Alianza LaFamilia.info / Instituto de la Familia - 07.09.2015

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¿Se ha preguntado alguna vez si sus hijos tienen tan claro como usted cuáles son esas razones que deben motivarlos a estudiar? Los motivos son importantísimos porque constituyen una gran ayuda para el estudiante.

Por LaFamilia.info 

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¿Hasta dónde deben ayudar los padres en las labores escolares de sus hijos? ¿Deben limitarse a supervisar? ¿O deben dejar que los hijos se valgan por sí solos? Depende de varios factores.

Por LaFamilia.info
 

 

Así como los profesores y alumnos están llamados a asumir unos deberes, los padres también deben tomar parte activa en la vida escolar de los hijos. Este tema es de vital importancia si lo que se pretende es educar a los hijos de forma integral, logrando un trabajo conjunto entre la escuela y la familia.

LaFamilia.info
11.08.2014

 

Algunos niños viven este momento sin inconvenientes, se adaptan con facilidad a los cambios y disfrutan de su nuevo colegio. Otros en cambio, les cuesta este proceso y aunque ya cuenten con la experiencia del jardín infantil, la entrada al “colegio de grandes” les causa temor, angustia y ansiedad. En este caso la actitud de los padres es fundamental. Aquí les aconsejamos cómo actuar frente a esta situación.

 

Qué hacer

 

Adaptarse a los cambios, los lugares y las personas, son situaciones que se les presentará a los hijos continuamente en su futuro, por eso es importante enseñarles desde las primeras edades cómo afrontar estos escenarios. Estas son algunas sugerencias de lo que debe hacer.

 

Prepararlo. Aproveche las diferentes ocasiones que van surgiendo para explicarle las bondades del colegio, puede apoyarse en cuentos infantiles que tanto atraen a los pequeños.

 

Visitar la escuela antes del "gran día". Algunos colegios hacen actividades para los primerizos antes de comenzar el año escolar, con el fin de que los niños se conozcan y se familiaricen con el espacio. Si no existe esta posibilidad, entonces hágalo usted. Visiten juntos el colegio, muéstrele las instalaciones, conozcan los profesores y explíquele que podrá jugar y aprender con muchos amigos.

 

Ajustar los horarios a la nueva vida escolar. La jornada será más larga que la del jardín y por lo tanto habrá que hacer algunos ajustes en los horarios. Ir a la cama más temprano y levantarlo antes de lo habitual, puede ser una ayuda para aminorar el cambio. También los horarios de comidas deberán ser replanteados.

 

Acudir a las motivaciones. Se recomienda hacer partícipe al niño de la compra de los útiles escolares, la lonchera, la mochila, el uniforme. Déjelo que él elija y verá lo motivado que se sentirá.

 

Tomar de ejemplo a los hermanos. Cuando hay hermanos mayores este proceso puede ser más fácil, pues el niño ya está familiarizado con el tema y es muy posible que le anime el hecho de ser grande como su hermano.

 

Contarle su experiencia. Los padres son para los niños su principal referente, así que compártale su vivencia, cuéntele lo bueno que la pasaba y los amigos que aún conserva desde su época de estudio.

 

Qué NO hacer

 

Atemorizarlo con frases necias. No se le ocurra decirle al pequeño; “en el colegio no te seguirán los caprichos”, “cuando será que entras a la escuela para ver si te portas bien”. Por el contrario, estimúlelo con otros mensajes como “¡qué divertido será el colegio con tantos amigos!”, “¡qué suerte que ya seas mayor para ir al colegio!".

 

Dramatizar la despedida. Muchas veces los niños están emocionados por su ingreso a la escuela, pero los padres -sin quererlo- dramatizan demasiado de esta situación y lo único que logran es crearles inseguridades. Llenarlos de advertencias tampoco es conveniente.

 

Hacer comentarios negativos. No lo vea como una experiencia negativa porque así lo entenderá el pequeño. Muéstrese tranquilo, sereno, oculte los nervios y evite el llanto; mejor imprímale seguridad y fortaleza.

 

Acompañarlo más de la cuenta. Durante el primer día puede que sea necesario un poco de compañía, como por ejemplo llevarlo a su salón de clases y saludar a los compañeros y profesores; pero recuerde, es sólo un rato, no todo el tiempo.

 

Llegar tarde. Tardarse para llevar o buscar al niño en su primer día puede ser un mal precedente, esto le puede producir angustia y hasta sentimiento de abandono.

 

La forma como los padres afronten esta nueva experiencia, se verá reflejada en los pequeños, ellos aprenden por imitación y ejemplo. Si los padres le hacen una positiva sensibilización, además de una buena preparación, lo más seguro es que los primeros días de la vida escolar sean amables y alegres.

 

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Por LaFamilia.info

20142001fycFoto: FreeImages

Frente a la formación humana de los hijos, ¿qué debe hacer el colegio y qué debe hacer la familia? La respuesta correcta sería: la familia hace todo y el colegio la acompaña en el proceso educativo de los hijos. Delegar la función paterna, es un error.

Por LaFamilia.info


foto: freepik

Además del ser el lugar donde se adquieren los conocimientos académicos, el colegio es el segundo hogar de los hijos, pasan más tiempo allí que en su propia casa.

 ABC.es  

Cuando se produce acoso escolar algunos padres identifican las señales de que su hijo está siendo víctima de la burla de otros niños.

Aceprensa
11.11.2013

El suicidio de una chica en Florida después de haber sufrido bullying ha vuelto a abrir el debate sobre cómo tratar este problema, y si los actuales programas "anti-bullying" están bien planteados.

La consternación por el caso de Rebeca Sedwick, que solo tenía 12 años, ha provocado una ola de artículos en los principales medios norteamericanos. Muchos de ellos citan un reciente estudio sobre la influencia de distintas variables en el comportamiento de los “agresores”. Una de sus conclusiones es que los programas anti-bullying tienen una incidencia negativa: los alumnos que asisten a colegios donde se han llevado a cabo estos programas, tienden a sufrir más acoso que los que van a otros colegios.

Se podría pensar que esto se debe a que los colegios que optan por implementar estos programas lo hacen porque tienen un alumnado problemático (y por tanto más proclive al bullying), pero la muestra del estudio es suficientemente amplia y variada para desmentir esta hipótesis. Además, no es el primer estudio en obtener una conclusión parecida. En 2004 un equipo de investigadores publicó un meta-análisis de las investigaciones hechas sobre la influencia de los programas anti-bullying, y sus resultados fueron desalentadores: el 86% de estos programas no habían mejorado el ambiente, o incluso lo habían empeorado.

No criminalizar al acosador o a la escuela

Israel C. Kalman es un “psicólogo escolar” (en Estados Unidos forman un cuerpo especial) que ha trabajado durante más de 25 años en distintos colegios del distrito de Nueva York. Ha dedicado numerosos estudios y libros al tema del bullying.

En un ensayo publicado en la edición de junio de la revista International Journal on World Peace, Kalman argumenta que el fracaso de la mayor parte de los programas anti-bullying se debe, por un lado, a una especie de psicosis social que lleva frecuentemente a criminalizar indiscriminadamente conductas claramente acosadoras junto con otras propias de cualquier patio de colegio; por otro lado, y a consecuencia de lo anterior, se ha tratado el problema desde una perspectiva legalista más que psicológica: en vez de tratar de entender los problemas del acosador –y del acosado–, se refuerzan las medidas de seguridad, o se incita a los alumnos a denunciar cualquier tipo de “molestia”, instaurando un clima policial totalmente contraproducente.

Por otra parte, políticas como la del Departamento de Educación de no renovar las ayudas económicas a los colegios que no atiendan todas las demandas llevan a los centros a reforzar ese “estado policial”. Para Kalman, igual que el 11-S instauró un clima de psicosis en cuanto a la seguridad, la tragedia de Columbine –la masacre perpetrada por dos ex-acosados en un colegio en 1999– supuso el comienzo del enfoque criminalista del bullying. Se habla de criminales y víctimas, y se olvida que detrás de una conducta acosadora muchas veces hay un problema psicológico, o simplemente la típica relación entre adolescentes marcada por la popularidad.

Recuperar el sentido común

Según Kalman, la retórica en torno al bullying se ha desquiciado: como ejemplo cita la organización Bully Police USA, que presiona a los estados para que adopten leyes anti-bullying, y que en su web se refiere a los “matones” como “terroristas a pequeña escala”. Este tipo de descripciones, donde se demoniza a los “acosadores” –como si fuera su profesión estable–, esconde según Kalman un desconocimiento del problema (u otro tipo de intereses: por ejemplo, en la web mencionada se venden todo tipo de libros sobre el tema, además de una pulsera con mensaje). En la realidad, aunque a veces hay perfiles patológicos de violencia compulsiva, muchas otras veces la frontera entre los que abusan y los que reciben abusos es bastante permeable.

Otro problema es la propia definición de bullying. Se toma como referencia los estudios de Dan Olweus, catedrático de psicología e inventor del término. Según Kalman, para Olweus puede ser bullying cualquier conducta que moleste a otro, incluso “negarse a satisfacer sus deseos”.

A base de insistir en que la violencia puede ser también verbal, se incita a los niños a denunciar como acosadoras conductas que no pasan de ser la normal competencia en el aula: “El enfoque legal es necesario para enfrentarse a delitos como el robo, la violación o el asesinato. Pero la mayoría de los actos que calificamos como bullying no son actos delictivos. Son comportamientos cotidianos que ocurren en casi cualquier grupo: insultos, críticas, rumores, exclusión social”. De hecho, recuerda Kalman, muchos psicólogos explican que pasar por este tipo de experiencias desagradables es una piedra de toque para el desarrollo de una personalidad madura.

Kalman propone volver a tratar este problema como corresponde: a través de la psicología, que muchas veces consistirá en una charla de los padres con el niño molestado para hacerle ver cómo puede aprender de la situación y ayudarle a quitar hierro al asunto. En caso de que el problema sea realmente serio, la psicología debe encargarse de diagnosticar el trastorno de conducta que corresponda, con un nombre más preciso y científico que el de bullying.

En cualquier caso, la solución no pasa por declarar una epidemia nacional que no se corresponde con los hechos, ni en convertir las escuelas en pequeños estados policiales donde, eso sí, se colocan un par de carteles anti-bullying con caras sonrientes.

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LaFamilia.info
13.09.2010

Cuando un hijo tiene dificultades en el estudio, lo primero a evaluar es la causa que genera este comportamiento. Por tanto, habrá que analizar diferentes variables, en donde la familia se convierte en un importante objeto de análisis.

¿Qué lo causa?

Según los estudios, las causas que determinan el fracaso escolar son variadas, no obstante, hay dos factores principales: los trastornos del aprendizaje (dislexia, ADHD, enfermedades físicas, etc.) y los trastornos afectivos-emocionales (ámbito familiar, pedagógico, social). En esta oportunidad nos detendremos en este último grupo, principalmente en el apartado familiar.

Para la gran mayoría de expertos, la familia ejerce un papel determinante, pues estipula unas características que pueden limitar o favorecer el desarrollo educativo de los hijos; asimismo, influye de forma directa en la estabilidad emocional de los mismos.

Hay circunstancias que se viven en el clima familiar que pueden alterar el equilibrio afectivo y perjudicar el rendimiento escolar, como son:

  • Un cambio significativo en el modo de vida, por ejemplo la muerte de algún familiar o enfermedad grave, traslado de vivienda o escuela, separación del matrimonio, conflictos constantes entre los progenitores, nacimiento de un nuevo hermano, etc.
  • Estilos educativos paternos: se pueden presentar las diferentes posiciones extremas. Aquella que se caracteriza por una excesiva disciplina y perfección, la cual exige a los hijos “ser los mejores” y se castiga drásticamente las fallas. O contrario a esto, un estilo educativo laxo sin lineamientos ni normas, donde los padres están ausentes en la vida académica de los hijos y los dejan a su libre albedrío. Como también, unos padres sobreprotectores quienes, sin intención, forman un niño demasiado consentido que pierde su seguridad y presenta menos tolerancia al fracaso.
  • Otra causa que ha tomado bastante importancia en los últimos años, es la relacionada a las nuevas adicciones de los niños y jóvenes, como son las actividades de entretenimiento que comprenden los videojuegos, la navegación en internet, el chat, la televisión, la música, etc., las cuales requieren ejercer control en su uso para no perjudicar el rendimiento escolar.
  • De igual forma, hay que considerar la etapa de la adolescencia, puesto que la sola entrada de ésta, trae consigo tantos cambios en las dimensiones del joven (física, emocional e intelectual) que en algunos incide en un notorio bajón académico, que de no saberlo manejar con la debida atención, puede desembocar en un fracaso escolar.

Igualmente, cuando un hijo no recibió una formación previa adecuada y suministrada por la familia -educadora por excelencia-, puede desencadenar complicaciones más delicadas como alcoholismo o drogadicción, las cuales están vinculadas al bajo rendimiento académico.

Más de este tema:
¿Cómo abordar el fracaso escolar en la familia?