Dice un aforismo clásico: “Sé flexible como un junco, no rígido como un ciprés”. Aprender a ver las cosas de otra manera es necesario para desbloquear la mente y producir avances en el crecimiento personal, en el desarrollo de las ciencias y en la creación de una convivencia más sana.
Para eso se necesita una mente flexible, como lo es un junco que se dobla sin romperse. La creatividad y la innovación solo son posibles desde una mente abierta a nuevas posibilidades.
Si se siguen los comentarios en redes sociales es difícil que se observe un cambio de posición de una persona en particular ante otra persona antagónica, ante una ideología o ante una opinión política o religiosa distinta a la propia; ni siquiera hay atisbo de hacer algún intento de entender la otra forma de pensar; pareciera que la mente se cristalizó. Suele suceder entonces que el debate se endurece y pronto se llega a agravios personales. Lo mismo ocurre en los debates políticos o en los diálogos entre amigos. Cada uno están lo suyo y cree en lo suyo. De esa forma se renuncia a aprender de los demás, a captar percepciones distintas que puedan enriquecer a la propia. Los niños aprenden más fácil porque al no tener ideas fijas hay apertura a la información sin prejuicios, es decir juicios previos que no dejan entrar nada; el sistema nervioso es como plastilina que se deja moldear. A medida que los circuitos neuronales ya están fijos el aprendizaje se dificulta porque las ideas han arraigado y se dificulta cambiarlas.
La flexibilidad es el comportamiento que lleva a ajustarse a otras personas, a las circunstancias y a los ambientes, sin dejar de ser quien se es ni ceder en los principios. Es tener la mente abierta, saber que existen otras posibilidades distintas a las que hasta ahora se habían visto. Es estar dispuesto a realizar los cambios necesarios en una determinada situación. Para lograr flexibilidad mental se debe estar dispuesto a abandonar antiguas costumbres y aprender otras, a escuchar las opiniones, recomendaciones y sugerencias, para modificar así los hábitos anteriores. Ser flexible implica respetar las diferentes formas de pensar y no ser obstinado con las propias ideas.
La sencillez y la humildad facilitan esta característica de la mente pues permiten aceptar de antemano que los propios pensamientos no abarcan toda la realidad posible y que si la razón está de parte de uno también puede estarlo en otras personas, ya que nadie tiene la verdad total. El orgullo enceguece y no permite pensar con objetividad.
Además de estas virtudes, para tener una mente flexible se necesita la disposición permanente de aprender de todos y de todo, interés de escuchar y observar para entender y aprender. Alguien decía que los grandes convencimientos en relación con algún tema específico suelen convertirse en grandes bloqueos. Es así porque impiden repensar las cosas, no se admiten dudas y es fácil llegar a la intransigencia y la terquedad. Por supuesto que al abordar las creencias religiosas intervienen otros factores de fe que proporcionan mayor seguridad. Lo mismo ocurre con formulaciones científicas ya comprobadas. Pero ambas situaciones son escasas en comparación con la multitud de pensamientos que pueblan la mente.
La flexibilidad de la mente hace posible otro rasgo de personalidad muy valorado en la sociedad actual; es la capacidad de adaptación en ambientes y culturas diversos. Por esta razón a las personas jóvenes se le facilitan los intercambios académicos y la versatilidad laboral. Una última consideración al respecto es que como la rigidez mental no suele ser advertida por el propio individuo, es conveniente pedir ayuda a personas del propio entorno para que adviertan al interesado cuando ocurra con frecuencia. Es un gran servicio que una persona puede prestar a un compañero o un amigo.
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Regino Navarro Ribera
Fundador y Director de LaFamilia.info. Español de nacimiento pero colombiano de adopción. Coach profesional, especialista en Ciencias del Comportamiento, estudios en Orientación y Consejería, profesor, conferencista y autor de varios libros.