Muchas personas pasan de la formalidad de los rezos al gusto por la oración, ¿cómo se logra? El Padre Evaristo Sada brinda estas sugerencias, quien afirma además que el cambio se da cuando se corrige o mejora el propio concepto de oración, cuando se adoptan las actitudes adecuadas y se recibe una gracia de Dios.
Para cada punto hay dos alternativas. Se sugiere repasarlos con calma, preguntándose a sí mismo qué se ajusta más al modo de pensar, de actuar o la actitud en el día a día de la vida de oración.
1. ¿Recitación o encuentro?
a) Mi oración consiste en rezos, en pronunciar oraciones escritas como si fueran fórmulas mágicas que «funcionan» por sí mismas. Muchas veces las recito de modo impersonal, sin darme cuenta de lo que hago y de lo que digo. Veo la vida de oración sobre todo como un quehacer, como actos o actividades piadosas.
b) Mi oración es un encuentro de amistad con Dios. Creo que es lo más personal de mi vida y abarca toda mi existencia. Mi oración es mi relación viva con Dios, que se concreta en algunos momentos dedicados exclusivamente a Él y que procuro prolongar a lo largo de toda la jornada, sabiendo que Dios me está mirando y cuidando siempre.
2. ¿Formalidades o corazón?
a) Pongo más atención en cumplir la formalidad del rito, en la materialidad de las fórmulas que pronuncio, que en la actitud con que lo hago.
b) Centro mi atención en poner todo el corazón cuando dialogo con Dios.
Jesucristo también «dijo» sus oraciones, rezaba con los Salmos, pero no se quedaba en el rito y la letra, sino que se dirigía a su Padre con todo su corazón de Hijo de manera íntima y afectuosa: le llamaba Abbá, Padre querido.
3. ¿Apariencias o verdad?
a) Sobre todo cuido las apariencias exteriores del cumplimiento de mis compromisos espirituales (el hacer). Voy a la oración sólo porque «tengo que cumplir» mis compromisos espirituales y me limito a lo que es obligación estricta. Rezar me resulta fastidioso y digo «tengo que rezar».
b) Sobre todo cuido la autenticidad profunda de mi encuentro personal con Dios (el ser). Me acerco a Dios con humildad, mi relación con Él es de respeto y confianza. Me presento con toda naturalidad como hijo, criatura, pecador y peregrino, ante su Padre, Creador, Salvador y Guía. Voy a la oración con gusto, «porque quiero» estar con Jesús y digo «quiero orar».
4. ¿Técnicamente correcto o diálogo familiar?
a) En mi oración me preocupo mucho de aplicar correctamente el método establecido y de cumplir lo que está prescrito. «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.» (Mc 7)
b) Mi oración es un diálogo familiar, espontáneo, en un clima de profunda libertad interior, íntimo y lleno de afecto, sobre la base de un método que he venido madurando y personalizando.
5. ¿Palabras y palabras o silencio y escucha?
a) Hablo demasiado en la oración.
b) En mi oración prevalecen el silencio y la escucha.
6. ¿Rutina o frescura?
a) Voy a la oración de manera rutinaria.
b) Procuro afrontar mis espacios de oración de manera siempre fresca.
7. ¿Cronómetro o tiempo de calidad?
a) Me preocupo mucho de medir los tiempos en la oración.
b) Procuro que el tiempo que dedico a Dios sea tiempo de calidad.
8. ¿Mucho pensar o mucha fe?
a) Leo mucho en la meditación, pienso mucho, hago muchos razonamientos, «hago teología».
b) Lo que más me interesa es Él, Su Palabra, descubrir y disfrutar Su presencia en la Eucaristía y en mi propio corazón en un clima de fe y amor.
9. ¿Dispersión o atención?
a) Mi tiempo de oración se me va en distracciones, estoy disperso, pensando en otras cosas.
b) Mi oración es atención amorosa a la presencia de Dios en mi corazón y en toda la creación y los acontecimientos de mi vida.
10. ¿Un peso que soportar o fuente de paz?
a) Cuando termino de rezar experimento liberación porque ya cumplí. Si en lo que piensas y haces prevalece lo que está escrito en el inciso a) de los 10 puntos, es comprensible que la oración te resulte cansada y fastidiosa. Lo más seguro es que después de un tiempo termines por abandonarla.
b) Cuando termino de rezar experimento la paz que produce el encuentro personal de amor con Dios. Si lo que piensas y haces es lo que está en el inciso b) seguramente disfrutas mucho tu vida de oración. No deja de ser exigente y costosa, pero cada día le tomas más gusto y sientes el deseo y la necesidad de rezar.
Volvemos a la pregunta inicial: ¿Cómo pasar de los rezos que cansan a la oración que se disfruta? Si te identificas con algunas afirmaciones del inciso a) sugiero que tomes una por una y te propongas hacer tuya la afirmación correspondiente del inciso b).
Ten paciencia, la transformación se da paulatinamente. Y lo más importante: Cultiva el deseo de estar a Su lado, de crecer en tu amistad personal con Dios y pídele todos los días: «Señor, enséñame a orar, dame la gracia de amarte cada día más y mejor.»
Orar es una gracia que Dios nos quiere conceder. Y en nuestra relación con Él, Él da el primer paso. Esta certeza ha de llenarnos de confianza y alentar nuestra perseverancia en la oración cotidiana.
Fuente: yocreo.com