Título original: The Two Popes. Actores: Anthony Hopkins, Cristina Banegas, Federico Torre, Jonathan Pryce, Juan Minujín, Luis Gnecco, María Ucedo, Pablo Trimarch., Sidney Cole, Thomas D Williams. Duración: 126 min. Clasificación: Jóvenes-adultos. Productora: Netflix
Análisis por Ana Sánchez de la Nieta de Aceprensa
Para analizar esta película, compleja e interesante donde las haya –lo voy adelantando–, es interesante conocer el contexto donde surge.
El guion es de Anthony McCarten (La teoría del todo, El instante más oscuro), que adapta su propio ensayo biográfico sobre los paralelismos y diferencias entre Benedicto XVI y Francisco. Un libro, por cierto, bastante duro especialmente en relación con Benedicto. McCarten explica con claridad su postura en el prólogo del libro: educado en una familia numerosa y católica de raíces irlandesas, McCarten no disimula su frustración por una Iglesia que sigue defendiendo una moral sexual que le parece absolutamente trasnochada y suspira por una Iglesia que se adecúe a los tiempos.
Por otra parte, dirige la película Fernando Meirelles (Ciudad de Dios). El cineasta brasileño también nació católico y también se siente alejado de la fe. Sin embargo, reconoce que desde el principio del pontificado, le impactó mucho la figura de Francisco y confiesa que leer la encíclica Laudatio si’ fue para él un descubrimiento.
Lo que Meirelles y McCarten nos cuentan es la relación de dos Papas que para ellos representan las dos caras de la Iglesia: la conservadora, hermética y alejada, y la progresista, abierta y cercana. Hasta aquí, la película sigue la narrativa de los medios al milímetro. Nada nuevo bajo el sol.
Lo sorprendente es que, partiendo de un esquema tan rígido y convencional que lleva a un inicio de sonrojante maniqueísmo y a un retrato de Benedicto bastante injusto, poco a poco la película vaya evolucionando hacia una historia humana, emotiva y valiosa para el espectador. Es como si, después de plantear la premisa ideológica, la realidad de los personajes y de los hechos fuera cogiendo fuerza, conquistando campo y terminara por hacer saltar las costuras de la impostada narrativa de la confrontación.
En este sentido, Meirelles señala dos temas interesantes: por una parte, reconoce que, cuando investigó sobre la vida de Benedicto, empezó a entenderle mucho mejor: “Creo que muchas críticas son injustas; es un hombre tímido, reservado, pero en sus ideas no es tan distante a Francisco; tiene discursos y escritos sobre la pobreza o la inclusión que nadie conoce”. Por otra parte, el cineasta brasileño confiesa que su película habla de tolerancia: “Estamos en una sociedad absolutamente polarizada y yo quería hablar de dos hombres que, pese a sus diferencias, se quieren, se respetan, dialogan, tienen puentes. Mi película habla de eso y del perdón. Hay personas cerradas al perdón, que no quieren entender que puede haber fallos en las biografías de los hombres, que no quieren entender el contexto en el que las cosas ocurren”.
La película habla también, y mucho, sobre la Providencia de Dios, y, en ese sentido, es muy llamativo como el guion vuelve una y otra vez a llevar a los dos protagonistas ante la voluntad de Dios, no ante una disyuntiva de poder o influencia.
El “problema” –si es que puede hablarse de problema– es que la película mezcla realidad con ficción, hechos reales con fantasía (de hecho, el arranque argumental es ficticio), y un espectador poco conocedor de la biografía de los dos Papas puede acabar confundiendo declaraciones con intenciones y hechos con invenciones. Aunque este problema se soluciona leyendo, y afortunadamente hay abundante bibliografía sobre los dos Papas para rellenar lagunas. Una lectura además que se hace muy atractiva después de ver la película.
La nominación a los Globos de Oro se entiende estupendamente. Dos grandes actores, impagables momentos de humor, un montaje muy original y un final redondo.
Por Ana Sánchez de la Nieta – Aceprensa