Carmelo López-Arias / ReL – 29.06.2022
Andrés Molina, uno de los testimonios del documental «Transformados»
Más de un millón de órganos sexuales sanos se tiran a la basura cada año en todo el mundo, y son extirpados de cuerpos cada vez más jóvenes.
Testículos, úteros, mamas… son sacrificados supuestamente para llevar la felicidad a personas que sufren lo que hasta hace muy poco se consideraba un trastorno de identidad de género, ahora rebautizado como «disforia de género». Crece como la pólvora porque las aulas, los medios de comunicación y las redes sociales lo hacen crecer. Los niños son conducidos artificiosamente a una vida inesperada de sexualización y medicalización. Y el número de quienes se arrepienten se dispara.
El documental Transformados aborda esta realidad con testimonios de víctimas de esas ‘transiciones’ y de expertos que las tratan en consulta. Se ha estrenado este 28 de junio, en el llamado Día del Orgullo Gay. Dirigido por Marta Sanz Lovaine para Media Salud Comunicación, Transformados sigue la estela de Camino abierto, anterior producción de esta periodista que atesora catorce años de experiencia como coordinadora de la sección de sanidad en Antena 3 TV y que posteriormente ha trabajado once años en programas televisivos en el ámbito científico.
Con rigor y objetividad -lo cual no significa una imposible neutralidad ante el drama que viven personas concretas con nombre y rostro-, la reportera pregunta y pone el micrófono, y quienes tienen algo que decir lo dicen. El espectador es quien juzga.
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Experiencias complejas
Kathy Grace Dunkan dedica hoy buena parte de su tiempo a asesorar a personas transgénero en Portland (Oregón, Estados Unidos), intentando evitarles buena parte de los sufrimientos que ella vivió. Nació en un hogar disfuncional y sufrió abusos sexuales en la infancia. Su percepción de sí misma estaba totalmente alterada. A los 19 años empezó un tratamiento hormonal para convertirse en hombre, iniciando un proceso que remató con una doble mastectomía.
Leah Grey echa la vista atrás en su propia vida y se encuentra una niña que quería ser un niño y que en su juventud se inició en las relaciones lésbicas y en una promiscuidad que no fueron precisamente puertas a su felicidad.
También Andrés Molina, de Tarragona (España), contempla su pasado desde un presente muy distinto. A los 10 años, la pornografía trastocó su visión de su propia masculinidad, lo qu le preparó para introducirse en la adolescencia en las relaciones homosexuales.
El venezolano Carlos Eduardo Catari sufrió de niño el rechazo de su padre a sus formas amaneradas, unidas a un abuso sexual por parte de alguien cercano que empezó a los 5 años y acabó cuando tenía 12, ya con su visión de sí mismo totalmente deformada. A los 15 empezó a prostituirse en ámbitos gay y confiesa que le gustaba.
En torno a estas cuatro vidas, contadas por sus protagonistas con sencillez desde un presente distinto y sorprendente tras un cambio en el que Dios apareció de formas imprevistas y diversas, se articula la investigación de Transformados en torno a un fenómeno que cada vez preocupa más: el «incremento masivo de niños y adolescentes que afirman haber nacido en el cuerpo equivocado«.
Un fenómeno nuevo y rápido
Solamente en la plataforma GoFundMe hay 39.000 adolescentes recaudando fondos para extirparse su senos sanos. Pero la moneda tiene otra cara: solamente en la plataforma Reddit hay 17.000 jóvenes arrepentidos de su ‘transición’ que desean volver a su condición biológica natural.
Hasta 2010, explica a cámara Ann Gillies, profesora de Psicología en la Universidad de Ontario (Canadá) y fundadora de Restoring the Mosaic, el trastorno de la identidad de género era extremadamente raro, un 0,014% de la población total. Pero a partir de esa fecha comenzó un auténtico asalto a la infancia a través de la escuela y las redes sociales: «Les hemos metido ideas en la cabeza y los niños son muy susceptibles a la información. Lo absorben todo y empiezan a cuestionar sus pensamientos y sus sentimientos». Al mismo tiempo, continúa, lo que antes era considerado profesionalmente como «un trastorno», pasó a contemplarse como «un malestar» gracias a las modificaciones introducidas en 2013 en el manual diagnóstico DSM-5, principal referencia para los especialistas.
«Todo el concepto ha salido de la nada», abunda Jon K. Uhler, psicoterapeuta y fundador de Survivor Support, y sin él «todas estas prácticas médicas no se habrían desarrollado». Niños que necesitan una evaluación psicológica y, en su caso, psiquiátrica para determinar las causas de la discordancia entre lo que son y lo que querrían ser, se convierten en carne de cañón de «productos farmacéuticos que tendrán que soportar el resto de su vida, porque si dejan de tomar las hormonas, el cuerpo vuelve a su género». Un negocio «en el que tienes un cliente de por vida», ironiza.
Tratamientos irreversibles sobre personas vulnerables
Por su parte, el doctor Quentin van Meter, presidente del Colegio Americano de Pediatras, profesor de Pediatría en la Universidad de Atlanta y endocrinólogo pediátrico, alerta de la irreversibilidad de estos tratamientos en «una población muy vulnerable de niños que buscan aceptación». Desde hace más de treinta años se sabe que «el 98% de los niños y el 86% de las niñas que experimentan cierto grado de incongruencia de género en la infancia volverán a aceptar la concordancia entre su sexo biológico y su identidad de género al final de la pubertad». Por el contrario, el tratamiento con hormonas cruzadas «es muy perjudicial porque detiene el proceso de las hormonas de la pubertad, que crean las respuestas que el cuerpo biológico está esperando… Cuando eso no sucede, los sistemas no maduran… Se habla de que los bloqueadores de la pubertad son totalmente reversibles y la respuesta es que no lo son». Y alerta: «¡Por favor, no permita que esto le pase a su hija! No es la respuesta correcta. No es lo que se anuncia que es. No resolvió los poblemas de salud mental, creó más poblemas de salud mental de los que resolvió«.
El mayor estudio realizado hasta la fecha sobre la relación entre disforia de género y trastornos previos determinó que el 63% de las personas que solicitaron un cambio de sexo después de la pubertad habían tenido uno o más diagósticos de trastorno psiquiátrico antes de anunciar que eran transgénero. No eran hormonas o cirugía lo que necesitaban, sino atención de esa naturaleza en vez de ‘reafirmación’, sostienen los especialistas en Transformados.
*Publicado originalmente en ReL