Por Vivian Forero / Blogs LaFamilia.info - 28.09.2019

Aquella frase popular de "soñar no cuesta nada" es pertinente revisarla a profundidad para poder comprender lo que se esconde detrás.

 Blogs LaFamilia.info - 02.11.2018 

¿Qué impronta queremos darle a nuestra vida? ¿Una luminosa, resplandeciente, alegre y trascendente? ¿O una oscura, lúgubre, sombría, triste, pasiva, que pase desapercibida? 

 

Blogs LaFamilia.info - 01.02.2018

 

Foto: Freepik 

 

Seguramente te habrás imaginado miles de veces que la vida que vives podría ser mejor; que otras personas han tenido más oportunidades que tú; que posiblemente hubieses podido alcanzar más metas o tener más bienes materiales. Y lamentablemente dejas de lado tantos beneficios recibidos, tantos logros alcanzados, tantos momentos felices e indescriptibles en su esencia por lo importantes que han sido para tu crecimiento personal. 

 

“La vida es una sola” escuchamos con frecuencia y qué tanto implica esta expresión. Un caminar incesante pero que cuando llega la hora, debemos abandonar hacia la eternidad. Y más aún, si hemos actuado bien, será recompensado con la vida eterna. “La vida no tiene precio” es otro eslogan muy común y que personas inescrupulosas quebrantan con frecuencia porque cortan ese lazo sin contemplación alguna.

 

Esa vida que Dios nos ha dado y que bendice a cada momento cuando abrimos nuestros ojos y despertamos, significa que hay una nueva razón para emprender el camino hacia la perfección constante. Cada caída debe tener como consecuencia un aprendizaje inagotable porque somos más personas cuando recapacitamos, retomamos nuestro rumbo y logramos alcanzar con esfuerzo y dedicación eso que tenemos pensado para el bien de nosotros y de los demás.

 

¿Pero cómo definimos qué está bien? ¿Acaso tenemos una brújula que nos orienta sabiamente hacia el lugar al cual debemos caminar o las decisiones que más nos conviene? Siempre tendremos dos rumbos para elegir en nuestro viaje por la vida: el del bien o el del mal. No pueden existir términos medios ni decisiones relativas. 

 

Si tuviésemos una respuesta a las anteriores preguntas seguramente iniciaríamos diciendo que el bien implica lo que nos lleva a vivir las virtudes, y el mal, a estar rodeados de vicios. Necesariamente para vivir debemos tomar decisiones a cada instante y de estas decisiones dependerá la calidad de nuestra vida. Muchas personas se dejan llevar por lo que opinan o manipulan los demás; otras, son más firmes y seguras, y deciden con voz propia, a la luz de los principios, de lo ético y la moral. Otras, crean sus propias convicciones y definen qué está correcto y se basan en lo relativo, en lo que necesitan o están convencidos, sin ver realmente el bien común.

 

Vivir es también una gran responsabilidad. No estamos solos, nos rodeamos de personas maravillosas. Estamos cercanos a tantos seres increíbles que nos dan lo mejor de sus vidas. La familia está conformada por esas personas que darían todo por vernos felices, aunque en algunos momentos se presenten dificultades o diferencias que conllevan a roces o a quebrar estas relaciones. Por ejemplo, papá y mamá seguirán siendo toda la vida “papá y mamá”. Así estemos lejos, así estén en la eternidad; siempre serán quienes dieron parte de su ser para que nosotros fuésemos personas de bien.

 

Las amistades también son muy importantes en el camino de la vida. Nos ayudan a perfeccionarnos (si hablamos de buenas amistades) y a encontrar sentido a cada momento compartido. Somos seres sociables y necesitamos del interactuar con los demás. Un amigo siempre nos ayuda a mejorar, a crecer, a sacar la mejor versión de nosotros mismos, nos da buenos consejos, nos permite descubrir que tenemos infinidad de dones y cualidades. Quién nos lleva por el camino del mal, no es un amigo, sino un enemigo, porque un amigo siempre querrá lo mejor para nosotros.

 

El camino de la vida nos permite descubrir talentos en nosotros mismos. Cada día siempre será una oportunidad para conocernos. Muchas veces en las experiencias que vivimos a diario, descubrimos que tenemos una voz melodiosa, habilidades para cocinar, para escribir, declamar, socializar, dar consejos, escuchar a los demás, etc. y eso nos ayuda a consolidarnos frente un grupo social (familia, trabajo, amistades) y a explorar nuevas facetas que nos motiva a encontrar un mayor sentido a lo que hacemos. Entonces es cuando descubrimos que vivimos no solo para nosotros mismos sino para los demás. 

 

Es maravilloso poder aportar un grano de arena en los proyectos que se emprenden en casa, trabajo, sociedad en general. Y ese grano de arena se aporta a través de las buenas obras que realizamos, en el buen trato a los demás, en dejar a un lado la indiferencia frente a quien obra mal. Estamos llamados a construir, a sembrar, a cuidar, a proteger, a preservar, a salvar. Nadie nace con un manual de funciones bajo el brazo de cómo vivir, ni con un sticker de nacido para el mal. Vivir se aprende viviendo al igual que las virtudes, que se aprenden practicándolas, buscando hacerlas parte de nuestro ser. El bien se funde en nosotros y nos da el sello para actuar y decidir. El bien hace parte activa de nuestra conciencia y será la base para disponer de nosotros mismos frente a cualquier circunstancia de la vida sin acomodarnos y sin ir en contra de la dignidad.

 

La vida es un camino extraordinario por recorrer y más aún, cuando lo hacemos acompañados y haciendo siempre el bien.

 

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VivianForeroBlogVivian Forero Besil

Licenciada en Educación Básica; especialista en Informática Educativa, en Gerencia de Instituciones Educativas y en Pedagogía e Investigación. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un hermoso bebé. Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

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Blogs LaFamilia.info - 09.03.2018

 

Foto: Freepik 

 

Cada persona a lo largo de su vida, está en búsqueda de la felicidad y el camino no deberá ser otro que dar pasos certeros hacia la perfección misma de su ser. Pero no es fácil decidir o aconsejar a otro con respecto al qué hacer o el cómo proceder en diversas circunstancias de la vida. Sin embargo, es vital poder tener presente 7 elementos básicos que nos darán guía y luz en el sendero que deseamos emprender, ojalá siempre, con la confianza de que será lo mejor para cada uno de nosotros.

 

 

1. Optimismo. Esta virtud nos lleva por el camino de la aclaración de nuestra visión ya que permite ver la vida de un tono agradable, interesante, encantadora. Ser optimista conlleva a ver los problemas como oportunidades; a enfrentar las situaciones con la convicción que todo va a mejorar y que todo tiene una razón de ser. Muchas veces no nos explicamos el porqué de las cosas y nos cuesta comprender cuando se presentan adversidades o cuando no logramos lo que tenemos planeado. Sí es preciso revisar qué tanto interés ponemos en lo que hacemos pero comprendiendo que algunas veces, lo presupuestado toma otro rumbo. El optimismo nos ayuda también a estar confiados y tranquilos, a vivir la vida con los pies en la tierra, a construir día a día preparados para cuando nuestro piso sea inestable. Su enemigo, el pesimismo.

 

 

2. Perseverancia. Otro aspecto relevante y no menos importante es la virtud de la perseverancia. Esta nos da la fortaleza y tenacidad para enfrentar todo lo que se nos presente sin perder la perspectiva. Nos ayuda a reconfortarnos y a emprender el camino sin desfallecer. Es necesaria al igual que la constancia, la persistencia, la paciencia y el empeño. Para alcanzar grandes metas, es importante cuidar los pequeños detalles que unidos forman una cadena resistente de actitudes necesarias para sobrellevar cualquier tormenta. Su enemigo, el desinterés.

 

 

3. Amor. El motor primordial del barco de nuestra vida indudablemente es el amor, porque sin este hermoso sentimiento difícilmente disfrutaríamos de la trayectoria en el viaje hermoso que emprendemos. El amor nos orienta hacia el perdón, estado que facilita la paz y armonía con nosotros mismos y los demás. El amor también nos conduce hacia la pasión y deseo de tomar las riendas de nuestros actos, logrando la plenitud en cada instante. Amamos la vida cuando la disfrutamos; amamos a los demás, cuando los reconocemos y valoramos; amamos la naturaleza, cuando la cuidamos; nos amamos a nosotros mismos, cuando nos respetamos. Su enemigo, el odio.

 

 

4. Aceptación. Conocerse a sí mismo permite establecer limitaciones y fortalezas. Las primeras para trabajarlas y superarlas; las segundas, para aprovecharlas y potenciarlas. Cuando nos conocemos nos permitimos ampliar márgenes de acción, participando en lo que nos gusta, expresando las ideas y pensamientos con mayor seguridad, construyendo proyectos en donde nos sentimos fuertes. Para ello es necesario ser amigos de nosotros mismos y evitar juzgarnos tan duramente. A veces, nos señalamos y no nos permitimos equivocarnos o desconocemos hasta dónde podemos llegar. Abandonamos las metas sin ni siquiera intentar avanzar por el temor a caer. Aceptarnos significa identificarnos con cualidades, habilidades, capacidades y también, con debilidades. No somos perfectos pero la búsqueda de esa perfección y los alcances pausados, nos ayudarán a llegar a la felicidad. Su enemigo, el desprecio.

 

 

5. Fe. «La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él (cfr.Mt 16, 17). Para dar la respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios» (Catecismo, 153). No basta la razón para abrazar la verdad revelada; es necesario el don de la fe. Siendo la fe el alimento esencial para creer en Dios y en todo lo que nos ha sido revelado, esta es una de las llaves más importantes para abrir la puerta hacia la felicidad, pues con esta virtud, todo se hace más llevadero y toma un significado sobrenatural. Cuando vivimos una vida llena de fe, logramos comprender nuestra misión y nos damos al servicio de los demás; buscaremos constantemente el hacer el bien; el alcanzar la plenitud máxima en cada una de las acciones emprendidas con un sentido trascendental, buscando dejar huella positiva en la humanidad. Su enemigo, la desesperanza.

 

 

6. Agradecimiento. Si piensas ser feliz, deberás ser agradecido. Nada más gratificante que el ser gratos con los demás. La vida misma nos retribuye a través de tantas maravillas: el amanecer, el despertar, el respirar, el caminar, el poder ver y escuchar. Además de la compañía de los seres amados, el trabajo, el servir a los demás, el adquirir bienes logrados por la tenacidad y el compromiso laboral. Dios nos da tantos regalos que a veces por la cotidianeidad, los vamos dejando a un lado y pensamos que debemos recibirlos porque es un derecho. Pero lo cierto es que si viviésemos la gratitud como acto voluntario, disfrutaríamos más de cada instante. Su enemigo, el egoísmo.

 

 

7. Alegría. “La alegría de un hombre de Dios, de una mujer de Dios, ha de ser desbordante: serena, contagiosa, con gancho...; en pocas palabras, ha de ser tan sobrenatural, tan pegadiza y tan natural, que arrastre a otros por los caminos cristianos” (San Josemaría Escrivá de Balaguer – Camino, punto 60). La alegría es el paso a paso para llegar a la felicidad; es el punto a punto para bordar; es el nudo para amarrar la soga; es la gota a gota de la lluvia fresca que cae. Sin esta virtud, difícilmente estaríamos encantados de vivir. La alegría es el sabor de helado preferido. Cuando hacemos bien las cosas cara a Dios, simplemente sonreímos y nos sentimos alegres, y porqué no… felices. Su enemigo, la amargura.

 

 

No debemos usar todas las llaves a la vez. Sin embargo, sería gratificante que siempre estuviera abierta esta puerta pues seríamos más felices y por ende, regaríamos felicidad por doquier. Basta solamente que intentemos abrirla con tacto, dedicación y compromiso, sintiéndonos involucrados también en la búsqueda de la felicidad de los demás, en especial porque vivimos acompañados y lo que hagamos mal o dejemos de hacer, perjudicará también a los que nos rodean.

 

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VivianForeroBlogVivian Forero Besil

Licenciada en Educación Básica; especialista en Informática Educativa, en Gerencia de Instituciones Educativas y en Pedagogía e Investigación. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un hermoso bebé. Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

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Blogs LaFamilia.info - 23.06.2017

 

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Muchas veces hemos escuchado que debemos aceptar y querer al prójimo, tener compasión, ayudarlo y protegerle; lo cual es sinónimo de vivir la caridad. Cuán difícil es poder conocer la trascendencia de esta actitud y de interiorizar la magnitud de su significado. “El prójimo”… ¿Pero quién es? ¿En dónde lo busco? ¿Cómo le ayudo?

 

No hay que desplazarnos ni ir muy lejos porque donde menos creemos está esa persona que necesita de nuestra mano amiga, de una voz de aliento, de una mirada, de un simple saludo. A medida que avanzamos en nuestra edad, vamos considerando la vida de una manera más pausada. Cuando jóvenes queremos atrapar el mundo con las manos, pensamos que vivir la vida es ir contra corriente y muchas veces, sumergirnos en un abismo sin regreso. En la actualidad eso es lo que nos transmiten los medios de comunicación, las redes sociales, las amistades, el contexto. “Anda a vivir sin importar qué haces con tu vida y a quién atropellas en ese ir y venir desaforado porque lo importante es disfrutar”. Pero esto a costa de qué.

 

Nuestra vida no puede estar basada en lo trivial, en lo que no tiene real importancia. En un abrir y cerrar de ojos podemos perder todo y encontrarnos solos, y más aún cuando no cuidamos a las personas que conocemos y que hacen parte importante de nuestras vidas. Con una actitud desinteresada es muy fácil quedarnos sin los verdaderos tesoros que nos llenan de alegría: la familia, la pareja, los hijos y los amigos. Los seres que más nos quieren son aquellas personas a las cuales debemos cuidar especialmente pues son los que nos dan las razones y el sentido para existir y disfrutar de lo maravillosa que es la vida. Los bienes materiales son valores agregados obtenidos al hacer muy bien nuestro trabajo pues con este recibimos remuneración que a la vez, si sabemos aprovechar, día a día podremos ir adquiriendo casa y vehículo; podremos ir escalando profesionalmente, vestir dignamente, viajar si está dentro de nuestros planes, etc. Pero lo fundamental, y que muchas veces dejamos de lado, son las personas.

 

Entonces, esa actitud de piedad, humanidad, sensibilidad y de misericordia, se resume en una virtud que nos ayuda a ganarnos el cielo con cada acción emprendida, porque se hace con amor, con sentido sobre natural; con el sentimiento inigualable del agradecimiento a Dios y a los dones excepcionales que nos da a cada instante. Cuando dejamos el egoísmo y actuamos sin pensar en nosotros mismos, es cuando se vive realmente la caridad, que reúne a todas las virtudes descritas anteriores. Son virtudes porque se hacen presentes como algo ya propio de cada uno de nosotros, se viven naturalmente cuando pensamos en el prójimo sin esperar nada a cambio. Sólo por el hecho de pensar que esa persona cercana está necesitando de mi auxilio, de mi ayuda, de mi consejo, de mi compañía. A veces para ser solidarios esperamos sólo a que haya catástrofes o campañas en pro de la comunidad para aportar un mercado, sin considerar, que la caridad debe ir más allá. Trascendemos cuando somos caritativos pues la satisfacción es tan grande que podemos decir y sentir que somos felices cuando vamos al encuentro con el otro que es semejante a mí.

 

El amor es lo más profundo que permite a la persona tener una razón para vivir. No hablo sólo del amor de pareja. Hay muchas maneras de amar y profundamente. Aquellas personas que entregan su vida para trabajar por los demás, aportando un grano de arena para construir un proyecto lleno de bondad; están pensando en hacer el bien y eso no tiene precio alguno. La caridad está unida al amor necesariamente. Como lo expresó san Josemaría Escrivá de Balaguer en su libro Amigos de Dios: «No poseemos —señalaba san Josemaría— un corazón para amar a Dios, y otro para querer a las criaturas: este pobre corazón nuestro, de carne, quiere con un cariño humano que, si está unido al amor de Cristo, es también sobrenatural. Ésa, y no otra, es la caridad que hemos de cultivar en el alma», tenemos un solo corazón y este solo bastará para amar a Dios, y si lo amamos a Él, amaremos también a todos nuestros semejante.

 

La caridad la debemos tener con todos a nuestro alrededor. Es absurdo amar a los de fuera de casa y en nuestra familia tener un comportamiento irrespetuoso, intolerante e intransigente. Amémonos también primero a nosotros mismos; si no nos amamos y respetamos, ¿quién nos amará y respetará? La cadena de virtudes se hace más fuerte cada vez que las vivimos en nuestra vida personal, familiar, laboral y profesional. Se forma un escudo impenetrable que nos hará más fuertes ante las tentaciones y frente a las actitudes desfavorables de los demás. La caridad es la madre de las buenas obras. Nada más gratificante que el deber de hacer bien las cosas porque cuando se omite o se disfrazan los valores en las acciones emprendidas, en algún momento de nuestras vidas comienza la conciencia a cobrarnos factura. Se dice que la vida misma es un búmeran que nos trae lo bueno o lo malo de acuerdo a como hemos procedido.

 

Sabiamente lo expresó el Papa Francisco: “la caridad es una gracia: no consiste en el hacer ver lo que nosotros somos, sino en aquello que el Señor nos dona y que nosotros libremente acogemos; y no se puede expresar en el encuentro con los demás si antes no es generada en el encuentro con el rostro humilde y misericordioso de Jesús”. Seamos caritativos, personas con un corazón bondadoso, con rostro alegre, con manos reconfortantes y mirada comprensiva. No es fácil lograrlo pero si es más gratificante que una persona con corazón de piedra o egoísta, con rostro desolado, con manos intolerables y mirada inflexible. Una persona con esta actitud sufre más, está aislada y también es incomprendida. Puede tener una coraza tan fuerte por fuera pero por dentro se desmorona y se desanima ante la adversidad. Se necesita la fuerza de Dios para poder enfrentar con la cabeza en alto la adversidad y con la esperanza de que todo mejorará en unión con la lucha interior para cumplir nuestra misión de alcanzar la verdadera felicidad, que se encuentra dentro de cada uno pero que no se alcanza en la soledad. Estamos en la sociedad y por tanto, no vivimos solos, compartimos con los demás y debemos dar lo mejor en cada uno de nuestros actos.

 

El verdadero rostro de la caridad está frente a nosotros, sin ir tan lejos. Mi prójimo es mi hermano, mi mamá, mi papá, mi esposo, mi hijo, mi amigo, mi compañero de trabajo, mi vecino. Está en quien necesite de mí. Todo lo que hagamos bien será retribuido en nosotros mismos y en nuestra familia. Siempre debemos pensar hacer lo que nos gustaría que nos hicieran a nosotros y vivir también la virtud de la alteridad, la cual consiste en ponernos en el lugar de los demás, para así poderlos comprender y entender, para ser también cada vez más humanos.

 

“Estamos llamados al amor, a la caridad y esta es nuestra vocación más alta, nuestra vocación por excelencia; y a esa está ligada también la alegría de la esperanza cristiana. Quien ama tiene la alegría de la esperanza, de llegar a encontrar el gran amor que es el Señor”. Papa Francisco, VATICANO, 15 Mar. 17

 

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VivianForeroBlogVivian Forero Besil

Licenciada en Educación Básica; especialista en Informática Educativa, en Gerencia de Instituciones Educativas y en Pedagogía e Investigación. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un hermoso bebé. Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

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