señalan que, con cada año que pasa, el cannabis que se le vende a los jóvenes es cada vez más tóxico y potente: con una concentración de THC (Tetrahidrocannabinol, el constituyente psicoactivo principal de la planta y la sustancia responsable de crear los efectos de intoxicación del cannabis) superior al 15%, cuando en 1995 el promedio era del 4%.
El TCH, un camino rápido a la psicosis
Ethan Andrews tenía 16 años cuando empezó a experimentar con marihuana. Vivía en Denver (Estados Unidos), en casa de su madre. No tenía muchos problemas: sacaba notas altas, tenía buenos amigos, que lo querían y a los que quería. Decidió empezar a fumar marihuana como mecanismo para manejar su carácter ansioso y remediar el aburrimiento constante que sentía. Para el final de su último año en bachillerato, reprobaba todas sus materias, faltaba a casi todas sus clases y compraba la maría con parte del dinero que su madre le dejaba para hacer el mercado. Conseguir el subidón era cada vez más difícil, ya no le servía el cannabis que usaban sus amigos, sino que tenía que comprar con más concentración de THC, lo cual valía más, y recurrir al “dabbing” (calentar el concentrado de marihuana e inhalar directamente el vapor), aunque se quemara la piel o las alfombras de casa. Los episodios de psicosis no tardaron mucho en aparecer. Alucinaciones, paranoia, parálisis de sueño y pensamientos intrusivos.
Haber padecido al menos un episodio de psicosis inducido por cannabis aumenta un 47% de probabilidad de que se desarrolle esquizofrenia o un trastorno de bipolaridad
Según un estudio publicado en la revista de medicina The Lancet, las probabilidades de desarrollar un episodio de psicosis son seis veces más altas para alguien que use cannabis con grandes dosis de THC, que para alguien que no haya consumido marihuana en su vida. Las emergencias médicas causadas por “psicosis inducida por cannabis” han crecido en un 50% respecto al 2019. Cuenta otro estudio recientemente publicado por la consultora estadounidense Truverta el aumento ha continuado durante 2023.
Lo confirma también la psiquiatra Lucía Gallego Deike: “Lo sabemos por los datos que dan los estudios y las evidencias científicas. Pero también se está viendo en la clínica”. Señala, en declaraciones a Aceprensa, que la gran mayoría de los nuevos episodios psicóticos con los que se ha encontrado, “alrededor de un 95% de ellos”, están relacionados con el consumo de porros. El aumento de estos episodios inducidos por consumo de cannabis está asociado con ese crecimiento en la concentración de THC en la marihuana. A su vez, haber padecido al menos uno de estos aumenta un 47% de probabilidad de que se desarrolle esquizofrenia o un trastorno de bipolaridad, según se señaló en el American Journal of Psychiatry en 2017.
De la psicosis a la depresión y esquizofrenia
La psicosis de Andrews mejoró una vez dejó de consumir marihuana. Sin embargo, cinco años después, en 2022, volvió a tener alucinaciones, a sufrir ataques de ansiedad y pensamientos intrusivos incontrolables. Estaba convencido de que había llegado su hora, que había empezado a desarrollar esquizofrenia. El pánico que le generaba esta idea fue tal que se obsesionó. Empezó a investigar todo lo que pudo al respecto, lo cual solo empeoró su situación.
“Sabía que tenía casi 50% de probabilidad de que mi psicosis inducida por cannabis terminara en esquizofrenia crónica, y que, además, sería más probable que no fuera a responder bien al tratamiento, y que mis síntomas fueran más potentes”, recuerda en su testimonio para la organización estadounidense Every Brain Matters. Andrews fue admitido, ese mismo año, a un hospital psiquiátrico después de un intento de suicidio. Para su tranquilidad, no lo diagnosticaron con esquizofrenia, pero sí con trastorno de ansiedad generalizada, depresión aguda y trastorno obsesivo compulsivo.
En una encuesta, el 42% de los jóvenes entrevistados negó que el consumo de cannabis esporádico pueda causar problemas
Aunque no se ha encontrado un vínculo evidente entre la ansiedad y el consumo temprano del cannabis, sí se ha asociado con la posibilidad de desarrollar una depresión aguda, igual que pensamientos suicidas, como le pasó a Andrews. Así lo señala un metaestudio publicado en la revista de psiquiatría Journal of American Medical Association, que analiza la conexión entre consumir marihuana a una temprana edad y el riesgo de desarrollar una depresión.
Un problema que se torna aún más grave al considerar que el cannabis es la droga ilícita más consumida en el mundo (el 4% de la población mundial la ha usado en el último año) y que su mayor “cliente” son los jóvenes. En Estados Unidos, el 21% de los adolescentes reportaron haber utilizado marihuana en el último mes; en Francia, el 19% de las personas entre 15 y 34 años dijeron ser consumidores y, en Canadá, el porcentaje sube al 29% entre los jóvenes de 16 a 19 años, y al 31% entre los de 20 y 24.
No tomárselo en serio
En España, el porcentaje de la prevalencia del cannabis en la vida de los jóvenes entre 15 y 34 años es del 19%, según el “European Drug Report 2023”. Y el porcentaje de quienes la tienen en buena estima es aún mayor. Según la encuesta que realizó la Fundación Fad Juventud, el 42% de los jóvenes entrevistados negó que el consumo de cannabis tanto experimental (“si se prueba”) como esporádico (“en los fines de semana”) pueda causar problemas, aunque el consumo sea frecuente. El 26%, incluso, cree que no hay posibilidad de que el consumo frecuente cree problemas en las personas sanas. Esta idea no es exclusiva de los jóvenes españoles.
“Por los mensajes ambiguos, es muy fácil que las personas minimicen e incluso racionalicen el uso problemático del cannabis” (Aaron Norton)
En una publicación reciente en el Instagram del Wall Street Journal, donde se exponía el riesgo que tienen los consumidores de marihuana de desarrollar una esquizofrenia o un trastorno de bipolaridad, reinaron los comentarios de los escépticos. “Patrocinado por las grandes farmacéuticas”, escribió uno. “El cannabis no causa estos problemas. La gente ya viene con esos problemas y los empeora con la marihuana. No fumes si tienes disposición genética a las enfermedades mentales”, decía otro.
Es algo común a lo que se enfrentan los activistas y las personas que han sufrido una adicción a la marihuana: que nadie se los tome en serio. Lo comentaba Aaron Norton, un profesional de salud mental a el Washington Post: “Los mensajes alrededor del cannabis son ambiguos. Es muy fácil que las personas minimicen e incluso racionalicen su uso problemático”. En esta misma línea, la psiquiatra Lucía Gallego señalaba a Aceprensa que, una de las razones por las que tantos menores crean imperceptible al riesgo de la marihuana es que “los adultos lo hemos hecho muy mal”.
Lo más importante: crear consciencia
Por un lado, los esfuerzos de quienes buscan que se legalice; por otro, los de quienes avalan su uso medicinal, pero no especifican la diferencia entre el cannabidiol –uno de los elementos del cannabis, que sirve para fines terapéuticos– y el THC. Por eso, muy pocas personas, ya sean jóvenes o sus padres, son conscientes de los daños que puede causar el cannabis que se vende en la calle, con alta concentración de THC. También está la presencia constante de esta sustancia en la cultura. En la música, triunfan artistas como Bad Gyal, que se autoproclamó a sí misma “miss marihuana” en su canción “Slim thick”. Esta misma cantante anunció en noviembre de 2023 que llevaba un mes sin fumar, en un intento de estar más sana.
Andrews, el joven que empezó a consumir cannabis con 16 años en Denver, que empezó a desarrollar psicosis un año después y al que cinco años más tarde le diagnosticaron con una depresión aguda y un trastorno obsesivo compulsivo, ahora está mucho mejor. Se dedica a concientizar y contar su historia, aportando su testimonio en un intento de “arreglar” esa información ambigua que hay sobre la marihuana. Intenta, además, dar un mensaje de esperanza a quienes han desarrollado psicosis por cannabis, ya que a través de terapia y medicación, él salió adelante. Sin embargo, sabe que su historia aún no está terminada: “No sé si los efectos que he sufrido sean reversibles. No sé si volveré a vivir un episodio psicótico. No sé qué me espera en el futuro”.
*Por Elena Escobar Gil. Publicado en Aceprensa