Blogs LaFamilia.info – 30.05.2016
¿Soberbia Yo? ¡Nunca! Me ha intrigado siempre la presunción que todos tenemos de no creernos soberbios y resulta que esa misma creencia ya denota su presencia en nosotros.
A mis manos llegó un documento de Julio Peñacoba, español nacido en Sevilla titulado ¿Soberbia, Yo? Lo dedica a los humanos todos por considerar que sin excepción hemos sido picados por ese bicho llamado soberbia.
La soberbia es definida por la Real Academia Española (RAE) como el apetito desordenado de ser preferido a otros. El concepto puede asociarse a la altivez, el engreimiento, la presunción y la petulancia.
Tal vez, al leer su significado, nos sentimos muy lejos de ser soberbios. Pero cuando ahondamos sobre los comportamientos que reflejan los síntomas de la picadura del bicho de la soberbia parece que no nos escapamos de poseer en algún grado esta enfermedad.
La soberbia tiene varios hijos, entre otros la vanidad, el orgullo y la envidia.
La vanidad
Esta nunca descansa de pensar lo que pensarán de nosotros los demás. Te ha pasado alguna vez estando en una reunión en la cual hacen alusión a un tema o a un personaje que no conoces, que no te atreves a preguntar al respecto, porque ¿qué pensarán de mi ignorancia?
Cuando te da vuelta una y otra vez en tu cabeza esa frase que dijiste y parece que quedaste mal. O aquella que no dijiste que te hubiera catapultado como la más inteligente o creativa. Y cuando defiendes a capa y espada que tal cosa fue idea tuya.
Es que la vanidad nos incita a querer quedar bien en todo momento. Como decíamos al principio, no es fácil descubrir a la soberbia directamente pero si nos fijamos bien, podemos reconocerla detrás de uno de sus hijos, en este caso la vanidad.
El orgullo y la envidia
Vamos a considerar dos hijos más de la soberbia, son el orgullo y la envidia. El orgullo es muy creído y mandón. Casi siempre se enfada y se siente herido. Ese orgullo exige mis derechos y reconocimiento a la verdad que poseo. Muchos de nuestros mal humores son fruto del orgullo. Y la envidia es el deseo de hacer o tener lo que otro tiene.
Los ejemplos siguientes los he tomado del documento de Peñacoba : “Orgullo observa que esa persona viste con mucho gusto y sencillez. Surge después la envidia que lanza sus críticas: “claro, como tiene dinero puede variar… Pero mira que es fea…¡y qué peinado tan ridículo!”
El orgullo de un adulto puede quedarse estupefacto al comprobar que un matrimonio con menos solvencia económica que el suyo pero con más dedicación generosa y sacrificios alegres, va sacando muchos hijos adelante, más hijos que los suyos. Orgullo no sabe pasar de la estupefacción a la imitación, sino a la crítica a través de la envidia oculta: “Son unos irresponsables en la paternidad”. Y más bajito añade: “No tienen sentido común. Tal como está la vida hoy en día…”
La humildad, la sencillez y la modestia son contrarias a la soberbia. La persona puede sentir orgullo por sí misma al reconocer sus éxitos o mejoras, sin que esto la haga sentir superior al resto de los seres humanos. En cambio, cuando ese autoreconocimiento se transforma en soberbia, su objetivo pasa a alimentar su ego y su propia vanidad.
Reflexionemos y trabajemos la humildad, la sencillez y la modestia, virtudes que nos harán disfrutar más cada momento y ser más felices.
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Prince Martínez
Tulia Martínez de Barrios, más conocida como “La Prince” es Orientadora Familiar de la Universidad de la Sabana y Universidad de Navarra (España). Fundadora de los colegios de la Asociación para la Enseñanza, Aspaen en Cartagena, Colombia. Asesora y consultora en temas de dirección, administración y gestión de la educación.