Blogs LaFamilia.info - 13.07.2015
Hace unos días estuve en una reunión social con amigos de la infancia de mi esposo. Como es habitual, los hombres se fueron por un lado a conversar y las esposas nos quedamos en la sala poniéndonos al día porque hace tiempo que no nos veíamos.
Yo conversaba con dos y les pregunté qué edades tenían sus hijos mayores. Coincidentemente me respondieron que 9 años. Y yo hice un comentario con la mejor intención, sobre todo refiriéndome a lo rápido que pasa el tiempo. Les dije: “Qué grandes, con lo rápido que pasa el tiempo, en menos de lo que se imaginan van a estar en el altar casándolos”. La reacción de ambas fue como si les hubiese dicho: “Ay, ojalá se contagien de Ébola y se mueran todos”. Es más, una de las dos, antes de contestarme, me dijo: “¿Qué edad tiene tu hija?”. Yo respondí: “Cuatro años”. Ella dijo: “De repente mi hijo es el que se casa con tu hija y también estarás igual que yo”. De ahí se suscitó una serie de comentarios como que no, me muero, cómo se iban a casar tan jóvenes, si primero tenían que estudiar, viajar y vivir.
Y claro, más allá del sinsabor del momento –ya que mi intención no fue ofender a nadie— me quedé pensando por varios días en cómo ha cambiado el concepto del matrimonio. Pareciera que todos estamos condenados, de alguna manera, a esta pena capital y tenemos que disfrutar lo más posible antes de caminar por el pasillo de la muerte con música nupcial. ¿Por qué está pasando esto?
Es lógico pensar que casarse es algo malo si es que vemos tantos casos de divorcios o relaciones poco “amables” a nuestro alrededor. Pero este rechazo va un poco más allá, creo yo. Y es porque el mundo de hoy ofrece tanta rapidez, tanto acceso a “ser libre”, a comprar, viajar, tener relaciones libres por todos lados, que obviamente comprometerse con otro no es más que cortarse las alas ante tanto placer. Hoy no me voy a detener a hablar de qué se trata la verdadera libertad. Sin embargo, y a pesar de esta mentalidad, las personas siguen casándose y todos queremos hacerlo desde que empezamos a pensarnos y sentirnos capaces de enamorarnos de otra persona. El problema está en que no estamos educando a nuestros hijos en el verdadero significado del matrimonio y lo que esto implica. Sino que pasan de esta montaña rusa de soltería a una vida que empieza a convertirse en “tediosa” con la llegada de los hijos y las responsabilidades. Y si no saben en lo que se están “metiendo”, de hecho no van a pasarla tan bien.
Esto no quiere decir que el matrimonio es horrible y hay que estar preparado para asumir la pesadilla. Al contrario. El matrimonio, cuando se entiende su verdadera dimensión de donación, apoyo mutuo y crianza de los hijos, es algo increíble. Es escribir una historia juntos –con buenos y malos momentos–, es crecer, es compartir, es vivir una vocación que tenemos impresa en nuestra naturaleza. ¿Sino por qué creen que todos se quieren casar así alrededor vean matrimonios que se rompen a cada rato? Porque es una tendencia natural. Y ante algo que se va a dar sí o sí en la mayoría de los casos, ante una forma de vida “para toda la vida”, qué mejor si les enseñamos a nuestros hijos el verdadero significado del matrimonio para que sean realmente felices.
Por supuesto, y no me canso de repetirlo, hay que empezar por ejemplo con nuestro matrimonio. Y si es que vivimos en una situación de divorcio o de un hogar monoparental, igual estamos en la obligación de darle a nuestros hijos los criterios correctos y no pensar que porque a nosotros nos fue mal, ellos también están condenados. Al contrario, enseñémosle a que no comentan los mismos errores y vean en el matrimonio un camino para ser verdaderamente felices.
La Mamá Oca
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Giuliana - La Mamá Oca
Peruana, Comunicadora Social de la Universidad de Lima y actualmente candidato a Master de Matrimonio y Familia en la Universidad de Navarra (España). Hace 5 años creó el proyecto "La Mamá Oca", una plataforma multimedia que tiene como misión ofrecerle a los padres recursos para criar niños felices, teniendo como eje la educación en virtudes. Actualmente dicta charlas, talleres y conferencias sobre temas de pedagogía familiar, matrimonio y afectividad. Casada y madre de dos pequeños hijos.
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