Alianza Lafamilia.info y el Instituto de La Familia U.Sabana - 16.11.2015
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Ya estamos contando los días… se acerca la Navidad y para muchas personas esta temporada representa momentos de estrés: comprar regalos, decorar la casa con el ambiente navideño, pensar en la comida que se preparará y más y más. Todo apunta a pensar que es más importante TENER que SER.
Por LaFamilia.info
El desprendimiento nos hace sentir en paz y felices con nosotros mismos. Y en Navidad sí que es cierto. La satisfacción que produce donarse a los demás con alguna ayuda espiritual o material, es incomparable a la que siente cuando se recibe.
Vivir la generosidad
Tener como premisa básica de vida que “es mejor dar que recibir” nos permite liberarnos de las ataduras, salir de la egolatría, además de experimentar la placidez que produce la generosidad.
Hay que dar con total disposición, sin arrepentirse, sin esperar alguna recompensa o gratitud, pues finalmente el que se beneficia es uno mismo, indiferente de la actitud del otro; similar a lo que sucede cuando se perdona a alguien.
“Cuando dar duele, porque significa alguna clase de sacrificio personal, la alegría es más grande aún, es un consuelo para el alma” (Oscar Schmidt - reinadelcielo.org).
El Lago de Genesaret y el Mar Muerto
En un artículo publicado en Catholic.net, Francisco Cardona hace un espléndido paralelo para ejemplificar lo que sucede cuando una persona es generosa y cuando no:
“Hay en Tierra Santa dos lagos alimentados por el mismo río, situados a unos kilómetros de distancia el uno del otro, pero con características asombrosamente distintas. Uno es el Lago de Genesaret y el otro el llamado Mar Muerto.
El primero es azul, lleno de vida y de contrastes, de calma y de borrasca. En sus orillas se reflejan delicadamente las flores sencillas amarillas y rosas de su bellísimas praderas. El Mar Muerto, es una laguna salitrosa y densa, donde no hay vida, y queda estancada el agua que viene del río Jordán.
¿Qué es lo que hace tan diferentes a los dos lagos alimentados por el mismo río? Es sencillamente esto: El lago de Genesaret trasmite generosamente lo que recibe. Su agua, una vez llegada allí, parte inmediatamente para remediar la sequía de los campos, para saciar la sed de los hombres y de los animales: es un agua altruista. El agua del Mar Muerto se estanca, se adormece, se salitra, mata. Es agua egoísta, estancada, inútil.
Pasa lo mismo con las personas. Las que viven dando y dándose generosamente a los demás, viven y hacen vivir. Las personas que egoístamente reciben, guardan y no dan, son como agua estancada, que muere y causa la muerte a su alrededor.
Pensamos que, cuando repartimos nuestro dinero, tiempo, honor, nos empobrecemos, que los demás se van quedando con lo nuestro, y nosotros nos vamos vaciando y empobreciendo cada vez más. Eso nos parece, estamos seguros de que así es, pero ocurre exactamente lo contrario.
Cuanto más damos, más recibimos. Cuanto menos repartimos de lo nuestro, más pobres nos volvemos. Es una ley espiritual, que se cumple puntualmente; es una ley difícil de aceptar, por eso pocos se arriesgan a ponerla en práctica; pero hay un reto muy interesante para el que lo quiera aceptar. El que quiere vivir de acuerdo a esa ley de dar y darse a los demás, se llevará sorpresas muy agradables. Es mejor dar que recibir”.
En esta Navidad propongámonos donar todo lo que tengamos y ofrecerlo a los demás: regalemos sonrisas, amabilidad, abrazos, cariño, afecto, amor, apoyo, gratitud, armonía, alegría, tiempo, oración… y también lo material que esté en nuestras posibilidades.
Por LaFamilia.info
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En Navidad abrimos las puertas de nuestros hogares a familiares y amigos para compartir juntos la alegría de esta festividad. Es por esto que debemos convertirnos en los mejores anfitriones y por supuesto, en los invitados más educados, ¿cuáles son los deberes de cada quien?
Por LaFamilia.info
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Los regalos hechos en casa además de novedosos y únicos, pueden resultar mucho más económicos, pero lo mejor es que les damos nuestro toque personal con mucho amor para expresar un sentimiento de gratitud en esta Navidad. Las siguientes son 5 ideas para ponerse ¡manos a la obra!
Alianza Lafamilia.info y el Instituto de La Familia U.Sabana - 15.12.2014
Un momento propicio para exaltar la dinámica interna del hogar, como algo más que un espacio físico donde habitan personas que por decisión libre y voluntaria al matrimonio, se complementan, comparten una identidad y su intimidad.
Los cónyuges construyen una relación que se desarrolla de manera natural y que no se queda en el plano de coexistir sino que con base en la comunión que surge con la entrega y con el amor, cada uno se enriquece como persona humana para luego trascender, si llegan los hijos como fruto de ese amor donado.
En el hogar cada miembro es aceptado tal y como es, según su carácter, su personalidad, sus talentos y también con sus debilidades… algo que solo se logra en el seno de la familia. Por tanto, en un clima de seguridad y confianza se forja el espacio idóneo para crecer, desarrollarse, perfeccionarse, saberse aceptado y amado.
Comienza la Navidad y esta época especial, como ninguna otra, resulta ideal para disfrutar en familia, para compartir momentos en tiempo libre, para estimular la creatividad y salir de la rutina en la relación conyugal y con los hijos, en la salud y en el descanso. Pero descansar no significa no hacer nada, por el contrario, propone realizar actividades que exigen menos esfuerzo y ojalá a compartir cantidad y calidad de tiempo con los seres más queridos.
Motivar en los niños la lectura y los cuentos o inventar historias sencillas, por ejemplo, resulta ideal para estimular su creatividad. Igual efecto tiene el contacto con la naturaleza, cultivar la música, la danza, el teatro… ideas para fomentar los talentos mientras la familia se divierte.
La alegría es posible en la medida en que se cumplan estas condiciones:
1. Si viene de nuestro interior, porque la actitud es clave al iniciar cada mañana y frente a las diversas situaciones cotidianas.
2. Si nos ilumina, porque se multiplica en cada uno y vigoriza las relaciones.
3. Si vivimos de manera sencilla, porque si queremos “ser” podemos enseñarles a los hijos a valorarse a sí mismos.
La felicidad como fin último de cada actuación, no necesariamente es ‘bien estar’ sino ‘ser bueno’ y representa el conjunto de cosas necesarias para vivir en armonía con uno mismo, con Dios y con cada uno de los seres que más queremos y con quienes compartimos los momentos más importantes de la existencia.
Aprovechemos esta época de Navidad para aprender de la familia de Nazaret, copiar sus virtudes y luchar porque nuestros hogares sean luminosos y alegres. ¡Feliz Navidad!
Artículo editado para LaFamilia.info. Tomado de Apuntes de Familia, edición 22-12/13. Autora: Ana Margarita Romero de Wills, directora Instituto de La Familia, U. de La Sabana.
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Las pataletas y caprichos de los niños en época de Navidad pueden ser más comunes de lo normal, debido al ambiente consumista que lamentablemente ahoga estas fechas. ¿Qué hacer como padres? Toma nota a las siguientes recomendaciones.
Alianza Lafamilia.info y el Instituto de La Familia U.Sabana - 22.12.2014
Vivimos sumergidos en una sociedad opulenta, que ya ha sido etiquetada como “sociedad de consumo”, en la que el sentido de los eventos especiales va siendo homologado al término ‘gastar’. Y la Navidad tampoco se escapa de esta realidad… es hora de actuar en familia y con los hijos, ejercitando el valor de la sobriedad.
No se trata de negar sistemáticamente todo capricho, sino de enseñar a los hijos a reconocerlos y también a distinguir las cosas necesarias de las que no lo son tanto.
El ejemplo de los padres, es el aspecto más evidente, pues la enseñanza se avala con la conducta; de lo contrario, transmite un mensaje equivocado. Es bueno que los hijos aprendan a valorar las cosas, a saber lo que es necesario y lo que no lo es, de tal manera que sepan distinguir el capricho de la necesidad o conveniencia.
La sobriedad nos enseña a administrar nuestro tiempo y recursos, moderando nuestros gustos y caprichos para construir una verdadera personalidad con la alegría que esto supone. No solo tiene que ver con estar sobrio y el manejo del alcohol. Este valor afecta otras realidades más importantes de nuestra vida.
Para la sobriedad hace falta autodominio. Es muy claro si se ilustra con el exceso en la comida y la bebida, por la imagen y efectos que producen; también se manifiesta en el desmedido descanso y el argumento que pesa de ‘no hacer nada’. La distribución de nuestro tiempo debe tener un equilibrio entre la diversión, la obligación y la actividad.
Algunas ideas que nos ayudan a vivir la sobriedad
- No inventemos necesidades. Antes de comprar algo, reflexionemos sobre las razones que motivan esa adquisición: si es necesidad, un simple lujo o un verdadero capricho. Debemos ser valientes y saber reconocer que no vale la pena el gasto.
- Usemos las cosas que tenemos y no las cambiemos simplemente porque en el mercado hay una más novedosa o porque los amigos ya compraron esto o aquello. En esta competencia sin fin el bolsillo es el más afectado.
- Reconozcamos nuestra verdadera situación económica y vivamos de acuerdo con las posibilidades. Cuando nos decidimos a hacerlo, aprendemos que las personas nos aceptan por lo que somos.
- Hablemos solo lo necesario. Transmitamos pensamientos más que palabras. Rescatemos el diálogo amable e inteligente.
- Nuestra apariencia también es reflejo de sobriedad. Vistamos de forma elegante y decorosa, la moda también puede cumplir con este requisito.
- Evitemos el deseo de ser el centro de atención y aprendamos a divertirnos: el alcohol, las bromas de mal gusto, las palabras altisonantes y los desmanes manifiestan inseguridad y poco autodominio.
- La sobriedad es sinónimo de moderación. Por eso propongamos la sobriedad como un propósito para moderar los gustos y apetitos: comprar menos golosinas; comer un poco menos. Es sensato aceptar que la diversión también tiene un tiempo límite.
- La sobriedad no es negación ni privación. Es poner la voluntad y a la persona por encima de las cosas, los gustos y los caprichos, dominándolos para no vivir bajo su dependencia. Este valor debe moderar todas nuestras celebraciones para ayudarnos a no perder el verdadero sentido de lo que hacemos. ¡Una Santa y Feliz Navidad!
Artículo editado para LaFamilia.info. Tomado de Apuntes de Familia, edición 18-12/12. Autora: Marcela Ariza de Serrano, Instituto de La Familia, U. de La Sabana.
Estamos próximos a las vacaciones y desde ahora las familias tienen sus mentes puestas en el descanso y en las fiestas de fin de año. Pero aparte de esos preparativos, ¿hay tiempo para compartir en familia? ¿para vivir el verdadero sentido de esta época?
La Navidad es el momento propicio para que las familias se reúnan y mejor aún cuando se cuenta con las vacaciones para dedicar este tiempo libre a la familia. Quizá tantos afanes nos hacen olvidar de lo importante que es para el ser humano, encontrarse con sus seres queridos, y a través de ellos, encontrarse a sí mismo.
Costumbres navideñas para compartir en familia
Todo tiene un sentido. El árbol, el pesebre o nacimiento, las luces, la corona, las canciones e incluso los regalos. Y así debemos transmitírselo a los hijos para que comprendan que detrás de cada costumbre hay un origen cristiano. Las siguientes actividades convocan a la familia de manera especial:
El adviento. Este tiempo de cuatro semanas que antecede a la Navidad es el momento dedicado a prepararnos espiritualmente para la llegada de nuestro Señor. Es importante enseñarles a los hijos el significado de este tiempo. El calendario y la Corona de Adviento son algunos símbolos.
La novena. Se inicia el 16 de diciembre y es una estupenda oportunidad para enseñarles a los niños el verdadero sentido de la Navidad: el nacimiento del Niño Dios. Cada grupo familiar se puede encargar de una novena y hacer algo especial en ella, como por ejemplo cantar villancicos y preparar los alimentos propios de esta época.
El pesebre o belén. Armar el pesebre siempre será una actividad muy divertida y, por tanto, la preferida de los niños. Además es la costumbre más importante de las festividades navideñas. Debemos explicarles a los más pequeños el significado de cada figura y contarles que el pesebre es la representación del nacimiento de Cristo (Ver aquí).
Decoración del árbol. El árbol vestido de luz es símbolo de la iluminación que Cristo enciende en nuestros corazones. Así que esta costumbre también se puede convertir en un acontecimiento para disfrutar en familia.
La cena navideña. Una bonita oportunidad para que suegras, nueras, hermanas, madres e hijas, tías y algunos hombres cocineros, trabajen en equipo.
Los regalos. Los obsequios materiales son una muestra de nuestro cariño hacia los demás, pero que tal si damos otro tipo de regalos como: una carta de perdón, un abrazo de reconciliación con un pariente que nos hayamos alejado, una sonrisa a aquel familiar que está triste, una invitación a alguna persona cercana que no tiene con quién compartir la Navidad... Estos regalos dan más satisfacción y son una bella demostración del verdadero espíritu de Navidad.
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La Navidad es una celebración de fe, de inmensa alegría por el nacimiento de Jesús; pero… ¿nuestros hijos saben que éste es el motivo de la Navidad?