¿Qué carne comemos los viernes de Cuaresma? ¿Cómo debe ser la verdadera limosna? ¿Qué tiene de especial el morado que llevan los sacerdotes durante este tiempo litúrgico? Los sacerdotes youtubers Jesús Silva, Patxi Bronchalo y Antonio María Domenech responden a todas estas preguntas y nos comparten cómo vivir una buena Cuaresma.
¿Por qué 40 días?
La Cuaresma es el tiempo litúrgico del calendario cristiano destinado a la preparación espiritual de la fiesta de la Pascua: se cuentan 40 días, descontando los domingos -que no son días de penitencia- y las solemnidades de San José y la Anunciación. ¿Y por qué 40 días? «Es un número simbólico, apunta a un tiempo de prueba, de desierto y tentación, pero también de victoria», dice Silva.
Los tres curas ligan este tiempo con los 40 años que Israel vagó por el desierto, con los 40 días que Sansón desafió al pueblo judío y con los 40 días que Jesús fue tentado por el diablo en el desierto. «La Cuaresma -señala Silva- no es un fin en sí mismo, sino una preparación para la Pascua, para la Resurrección: el fin de la Cuaresma es la vida eterna». «La misericordia une la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo», añade Domenech.
Cuaresma, tiempo de conversión
«La Cuaresma es un tiempo de conversión del corazón, de penitencia y cambio», destaca Silva, y apunta que esto es precisamente lo que simboliza el color morado que llevan los sacerdotes durante este tiempo. ¿Y por qué hay que convertirse en Cuaresma? «Para parecernos a Cristo, que nos ha dicho ‘Vende lo que tienes, coge tu cruz y sígueme'», contesta Bronchalo, y añade que el cristianismo «no es una moral, sino ser otro Cristo».
Domenech señala que el objetivo de la conversión es lograr la concordia, la «unión de corazones» con Cristo, y Silva realiza dos apuntes etimológicos: en griego, conversión significa «cambio de mentalidad», pero en la raíz latina y hebrea hace referencia a cambiar de camino. «Son las dos cosas: un cambio de mentalidad -cambiar de nuestra mente los parámetros que no son evangélicos- que se refleja en un cambio de obras», reflexiona. «Se trata -concluye- de amoldar mi vida al Evangelio, y no al revés, como hace mucha gente».
En esta línea, Domenech señala que el primer paso para la conversión es reconocer los pecados, algo que «atrae la misericordia de Dios», como en la parábola del hijo pródigo. «Convertirse es aceptar tu realidad, con humildad, y cambiarla mirando a Cristo», añade Bronchalo, y Silva puntualiza que la conversión cristiana «no es tanto fruto del esfuerzo humano sino un don de Dios». «Cuando uno hace el esfuerzo de convertirse, topa con su límite, y eso hace que nos volvamos al Dios de la misericordia para pedirle perdón y al Dios de la gracia para pedirle fuerza».
¿Por qué abstenerse de carne y no de marisco?
Precisamente para palpar nuestros límites, dicen, la Iglesia nos propone tres medios para vivir especialmente en Cuaresma: el ayuno, la limosna y la oración. Sobre lo primero, la Iglesia establece el ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo -de los 18 a los 59 años-, y la abstinencia todos los viernes, a partir de los 14 años. «Ojo, todos los viernes del año, pero fuera de Cuaresma se puede cambiar por una obra de penitencia o una oración», puntualiza Domenech.
En concreto, la abstinencia consiste en no comer carne. «Hay quien dice que es una tontería, y que sería mejor no comer marisco, pero el sentido de la abstinencia es ir contra uno mismo y someter tu voluntad a lo que dice la Iglesia; lo contrario es soberbia», dice Domenech, y Silva añade: «Es una renuncia que nos recuerda que los viernes de Cuaresma sí comemos carne, la carne de Cristo, la Eucaristía». «Y si tú quieres renunciar a más cosas, hazlo, pero no lo digas: haz ayuno como dice el Señor, en lo secreto», añade Bronchalo.
La limosna viene del ayuno
Sobre la limosna, Silva recuerda que los padres de la Iglesia la ligaban siempre al ayuno. «Ellos decían que dieses a los pobres lo que no te gastases en comida: por eso ayunaban a pan y agua, para dar lo que dejas de gastarte ahí», apunta, y añade que «a un ayuno que no te lleve a la caridad le falta algo importante».
Y sobre la limosna, ¿cuánto dar? Bronchalo recuerda el pasaje evangélico de la viuda que da «dos monedillas», pero que son lo que tiene para vivir. «Si doy lo que me sobra no es caridad, es justicia: caridad es quitarme de lo que yo tengo para vivir y dárselo a otro», dice, y recuerda que «la verdadera limosna, igual que el verdadero ayuno, duele un poco: todos tenemos un umbral, un punto donde nos escuece dar».
Domenech añade que eso pasa también con el tiempo: «A Dios le damos el que nos sobra». El párroco rural lamenta que vivimos en la comodidad del «tiempo para mí», y recuerda que una forma de ayunar y dar limosna es dar a los demás y a Dios el tiempo que es mío. Silva concluye con otra etimología: en griego, limosna significa «tener piedad y misericordia», y no se refiere solo a dar dinero, que también, sino a implicar la propia vida para amar a los demás.
La mejor oración para rezar en Cuaresma es…
Por último, la oración. «El ayuno y la misericordia te hacen darte cuenta de tu limitación, y eso se convierte en súplica: ‘Señor, te pido que me conviertas, que me des la gracia de amar y de hacer un ayuno profundo y verdadero'», detalla, y explica que en Cuaresma la oración preferente es la de «perdón y súplica». «Oración, ayuno y limosna son tres realidades que se retroalimentan», concluye.
El episodio termina, como es habitual, con tres recomendaciones: un libro –Más fuerte que el odio, de Tim Guénard, una historia de conversión contra todo pronóstico-, una película –Los chicos del coro, por como muestra la entrega del maestro, que da lo que tiene para que otros vivan- y un santo, San Martín de Porres, por la naturalidad con la que vivía el ayuno, la limosna y la oración.
Fuente: Red de Redes el programa de catequesis de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP)