Nos felicitamos la Pascua. Cantamos la Pascua. Anunciamos de mil formas el misterio pascual. Pero, ¿vivimos este misterio? Cristo vive, decimos. Pero, ¿estamos resucitados con él? ¿O todo se reduce a un producto más de consumo?
Vivir la Pascua significa
- Pasar por la cruz, como los hebreos «pasaron» por el mar rojo. El rostro y el cuerpo de Cristo glorioso está marcado por las cicatrices. No se puede llegar a la Pascua, sin dar antes los pasos previos. No se puede llegar a la Pascua sin romperse, como la losa del sepulcro, sin conseguir primero un despojo total y una entrega sin reservas, o una aceptación incondicional de la voluntad del Padre. Una Pascua sin cruz no es más que una fiesta de primavera.
- Vivir en éxodo permanente, cuando se sale de Egipto deprisa y se come de pie, cuando nadie se instala en situaciones placenteras ni se conforma con las libertades conseguidas, cuando se afrontan los problemas que se presentan en cada hora, cuando no se renuncia a la tierra prometida.
- Creer en la esperanza, aceptando la «creación sin límites», la revolución posible, el cambio cualitativo, la propia superación de cada día. Aceptar al Dios sorpresa, al Dios que pasa, al Dios que viene, al Dios que se hace presente y está en cualquier persona o acontecimiento o en cada sacramento. (Jb. 1, 2). Y aceptar la sorpresa de Dios: su palabra, su regalo, su providencia, su amor.
- Aceptar la sorpresa de la vida, porque el futuro no está escrito. Aceptar la sorpresa de los hombres, que no siempre son rutinarios y mediocres. De esta esperanza surge el talante pascual, firme y confiado.
- Dejarse renovar y recrear. Dejar que el Señor resucitado exhale su aliento sobre nosotros, su Espíritu creador, como al principio. Que su aliento vital dé nueva vida a nuestros huesos secos. Ser capaces de nacer de nuevo, «capaces de la santa novedad».
- (Liturgia). Ser capaces de alimentarse con «los panes ácimos de la sinceridad y la verdad». (1 Cor. 5, 8).
- Estar en Cristo. «El que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Cor. S, 17). «Estar en Cristo»: frase feliz acuñada y repetida por Pablo -casi 200 veces en el N.T.- resume todo el misterio de la pascua. No sólo anunciamos que Cristo vive, sino que Cristo vive en mí o que yo vivo en Cristo. Estar en Cristo es estar en la verdad y vivir en el amor; es dejarse ganar por su Espíritu, tener sus mismos sentimientos, responder a su llamada; es vivir la filiación, ser hijos en el Hijo, orar como él lo hizo, sentir la fraternidad y vivir la comunión. Estar en Cristo es acompañar, es escuchar, es trabajar, es morir y vivir en él; es ser él. Es:
– «Vivir en la fe del Hijo de Dios, que amó y se entregó por mí». (Gl. 2, 20).
– «Crucificar la carne con sus pasiones y sus apetencias» (Gl. 5, 24).
– «Estar crucificado para el mundo» (Gl. 6, 14).
– «Revestirse del hombre nuevo» (Ef. 4, 24).
– «No tener otra vida que Cristo». (Flp. I, 21).
– «Tener por basura» todo lo que no sea Cristo. (Flp. 3, 8).
– «Dejarse alcanzar por Cristo». (Flp. 3, 12).
– «Vivir según Cristo Jesús… enraizados y edificados en él». (Col. 2,6)
– «Resucitar con Cristo, buscando las cosas de arriba, donde está Cristo». (Col. 3, 1).
– Vivir en el amor. Es el fruto de la vida en Cristo. Amar, dejarse amar, ser amor. Morir al egoísmo cada día, perdonar 70 veces 7, servir por encima de las propias fuerzas, entregarse hasta el fin.
Esto es la Pascua: un amor más fuerte que la muerte, fogonazo que consume todas las ataduras, libertad definitiva, la paz como un torrente que inunda, la perfecta alegría.
CARITAS. UN PUEBLO POBRE. CUARESMA 1985. Págs. 115 ss.