Llevamos tres años de postpandemia, y aunque parece que hubiera sido hace una década, ya se pueden apreciar en la sociedad actual, mundial, una serie de rasgos frecuentes y anómalos.
Durante aquel periodo difícil, extraño, nos preguntábamos cómo sería el regreso a la normalidad, cómo sería la vida después. En mi opinión lo que estamos viviendo, no coincide con que lo que imaginábamos. Esta nota recoge una cara de la moneda, la negativa; en otro momento convendrá volver sobre cuestiones que suponen un avance positivo para las personas, familias y la sociedad en general. Veamos algunos rasgos que alcanzo a observar, y que en esta nota sólo alcanzo a mencionar.
La radicalización y polarización en términos políticos, económicos, culturales, religiosos, sociológicos…se ha acentuado. Se aprecia rabia, a veces odio, ultrajes personales, maltrato a las instituciones. La facilidad para exponer cualquier cosa, y difundirlo, en las redes y en los medios online ayuda en este sentido.
El caos informativo reinante produce vértigo. La multiplicidad de titulares radicalizados en internet, la afirmación y la negación de una misma realidad desconcierta. Si a eso se añade la multiplicidad de hechos noticiosos que han ocurrido en estos años, se ve lógico que seguir las noticias sea estresante.
La agresividad presente en cualquier ámbito de la vida es visible y preocupante: violencia familiar, en la calle y en el transporte terrestre y aéreo, en las canchas deportivas, en los centros educativos…Desde peleas en público hasta asesinatos a mansalva y por cualquier razón. Detalles nimios dan origen a reacciones desproporcionadas. Existe una pequeña ola que avanza: hay susto de vivir y susto de morir. Se imponen el suicidio y la eutanasia.
El auge y omnipresencia de la pornografía, que tuvo una fuerte presencia durante la pandemia, alcanza límites insospechados, y, sobre todo, adquiere carta de naturaleza y normalidad. En algunos ámbitos se valora como algo positivo, un logro de la sociedad actual. La agresión sexual está desbordada especialmente en el ámbito familiar, deportivo, en las calles. El único ámbito en el que hay mayor sensibilidad y avances, después de las malas experiencias del pasado, es en el de las instituciones religiosas.
Las exigencias del colectivo LGTBT+ y la promoción de la ideología de género, con el apoyo de las autoridades, impiden expresar en público lo que la mayoría de la gente piensa al respecto, pues el hecho de ser señalado como contrario a estas ideologías puede ocasionar perjuicios graves en el ámbito laboral, social y jurídico.
La incertidumbre y la ambigüedad han echado raíces dificultando las decisiones, el compromiso, así como asumir riesgos. Susto y miedo… que llevan a la parálisis. Se vive al día, se desconfía de la planeación. Se promueve la prudencia entendida como preservación y seguridad.
El individualismo y el aislamiento se están fortaleciendo, especialmente a partir de la mediana edad. El hogar y la oficina, que a veces es el mismo territorio, acaparan el tiempo de las personas. Cualquier otro espacio es limitado y pasajero. Una forma de aislamiento son las grandes concentraciones masivas donde nadie conoce a nadie y cabe la inhibición total. Los encuentros online abundan. Encontrarse, compartir, celebrar con cierta intimidad se dificulta. Poco a poco nos vamos encerrando en nuestro mundo interior y de personas muy cercanas.
Se creía durante la pandemia que la religiosidad ocuparía un lugar destacado, con más impacto en la vida personal, familiar y de iglesia. La realidad no parece coincidir con esta expectativa. Se aprecia una disminución de personas practicantes a las diversas confesiones religiosas, aunque grupos minoritarios son más fieles y comprometidos que nunca.
La vida en los centros educativos es un fenómeno curioso. Los profesores están asustados ante las pretensiones de los papás y de la opinión pública. Hay miedo de ejercer la autoridad. La sensibilidad reinante en relación con los abusos lleva a dedicar una enorme cantidad de tiempo a protocolos, manejo de demandas, etc. La sobreprotección de los padres a los hijos tiene algo que ver en este sentido. Niños y jóvenes con dificultades de aprendizaje, y afectivas, proliferan cada vez más, dificultando el normal proceso de enseñanza-aprendizaje. Hay demasiados profesores buscando otro tipo de trabajo.
Ninguna de las cuestiones mencionadas tiene su origen en estos años, son antiguas. Lo novedoso es el fuerte ritmo de propagación y aceptación social. Hay otros temas igual de relevantes que refuerzan la necesidad de humanizar el mundo.
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Regino Navarro Rivera
Fundador y Director de LaFamilia.info. Español de nacimiento pero colombiano de adopción. Coach profesional, especialista en Ciencias del Comportamiento, estudios en Orientación y Consejería, profesor, conferencista y autor de varios libros.
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