Una familia con un niño pequeño (o varios) puede hacerse a la idea de que ir a Misa es una fuente de estrés más que de paz. Pero no tengan miedo, padres de familia: ustedes no están solos. Pueden sobrevivir a la Misa con un niño pequeño.
Una de las luchas más comunes que los padres tienen que enfrentar cuando van a Misa con sus niños es contra las distracciones. Es una respuesta natural: mi hijo no se sienta, entonces le daré algo de comer, un libro para leer, un juguete para jugar… y la lista continúa.
Sin embargo, para Sean McDevit, feligrés de la parroquia Immaculate Heart of Mary, tener el niño ocupado durante la Misa no debe ser el objetivo de los padres.
“Si creemos realmente que la Misa es lo que es, entonces ¿por qué tendría que sacar a mi hijo de esa realidad?”, se pregunta McDevitt. Durante la Misa debemos aprovechar esa capacidad de asombro que es innata en los niños.
McDevitt comparte algunas maneras prácticas de mantenerlos atentos a la Misa.
1. No a las distracciones
Para empezar, no a las distracciones. Si traes algo para distraer a tu hijo, él luego inevitablemente se aburrirá con esto y tú tendrás que traer algo más atractivo. También, las distracciones, a menudo conducen a más distracciones: “Mis hijos siempre tiraban al suelo lo que les traíamos”, indica McDevitt.
2. Sentarse en los primeros bancos, que vea
Y aquí va otro consejo que quizás se salga de tus esquemas: Siéntate en las bancas de adelante. Esto puede ser aterrador, especialmente para aquellos padres cuyo hijo tiene más energía que una turbina al viento, pero la idea es que tu niño se sumerja en la Misa y que sus sentidos puedan estar conectados a ella.
“Tu hijito debe tener un asiento en la primera fila para ver todo, y allí entran tanto en juego los sentidos que tu hijo se hipnotizará”, dijo McDevitt. “Otra forma de decir esto es que no habrá nada entre su hijo y nuestro Señor. Deja que quien conquistó el mundo conquiste a tu hijo”.
3. Si llora, pasar al fondo, pero no ir a la «sala de lloros»
Michael Lynch, feligrés de St. Peter en Greeley, concuerda con este consejo. También dijo que si su niño comienza a darle un mal rato, no tenga miedo de regresar a la iglesia y que resista a la tentación de llevarlo de inmediato a la “sala del llanto” (en caso de que su parroquia tenga una).
“El simple hecho de caminar hacia la parte posterior de la iglesia es una suficiente distracción para detener cualquier mala conducta”, indica Lynch. “Los feligreses necesitan ver la vida joven de la parroquia y tus hijos son, para la mayoría, más adorables que elementos distractores”.
4. Ignora a los feligreses gruñones
Lynch menciona además otro punto importante: Aunque suene raro, la mayoría de los padres han escuchado a esa persona decir algo grosero en voz baja después de la Misa sobre cómo la Iglesia se ha convertido en un campo de juego, o algo por el estilo. Déjalo ir, dijo Lynch. “Ignora los comentarios rudos que puedan hacer algunos y disfruta de los elogios que hace la mayoría”.
5. Explica al niño lo que pasa en la misa
Otro medio para ayudar al comportamiento general en la Misa es explicarle a los niños lo que está pasando. Adam Pippin y su familia van a Misa en la parroquia de St Maryen Littleton y un punto que realmente le ayudó fue leer el libro La cena del cordero de Scott Hahn. No solo le dio motivos para explicar la misa a sus hijos de manera más efectiva, también aprendió mucho.
“Los niños tienen una imaginación vívida cuando les hablamos. Ellos abren sus corazones y sus mentes a la maravilla y el asombro de la Misa”, dijo Pippin. “En consecuencia los adultos también serán más conscientes de lo que es la Misa cuando les explican elementos tan asombrosos como la Eucaristía, las lecturas, el sacerdote, el sagrario, el altar”.
6. Fuera de misa, comentar lo que pasa en ella
Otro consejo práctico es hablar sobre lo que sucede en la Misa fuera de ella. Es adorable cuando los niños pequeños juegan a Misa en casa, pero además de ser una buena actividad extracurricular, al hacerlo se inculca un sentido más profundo de lo que es la Misa para los niños.
No debe venir como una sorpresa el hecho de que la Misa tiende a tener un impacto profundo en los niños, aún si tú no estás prestando atención. Después de todo esto, el Señor se hace presente en la Misa y los niños están mucho mejor que los adultos al sentir esa presencia.
Lo más importante es ir al corazón del asunto. Educar niños es un esfuerzo difícil, pero nunca olvides que los padres son los primeros maestros de sus hijos.
7. No dejes de ir a misa pese a las dificultades
Lucha contra el impulso de dejar de ir la Misa porque es difícil. Nunca te sientes en la parte de atrás, ándate adelante. No dejes que el enemigo te arrastre en el camino. Nada es verdaderamente más importante.
“Cuando viene a nuestra mente la idea de que sería mejor para nosotros retirarnos de aquello que es bueno y santo, quizás esto no viene del Señor”, concluye McDevitt.
(Por Aaron Lambert/Denver Catholic. Traducido del original en inglés por Carmen Elena Villa; publicado originariamente en El Pueblo Católico, y en ReligionEnLibertad)