Por Regino Navarro/Blogs LaFamilia.info – 28.06.2021
¿Qué lectura podemos hacer de las marchas y protestan interminables de estos días? No me refiero aquí a la barbarie, el odio, el vandalismo, etc. que estamos viviendo en Colombia.
En estas líneas se pretende analizar por qué surgen y perduran las concentraciones de personas que desafiando peligros como la posibilidad del contagio o de ser objeto de violencia salen a marchar. Un posible enfoque es ver la conducta de estas masas como una catarsis colectiva de sentimientos negativos acumulados durante mucho tiempo, más que pensar en acontecimientos coyunturales de esta temporada, y que bastó una ocasión propicia y unos agitadores profesionales para que estallara.
Un primer estado emocional anidado en el interior de muchas personas es la frustración, que, aunque reprimida, lleva a la agresividad y que en algunos casos puede convertirse a su vez en violencia. Jóvenes que no pueden ingresar a la universidad teniendo condiciones para ello o que después de egresar no encuentran trabajo. Mujeres y hombres que ven pasar los meses y los años sin poder aportar nada a la casa. La falta de atención médica oportuna. Profesionales sin trabajo que fueron despedidos de la noche a la mañana sin saber por qué.
Otro sentimiento negativo es la rabia producida por la corrupción en la vida diaria que conduce a la ira. Ver que a los corruptos le va bien genera malestar, lo mismo tener que acudir a la corrupción para lograr algo a lo que se tiene derecho. La deshonestidad y sobre todo la desfachatez como se exhibe hace daño. A todo esto, se añade las dificultades normales del día a día, como pasar dos, tres o cuatro horas para ir y volver al trabajo. Vivir siempre en manos de las deudas por una u otra razón, gente mayor que no tiene pensión. La desigualdad, por otra parte, es una bomba de tiempo. Tener multitud de problemas y ver al vecino malgastar o despilfarrar lo mucho que tiene, indigna a cualquiera.
Se podría decir que esa situación descrita la viven muchos países pobres y nunca pasaba nada. Así es, como en Colombia. Pero ahí están esos sentimientos, que se intensifican en personas que, al ir mejorando el nivel educativo, tienen mayor consciencia de lo injusto que es. Hablamos especialmente de una clase media y baja que posee una percepción de la realidad distinta a la de sus progenitores, o a la que ellos mismos poseían hace un tiempo.
Hasta que llega un detonante que no es una chispa sino una bomba continuada, la pandemia. El miedo que rodea al COVID va minando las defensas no sólo físicas sino también las sicológicas. Muchos prefieren arriesgarse al contagio como una evasión de los problemas y miedos. El hecho de no saber que ha pasado, que está pasando y qué pasará, desconcierta a cualquiera. Hay inseguridad y miedo reprimido. La falta de esperanza en el futuro, la percepción de que todo se dañó, de que nada de esto va a cambiar y de que los problemas son insolubles es una fuente grande de ahogo interior.
Estas líneas no son un intento de justificar lo que acontece, ni mucho menos el daño absurdo causado, sino de entender una realidad desconcertante para quien escribe, y de confirmar de modo definitivo que la nueva normalidad debe ser muy distinta a la anterior, emprendiendo caminos de justicia y desarrollo social, asumiendo, con carácter de urgencia, los sacrificios que sean necesarios, el estado, la sociedad civil y cada persona en particular.
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Fundador y Director de LaFamilia.info. Español de nacimiento pero colombiano de adopción. Coach profesional, especialista en Ciencias del Comportamiento, estudios en Orientación y Consejería, profesor, conferencista y autor de varios libros. Twitter: @ReginoNavarroR