Es cierto e innegable que la coeducación fue un triunfo y una necesidad en un determinado momento histórico en nuestro país, en el que la mujer estaba relegada a un segundo plano y cuya educación iba destinada a convertirla en un ser dependiente y débil (tal como proponía Rousseau en su libro Emilio o De la educación, 1762).
En España la educación mixta comienza a ser propuesta a finales del siglo XIX, cuando la mujer tenía una posición sumamente debilitada en la sociedad y resultaba preciso ensalzarla e igualarla de algún modo con el hombre. Destaca en este sentido, Emilia Pardo Bazán, que como Consejera de Instrucción Pública, propuso en el Congreso Pedagógico de 1892 la coeducación a todos los niveles, con el objeto de superar la división de funciones asignada a hombre y mujer. Esta propuesta no fue finalmente admitida.
Por fin, la enseñanza mixta se impuso en 1984 en todos los centros públicos, desde el gobierno, sin debate y sin una fundamentación pedagógica, y así sigue hasta la actualidad, convertida en un dogma intocable. Los colegios mixtos públicos son el modelo único y obligatorio, encumbrados sin, al parecer, demasiadas reflexiones o estudios que lo justifiquen.
Sin embargo, ante el abrumador fracaso escolar que estamos padeciendo, en los países desarrollados de nuestro entorno este dogma comienza a ser seriamente cuestionado (especialmente por el neofeminismo y sectores de la izquierda). La razón de esta nueva tendencia se encuentra en décadas de investigación en la neurociencia, en endocrinología genética, en psicología del desarrollo que demuestran que las diferencias entre los sexos, en sus aptitudes, formas de sentir, de trabajar, de reaccionar, no son sólo el resultado de unos roles tradicionalmente atribuidos a hombres y mujeres, o de unos condicionamientos histórico-culturales, sino que son innatas. En palabras de Cristina Hoff Sommers (Doctora en Filosofía de la Universidad de Brandeis) conocida defensora de los derechos de la mujer y del movimiento feminista americano: «se puede decir que es como el hardware, no es un software impuesto por la sociedad». Por ejemplo, en Francia la coeducación comenzó a cuestionarse seriamente a partir de la publicación del controvertido libro del sociólogo (especialista en temas de adolescencia, juventud y familia) y miembro del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRC), Michel Fize: «Las trampas de la educación mixta» (2003). En el se expone cómo la educación mixta en el país galo no ha conseguido asegurar la igualdad de oportunidades ni de sexos.
Definitivo resulta asimismo el informe presentado en Suecia, en julio de 2004, por encargo del Gobierno, por la parlamentaria Chris Heister, presidenta de la Comisión para el Estudio de la Educación, titulado: «Todos somos diferentes». En él se afirma que el fracaso de la educación actual radica en el empeño por despreciar las diferencias entre los sexos. El informe acaba recomendando que se organicen clases solamente con niños o niñas, porque no es lícito imponer conductas o modelos educativos idénticos a ambos sexos.«Le Monde de l´Education» señaló, en un dossier dedicado al estudio de esta nueva problemática (2003), la preocupación de los sectores educativos por la inadaptación de los chicos. A igual edad y condiciones, el rendimiento escolar es muy superior entre las niñas (especialmente entre los 12 y 16 años). El fracaso escolar entre los chicos les hace padecer un complejo de inferioridad que a su vez provoca una difícil relación y aumenta la tensión con el sexo opuesto. Los varones tienen otros tiempos de desarrollo diferentes a los de las chicas. Pretender igualar organismos desiguales es injusto y trae nefastas consecuencias.
En Francia; Canadá; Suecia; Reino Unido; Alemania; Australia; Japón; Estados Unidos, se propugna como moderno y progresista la instauración de los colegios públicos diferenciados, como alternativa a los colegios mixtos. Sin embargo, en España continuamos con el lamentable reduccionismo ideológico que considera intrínsecamente malo y machista la existencia de colegios para la educación de un único sexo. Estos son calificados sin fundamento como sexistas, discriminadores y antisocializantes. Se confunde igualdad con igualitarismo.
Es necesario reconocer la realidad de las distorsiones que presenta el sistema y que se agravan seriamente en centros escolares ubicados en zonas socialmente desfavorecidas.
Para ello hay que prescindir de criterios ideológicos y morales y aceptar el curso de los acontecimientos. Como señala Michel Fize, la enseñanza mixta no es un principio intangible del derecho escolar, es un instrumento para dos combates de fondo de nuestra sociedad: la igualdad de oportunidades y la transmisión de valores fundamentados en el respeto y la tolerancia. Lo importante es ver si está sirviendo para ello.
En definitiva, la educación diferenciada, aunque no es ni mucho menos la única solución a los problemas del fracaso escolar en España, sí puede ser un paso más hacia una enseñanza de calidad. Sin embargo, a pesar de ser la opción por la que están apostando los países más desarrollados de nuestro entorno, aquí en nombre de una neutralidad laica el sistema educativo no deja espacio para las diferencias. En España, lo moderno es lo obsoleto.