Por Vivian Forero/Blogs LaFamilia.info
En la mayoría de los casos cerramos el año extrañando o anhelando cosas que no llegaron, lamentándonos de fracasos, recordando las situaciones adversas, desconociendo en gran parte los logros, las metas alcanzadas y que aquellos proyectos planeados se hicieron realidad.
Casi siempre está por encima del bien, la crítica, la negación, el señalamiento, de nosotros mismos y el de los demás. Somos muy duros al juzgarnos a nosotros mismos, al definir cómo somos y al reconocer nuestros propios esfuerzos.
¿Qué sería esencial para recibir un año más de vida?
Primero que todo el despojarnos de la negación. El optimismo logra más que la negatividad. La alegría y el pensar que mañana será mejor que hoy debe ser el motor que nos impulse a continuar esforzándonos por escalar la montaña hasta llegar a la cima. En esa trayectoria suceden muchos accidentes, nos resbalamos, nos caemos, perdemos el equilibrio, nos agotamos, sentimos sed y hambre, la fuerza se nos acaba, pero al final, al descubrir que pisamos la cumbre, se nos olvida el trayecto y nos llenamos de una infinita gracia: la del deber cumplido. San Josemaria Escrivá de Balaguer lo manifestó en su libro Surco “¿La cima? Para un alma entregada, todo se convierte en cima que alcanzar: cada día descubre nuevas metas, porque ni sabe ni quiere poner límites al Amor de Dios.”
En segunda medida, se requiere de la misericordia. “Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado” (Misericordiae Vultus, Papa Francisco). Esta palabra que encierra muchas acciones para con los demás y nosotros mismos, se reviste de grandeza cuando la hacemos vida a través de cada acto.
Somos misericordiosos cuando actuamos con benevolencia, es decir, con tolerancia y comprensión; cuando perdonamos a quien nos hace daño, aunque proceder de esta manera sea muy difícil. Si este dolor sigue enterrado en lo más oculto de nuestro ser, no será posible tener paz y tranquilidad interior. Estaremos rodeados de rencor, desesperanza, inconformidad y desasosiego. Nada más grato es poder dejar ir esas ataduras de dolor y dejar de lamentarnos por lo que fue o no pudo ser. Nada más admirable es el perdón, el seguir adelante recordando solo lo bueno porque errar es de humanos y estamos obligados a darnos la paz y vivir de acuerdo a principios y valores que nos reconoce como hijos de Dios. Perdonar significa “borrón y cuenta nueva”, es decir, al otorgar el perdón verdadero, nos olvidamos de lo que sucedió y volvemos a escribir una nueva historia en el pizarrón de nuestra vida. Pero ¿y cuántas veces debemos perdonar? Si amamos realmente, infinitas veces.
En tercera instancia, el agradecimiento como hábito consciente y permanente. Ser agradecido significa ser sensato para reconocer los dones, regalos y bendiciones recibidas en cada instante: la vida, la salud, el alimento, la familia, el trabajo, los amigos, y muchas cosas más. Vivir agradecidos nos lleva hacia la alegría infinita de ser gratos con nosotros mismos y los demás, con Dios, con todo lo que nos rodea. No basta con decir gracias, se debe sentir en lo más profundo de nuestro ser. Ser agradecidos nos ayuda a alcanzar las metas con más fuerza interior, con más esperanza, con alegría, con compromiso, porque nos esforzamos por una causa en común.
En el día a día debemos reconocer todos los detalles en las personas que nos rodean. Nuestra madre en casa que despierta muy temprano a organizar la casa y a hacer el desayuno; a nuestro padre que muy temprano se levanta y se va a trabajar fuera de casa; al compañero de trabajo que se acercó a explicar un informe pendiente para entregar al gerente; a la hermana que llamó a saludar y a preguntar cómo estaba, a quien cede el puesto en el bus, y demás circunstancias que por la rapidez de la vida actual muchas veces no las detallamos. Qué grande sería retribuir todas estas acciones con un gracias o con una reciprocidad en el trato, en la ayuda, en el apoyo y en el cariño manifiesto a través de la atención y las palabras.
Despidamos un año que se va con las manos llenas por todo lo alcanzado y recibido; recibamos un año nuevo limpio de corazón, dispuestos a dar lo mejor en cada acción realizada y siempre con optimismo, misericordia y agradecimiento.
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Vivian Forero Besil
Especialista en Pedagogía e Investigación en el aula, Licenciada en Educación Básica y especialista en Gerencia de Instituciones Educativas. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un hermoso niño. Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.