¿Por qué nos gustan tanto las redes sociales?

Hace muchos años se gozaba de las relaciones interpersonales de manera presencial, en vivo y en directo; para un cumpleaños esperábamos sorpresas: llamadas telefónicas, abrazos, ramo de flores, una tarjeta hecha a mano, ir a un restaurante a celebrar o una reunión para compartir una torta o un pudín (como se dice en la costa caribeña).

Hoy en día quien nos anuncia el cumpleaños es el “Facebook”; hacemos clic para dar el “me gusta”; enviamos la tarjeta de manera virtual; publicamos el mensaje de felicitaciones en “Instagram” o por “Whatsapp”. Se nos ha agotado el tiempo para hacer una llamada telefónica, celebrar compartiendo un café (porque entre las amigas nos prometemos hacerlo, pero no alcanzan las 24 horas del día). Hacer una visita un fin de semana a ese familiar que amamos tanto, pero que va pasando poco a poco a un tercer o cuarto plano, se convierte en un caos. No de manera intencional, pero si por dejarnos envolver en la «activitis», los afanes, los diferentes roles y actividades que tenemos; y más aún, por el ritmo de trabajo que se ha vuelto una “moda” en cuanto a que NO hay tiempo sino para trabajar.

Las redes sociales en la actualidad, aunque son muy positivas en muchos aspectos, también se han convertido en el enemigo oculto de las personas. Poco a poco la expresión de sentimientos esenciales en la vida se ha ido minimizando, han pasado al olvido en algunas parejas, familias, amigos. No parece importante expresarlo en voz alta. Un “Te quiero”, “Te amo”, “Te extraño”, “Eres muy importante en mi vida” … se han dejado de lado y se sobreentiende que esos sentimientos sí existen y, por tanto, sólo se requiere de un “Like” en las publicaciones diarias. Tanto que, si publicamos una fotografía o lo que estamos haciendo, estamos pendientes si alguien lo revisó o compartió, si les gustó, si hay algún tipo de interacción. Este comportamiento es comprensible a nivel empresarial, cuando vendemos un producto o lanzamos un emprendimiento, pero no es saludable basar nuestra realidad personal en estos aspectos.

“Un estudio del New York Times sobre los motivadores para compartir en internet reporta dentro de las cinco principales razones para compartir en la web, en primer lugar, el delight a la audiencia, con contenido valioso y entretenido y en segundo, para promover relaciones” *blog.estudiocontar.com. Es decir que estamos absortos en este mundo virtual, sólo giramos alrededor de publicar lo que a los otros les gustaría ver. Estamos como “vendiendo” nuestra vida. Y va más allá de presentar muchas veces “ideales” porque hasta las fotografías ya tienen filtros y nos hace ver más bonitos.

“Este mismo estudio arroja otras motivaciones para compartir la vida en Internet, como iniciar conversaciones sobre problemas, marcas o productos, y aún más interesante; para identificarse y presentarse a sí mismos con los demás, como una actividad de realización personal”. ¿Entonces en qué basamos el amor propio o la reconocida autoestima? En el ideal de persona que se pretende, en las tallas corporales que nos quieren imponer; el ritmo de vida que muestran los famosos, o los llamados “creadores de contenidos”, “youtubers”, “influencers”, y muchos términos modernos que de pronto aún desconozco. ¿Qué se espera de esta sociedad en el futuro sino aterrizamos lo verdaderamente importante?

En estos días se estuvieron compartiendo fotografías o memes combinando nombres específicos con dinosaurios y leí que estaba relacionado con lo anterior, de las profesiones que se pueden llegar a extinguir si seguimos viviendo en la realidad virtual. Si permitimos que nuestros hijos, hermanos pequeños, amigos, y hasta nosotros mismos, sigamos metidos tiempo inagotable en las redes sociales, dejando de lado en contacto personal o pretendiendo ser “millonarios” dedicándose a trabajar en este medio. Podríamos estar manejando, además de escasés de profesionales, también términos como “mamásaurio”, “papásaurio”, “amigosaurio”, porque estas misiones tan vitales se estarían extinguiendo también.

¿Una vida sin “Filtros”?

«Las redes sociales capitalizan este cambio biológico al brindarnos una plataforma para buscar esa reacción bioquímica literalmente las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año», dijo Mitch Prinstein en un artículo publicado en CNN en español señalando que es algo «peligroso porque no es la forma en que los humanos estamos acostumbrados a interactuar entre nosotros«. Y esto genera vulnerabilidades.

Si revisamos el pensamiento de Prinstein con respecto a la interacción social, podríamos intuir que al no estar acostumbradas las personas a este tipo de relaciones, que realmente son virtuales, irreales, ilusorias y de apariencias, estaremos construyendo un mundo con las mismas características. Lo anterior traerá como consecuencia: banalidad, superficialidad, trivialidad, ligereza, frivolidad, etc. ¿Se imaginan basar nuestras relaciones personales con base en estas características?

Sería importante que usáramos las redes sociales con mesura; no es dejarlas de usar, pues empleadas con límites, responsabilidad y compromiso, podemos sacar frutos positivos para nuestras vidas. Es buscar una armonía entre la realidad y la virtualidad. Sin reemplazar a lo tangible, lo palpable, lo verdadero. “Sin filtros” nuestra vida sería más transparente, creíble, y confiable.

¿Pero qué sería una vida “sin filtros”? Indiscutiblemente, sin falsedades, ficciones, disfraces e hipocresía. Suena un poco feo, pero quiero llamarlo así. ¿Se han fijado cuando nos tomamos selfies? (Yo también lo hago, no estoy criticando a los demás). Estamos normales sumergidos en los Smartphones y queremos tomarnos una foto, nos unimos, sonreímos y volvemos a la frialdad. O cuando estamos peleados, pero es importante capturar el momento feliz. ¿Para quién es ese momento, para la audiencia o seguidores? O para atesorar en el corazón.

¡Vivamos “sin filtros”! No importa esa arruga, esas canas, esos “gorditos de más”, si edito tanto la foto…¡No sería “yo” el que publico!. Con esto no es que esté en contra del arreglo personal, el cuidado de la salud, del cuerpo; estoy en contra de lo que quiero probar frente a los demás. Los viajes que hago, las deliciosas comidas en restaurantes costosos, la ropa de marca que visto. ¿Hemos pensado en los que tienen necesidades y no pueden hacer esos gastos superfluos? ¿Qué tienen condiciones restringidas para estudiar, comer, vestir?

Vivir “Sin filtros” sería entonces dejar de pensar solo en nosotros mismos y volcarnos a los demás. Pensar antes de publicar estados, fotos, etc. Sin necesidad de tanta superficialidad. Qué bueno que enseñemos con el ejemplo pues los primeros que ven lo que hacemos son nuestros hijos (porque tienen acceso a nuestras redes sociales) y aprenden de lo que publicamos.

Desde hoy hago el compromiso de pensar antes de publicar porque también ha sido una reflexión para mí.

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Vivian Forero Besil

Especialista en Pedagogía e Investigación en el aula, Licenciada en Educación Básica y especialista en Gerencia de Instituciones Educativas. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un hermoso niño. vivian_forero@hotmail.com


 

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