El 31 de diciembre celebramos el Día de la Sagrada Familia, y es precisamente en Navidad, que el Niño Jesús nos pone en frente a su familia para hacer de ella nuestro ejemplo vivo.
“De la familia recibimos la vida, la primera experiencia del amor. En la familia maduran los vínculos solidarios que nos enseñan a integrarnos a la sociedad. La familia, patrimonio de la humanidad, constituye uno de los tesoros más importantes de nuestro pueblo. ¡Cuánto debemos cuidarlo! ¡Cómo debemos acrecentarlo en la fe, la fidelidad, el amor y el servicio, para entregarlo como preciada herencia a los hijos! (…) Si Dios al hacerse hombre quiso tener una familia, ¡qué grande y qué santa es la familia a los ojos de Dios!”.
Con estas palabras del Padre Luis Armando Collazuol, reflexionamos sobre el valor de la familia en esta época maravillosa donde nos encontramos con los seres queridos para vivir el mensaje que nos trae el Niño Jesús: amor, paz y reconciliación.
Es el momento además para agradecer por la valiosa comunidad de personas que se ha conformado de generación en generación y por eso es importante manifestar a los hijos la fortuna de haber nacido en hogares rodeados de amor expresado a través de padres, abuelos, tíos, primos, hermanos… Es la Navidad, la ocasión para vivir este valor con alegría y perpetuar el legado del Niño Dios durante el resto del año.
La Sagrada Familia, ejemplo de amor
Como cada año, la Navidad nos vuelve a presentar la imagen de una familia. Pero se trata de una familia muy especial. Ella es esposa, virgen y madre, mujer llena del Espíritu Santo. Se llama María. Él es esposo, varón justo y padre adoptivo, carpintero y custodio del Redentor. Se llama José. El hijo es ante todo, y eternamente, Hijo de Dios. Es la Sagrada Familia, aquella que conmemoramos el 28 de diciembre y es el principal modelo para nuestras propias familias.
Modelo de amor y de unión, pero también lección de vida familiar, pues la Sagrada Familia como la familia de hoy, tuvo que afrontar y convivir con grandes problemas. La familia de Nazaret fue humilde, carente de recursos, pero completamente feliz a pesar de las dificultades.
Vemos entonces en la representación del nacimiento del Niño Jesús, numerosos símbolos alrededor de la experiencia familiar. De nuevo el Padre Collazuol los explica así:
“La gruta de Belén nos habla del amor generoso, fiel y permanente de los esposos, nos habla de la Misericordia de Dios que bendice la familia, nos habla de la experiencia inefable de amar y ser amado, nos habla del lugar natural que tienen los hijos en la comunión de amor de los padres.
En Belén aprendemos que la vida es mejor en familia. Que a nuestros ojos humanos la familia tenga siempre la belleza que se nos muestra en la Sagrada Familia: en la gruta de Belén, en el templo de Jerusalén, en la prueba del exilio en Egipto, en la vida cotidiana de Nazaret.”
José y María padres consagrados ante la permanente búsqueda de la mejor morada para la llegada de Hijo, convencidos de la voluntad de Dios para sacar adelante a la familia que Él les encomendó -sin comprender el porqué de sus adeudos-, nos muestra la grandeza de la misión de ser padres.
Por LaFamilia.info