5 pasos seguros para mal educar a los hijos

niño enojado
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En todas las épocas, los padres y madres han cometido errores en la formación de sus hijos. La autora y educadora familiar Ángela Marulanda recalca que las equivocaciones de hoy se resumen en una frase: los padres dan demasiado poder a los hijos. Dice que se preocupan demasiado por ellos y en ese afán por verlos siempre felices y nunca sufriendo, les dan todo lo que ellos pidan, incluso las cosas que no necesitan.

Marulanda considera que hay comportamientos de los padres que deben ser revisados y corregidos, así que según ella estos son 5 pasos seguros para mal educar a los hijos: 

1. Permitir que los hijos manden en casa

Los padres permiten que los hijos tomen las decisiones desde muy pequeños. Si van a salir a comer les preguntan qué quieren ellos y los complacen, sin negociar. Si van de paseo a algún lugar, ellos también eligen. Lo mismo pasa cuando van al cine, o van a ver televisión, ellos escogen la película, el programa que van a ver.

Esta situación se repite en todos los ámbitos en los que haya más de una opción y los padres no refutan las respuestas de sus hijos sino que los complacen sin dudar. Poco a poco se los mal acostumbra a que ellos son los que mandan a sus padres.

Los niños llegan a pensar que así como en casa sus padres les hacen caso, en la escuela su maestra y amigos también deben obedecerlos. Pueden reaccionar agresivamente si no siguen sus órdenes.

Si se los malcría en la niñez, esta situación empeora en la adolescencia. En vez de pedir permiso para ir a un sitio, los jóvenes solo avisan a sus padres.

2. Darles muchos privilegios 

Desde que son muy chicos tienen habitación y baño privado. Estos privilegios muy tempranos no permiten que ellos aprendan qué significa esperar un turno para bañarse o negociar con su hermano (con quien comparte la habitación) para apagar la luz antes de dormir. No viven esas pequeñas situaciones en las que se debe conciliar y empiezan a creer que siempre tienen la última palabra, porque nunca nadie les debate sino que ellos toman la decisión.

Esto puede desencadenar problemas en la escuela, donde deben compartir con los compañeros y no siempre tendrán todo lo que quieran. Les puede crear confusión que otro niño tenga más privilegios porque nunca han estado en una situación donde no sea el centro de atención.

Entre otros privilegios, los padres les compran objetos demasiado valiosos como celulares, consolas de videojuegos o tabletas. Esto los mal acostumbra a tener demasiado a muy temprana edad. A medida que crecen van exigiendo mejores cosas y además esto los motiva a ser más materialistas.

3. Darles dinero fijo a temprana edad

Acostumbrar a los hijos pequeños a tener siempre un monto de dinero fijo es muy perjudicial. Al tener plata se los alienta al consumismo, a que compren cosas que a veces no necesitan. Los chicos corren el riesgo de volverse demasiado materialistas.

Cuando son niños les cuesta más valorar el dinero y si lo consiguen fácilmente, con solo pedirlo, creerán que es su derecho. Si en algún momento el padre no puede darles plata, reclamarán porque creen que es obligación de sus padres entregarles este valor.

En la adolescencia es aún más peligroso porque el acceso a comprar alcohol o drogas es más fácil si tienen el poder adquisitivo. Cuando uno de los amigos del grupo tiene liquidez, en la adolescencia es frecuente que los demás se aprovechen y le pidan que les compre cosas o los invite a comer. El chico con el dinero no se siente utilizado sino más bien poderoso, porque cree que tiene el control de sus amigos.

Garantizarles un monto fijo de dinero es otra forma de entregarles demasiado poder.

4. No dedicarles tiempo

Es cierto que las condiciones actuales son exigentes, la economía familiar es un reto, el tiempo escasea y las jornadas laborales son largas. Esto lleva a que los padres al final del día estén agotados y sin energías para compartir con los hijos. Sin embargo, es cuando llegamos a casa que comienza nuestra verdadera misión: educar. Los hijos merecen y necesitan unos padres dispuestos, amorosos, responsables y dedicados.

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5. Evitarles esfuerzos y encargos en casa

Los quehaceres domésticos, como ordenar el cuarto, recoger su ropa sucia, guardar sus juguetes ya no son obligaciones que los padres exigen a los hijos, como ocurría antes. Muchos padres prefieren no exigir a sus hijos que hagan tal o cual tarea porque no quieren que ellos se enojen. Para no generar conflictos les exigen menos y los padres terminan haciendo las tareas que les corresponderían a los menores.

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Para evitar estos desacuerdos, los padres se vuelven mucho más pacientes y permisivos. Esta falta de responsabilidades vuelve a los hijos perezosos. Saben que tienen derechos pero se olvidan que tienen deberes. Se pierde ese equilibrio entre dar y recibir.

Si en casa no se acostumbran a tener un mínimo de tareas, en la escuela suelen tener problemas en los trabajos grupales en los que todos deben participar equitativamente en labores que resultan fastidiosas.

“Pobrecito, es muy niño para hacerse cargo de eso”, es una frase frecuente de los padres para justificar esta actitud.

«De la culpa a la calma»

Este es el título del último libro de Ángela Marulanda en el que invita a los padres a no sentir culpa si han cometido los errores expuestos, sino que propone modificar actitudes, sobre todo si éstas perjudican el crecimiento y desarrollo de sus hijos.

Fuente: ElComercio.com


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