Blogs LaFamilia.info - 07.03.2016
Durante el inicio de este año hemos reflexionado con dos virtudes muy importantes para poner en práctica, como son la empatía en el mes de enero y fidelidad en febrero. En esta ocasión, orientaremos nuestro rumbo hacia la misericordia.
“Misericordia significa mantener el corazón en carne viva, humana y divinamente transido por un amor recio, sacrificado, generoso. Así glosa la caridad San Pablo en su canto a esa virtud: la caridad es sufrida, bienhechora; la caridad no tiene envidia, no obra precipitadamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus intereses, no se irrita, no piensa mal, no se huelga de la injusticia, se complace en la verdad; a todo se acomoda, cree en todo, todo lo espera y lo soporta todo”. San Josemaría Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, Punto 232
La misericordia como palabra clave en este mes de marzo implica vivir en carne propia lo que significa el pensar en los demás. Somos egocéntricos por nacimiento y continuamos siendo el centro de atención en todos los espacios de nuestra vida. Estamos tan centrados en nosotros mismos que no vemos más allá, que no sentimos el dolor del otro. Estamos tan insensibles que no nos preocupa el cómo se sienten las personas que están a nuestro alrededor. A veces está tan cerca la necesidad que no la sentimos porque no la vivimos directamente. Esa situación difícil puede estar en la vida de un amigo, de un hermano, de un compañero de estudio o de trabajo y no nos sentimos tocados con ese dolor porque no será posible sino vivimos ni conocemos la misericordia.
Estamos llenos de noticias cada vez más tristes, a causa de la falta de conciencia en el actuar al colmo de estar atentando contra nosotros mismos al descuidar el medio ambiente. Al no tomar conciencia de nuestras acciones y dejar a la deriva el timón de nuestra propia vida, nos dejamos llevar por la vida mundana, la de pasarla bien, sin reconocer que otras personas pueden estar necesitándonos. No hablo de una necesidad material porque muchas veces se alivian más las penas con un soporte de calidez, de alegría, de compañía, de buen consejo.
Para el papa Francisco, la misericordia no es una palabra abstracta, sino un rostro para reconocer, contemplar y servir. Y así lo manifiesta en la Bula de la Misericordia con la que convoca al Jubileo: “Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios. Nada en Él es falto de compasión”. Jesús es ejemplo de vida, de acción bondadosa, de edificar en el bien, de emprender tareas en pro de los demás, de hasta sacrificar su vida por nosotros. Cuántos de nosotros nos sacrificamos en nuestro hogar, en el trabajo, en la vida cotidiana, entendiendo el sacrificio como ofrecernos a los demás para lograr su bienestar, en el dedicarnos a dar lo mejor de nosotros por aquellos seres queridos y las personas que nos necesitan. Hemos venido al mundo para construir y la mejor manera de hacerlo es brindando una mano amiga, reconociendo la belleza y la perfección en el otro. Descubriendo que somos los llamados a desarrollar acciones sencillas como saludar, escuchar, comprender, reconocer, ayudar, compartir.
No es fácil emprender esta tarea de abrir nuestro corazón a la bondad, a la piedad, a la compasión. Somos en muchas ocasiones muy críticos hacia los demás, muy duros cuestionándolos o juzgándolos y los actos de misericordia implican ponerse en el lugar de los demás también para entenderlos. Sólo así podremos lograr que las acciones que tenemos pensadas realizar verdaderamente estén enfocadas a hacerlas de corazón, no por cumplir un deber como cristianos, sino por sentir realmente que es importante crecer en el hacer para ganarse el cielo, cara a Dios, para construir un mundo realmente humano.
Que en esta época estemos llamados a la benevolencia, a la generosidad, a la caridad, para hacer el bien sin mirar a quien; para estrechar lazos eternos con Dios por hacer lo que nos corresponde en el hogar, con los hijos, el conyugue, los familiares, los amigos, los vecinos.
La misericordia comienza en nosotros, con nosotros y se proyecta a los demás. Pues será arduo dar de lo que no tenemos. Comencemos con actos de misericordia de agradecimiento con lo que tenemos y hemos conseguido día a día; con amar a la familia y reconocerlos como los seres más importantes en nuestro proyecto de vida; valoremos todos los dones que tenemos y a las personas que nos rodean. Si hacemos esto como hábito de vida, será más llevadero emprender actos de misericordia hacia los demás.
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Licenciada en Educación Básica; especialista en Informática Educativa, en Gerencia de Instituciones Educativas y en Pedagogía e Investigación. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un hermoso bebé. Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.