«Las redes sociales son la mejor imitación de una máquina tragamonedas»

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¿Nos hemos vuelto prisioneros del celular? ¿El celular domina nuestra vida? Jorge Iván Gómez, Profesor en Inalde Business School, hace una reflexión bien interesante, quien asegura que hoy en día «hay un uso desordenado e, incluso, desbordado del celular en nuestras vidas y, como consecuencia, hemos perdido autonomía, capacidad de raciocinio y tiempo para vivir la vida real». Compartimos a continuación su escrito publicado en Portafolio.co.

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Me gusta observar con detalle los comportamientos de las personas y trato de entender patrones de comportamientos y los efectos en la sociedad. Esa observación me ha llevado a concluir que hay un uso desordenado e, incluso, desbordado del celular en nuestras vidas y, como consecuencia, hemos perdido autonomía, capacidad de raciocinio y tiempo para vivir la vida real, distinta a la virtual, basada en la falsa ilusión (y manipulación) que generan las redes sociales. En últimas, la tecnología colonizó nuestras vidas y hoy estamos al servicio de enormes plataformas de publicidad que ofrecen entretenimiento gratuito a cambio de nuestra información personal.

Vi a una madre en un centro comercial que alimentaba a su hijo con una mano y, con la otra, sostenía su celular para sumergirse en TikTok sin mucha conciencia de lo que pasaba con su bebé. En muchas ocasiones veo personas chateando mientras manejan y así ponen en peligro su vida y la de los demás. Son ejemplos que soportan un dato: en promedio, pasamos de cuatro a cinco horas diarias en el celular y, para el caso de los adolescentes, los estudios señalan un promedio de cuatro horas diarias en Instagram.

Las consecuencias son sencillas: perdimos la capacidad de conversar, de concentrarnos y por ello vivimos muy distraídos. Este panorama afecta nuestras relaciones, el trabajo y nuestra salud. De hecho, la literatura científica demuestra que la relación que hay entre situaciones como el miedo, el estrés, la preocupación, la baja autoestima o la ansiedad tiene que ver con el consumo excesivo de redes sociales.

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En últimas, el celular se convirtió en algo esencial para nuestra vida y el efecto es que vamos perdiendo el control de nuestra vida y la capacidad de vivir una vida real, valiosa y centrada en lo importante: estar presente y disfrutar la vida.

¿Por qué llegamos hasta aquí?

Porque vivimos una nueva era llamada la economía de la atención, modelos de negocios que buscan capturar la atención y luego monetizarla a través de la venta de publicidad y la de los datos. Ya se entiende por qué en Estados Unidos se intenta prohibir TikTok o por qué en Europa las sanciones a Facebook son millonarias.

Las redes sociales son la mejor imitación de una máquina tragamonedas. Utiliza sus señales, colores y sensaciones que generan conductas adictivas y luego es difícil salir de allí. En este caso, detrás de cada like o de cada trino hay un estímulo cerebral que genera dopamina que activa nuestros deseos primarios de reconocimiento y autoafirmación.

Creemos que el celular es un instrumento de productividad (y lo es). Pero no somos capaces de poner límite entre nuestra vida personal y profesional. Nos autoexplotamos de forma 24/7 y vivimos sobreconectados al punto que estamos al tanto de los más ínfimos detalles de la bolsa o del último post del presidente de Colombia o Afganistán (que ni conocemos) y perdemos de vista lo real de nuestras vidas: padres, pareja, hijos, amigos.

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¿Cómo superar este problema?

Al ser una adicción conductual, debemos partir de reconocer el problema: un uso desordenado y desbordado del celular y de las redes sociales. No es un problema de tus hijos adolescentes; ellos hacen lo que ven de nosotros. Al reconocer el problema podemos empezar a cambiar algunos hábitos con tiempo, paciencia y perseverancia. Los siguientes hábitos pueden ayudar a llevar una vida más plena, consciente y orientada al mundo real:

– Evitar que la primera actividad del día sea para mirar el celular. 
En cambio, mirar por la ventana y a nuestro alrededor; el mundo real.

– Desinstalar las redes sociales del celular para que solo sea posible acceder a ellas por el computador. Así se evita la tentación de usarlas en tiempos muertos.

– Vivir ratos ‘off line’. Intentar tener estos espacios al menos dos horas los fines de semana y, en la noche, tratar de vivir una rutina sin celular.

– Volver al placer de los cuadernos, los colores, los gráficos, la revista, el olor de un libro nuevo o el placer de leer el periódico físicamente. Esto ayudará a mantener menos tiempo en pantalla y más tiempo para sentir, oler, tocar lo real.

– Desactivar las notificaciones generadoras de ansiedad y FOMO (Fear of Missing Out) que elevan las necesidades de dopamina.

– Salir a más paseos, más viajes con menos fotos para presumir.

– Mantener el celular boca abajo para no caer en distracciones.

– Entender y buscar que las personas alrededor vean que el chat y el correo electrónico son una herramienta asincrónica.

– Bajar la prisa y los afanes: el secreto de la vida no es la velocidad sino la dirección.
Intentar llamar a las personas más queridas. Evitar las felicitaciones masivas por los chats. Una buena conversación vale más que cualquier GIF apresurado y mecánico.

Al final somos el cambio que deseamos para el mundo. Si bien creo en la productividad personal y la efectividad, algo estamos haciendo mal en nuestra relación con la tecnología. Debemos esmerarnos por hacernos más personas y esto significa volver a lo básico: amigos, familia, conversaciones significativas y una vida con sentido, consciente y autónoma.

Por JORGE IVÁN GÓMEZ. ​Profesor Inalde Business School


 

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