Colaboración Family and Media – 05.12.2016
Mensajes, videos e imágenes que se autodestruyen en tiempo breve. Básicamente este es el mecanismo de la red social más popular y de moda del momento, al menos entre los adolescentes estadounidenses.
Snapchat es una app de mensajería específica para móviles, lanzada en Estados Unidos en 2011. Es única en su género. Se distingue, de hecho, de cualquier otra red social porque permite hacer y compartir fotos y vídeos breves, que no son para guardar pues se destruyen automáticamente inmediatamente después de haber sido recibidos y visualizados por el destinatario. La particularidad de Snapchat consiste en esto: en la caducidad máxima de 10 segundos de los contenidos producidos e intercambio de los usuarios. Vídeo y foto pueden también ser salvados por el destinatario, pero permanecen visibles solo durante 24 horas.
En resumen, Snapchat es un cruce entre una red social y una app de mensajería, a mitad de camino entre Facebook y WhatsApp. Con la diferencia de que aquí no hay cronologías, diarios, álbumes o perfiles para personalizar. Hay solo una cámara que invita a hacer una foto o grabar un vídeo para compartirlo con los otros usuarios.
Snapchat: cuáles son los riesgos
Aparentemente todo es sencillo, fácil, sin riesgos o problemas. Pero si nos detenemos a pensar un momento, quizá alguna duda nos viene. Sobre todo si nos preguntamos hacia dónde lleva Snapchat. A la ligereza y a la desenvoltura, sin duda. Basta pensar que, apenas se abre la app, aparece enseguida la pantalla de una cámara que invita a hacer foto y vídeo, y a compartirlas con tus amigos, sin pensarlo demasiado. Para comenzar a usar la app es necesario, de hecho, sacar una foto o hacer un vídeo. No es una opción, como en las otras redes sociales. Es lo único que hay que hacer. Snapchat por tanto obliga al usuario a lanzarse enseguida, sin reflexionar bien sobre qué está haciendo o sobre las posibles consecuencias de una invitación de contenidos inapropiados e ilícitos.
La segunda pregunta surge espontánea: ¿Este mecanismo de autodestrucción de los contenidos, a qué conduce a los usuarios? ¿Qué estímulos produce y alimenta inconscientemente? Si el principio que guía esta red social es la extrema ligereza y libertad de uso, es más que probable que alimente comportamientos impulsivos e irreflexivos. Además, si no es posible archivar fotos y videos, y todo desaparece al máximo en 24 horas, ¿no se está buscando estimular una fuerte dependencia, para ver de nuevo las fotos y los videos que más nos gustan antes de su desaparición, una especie de narcisismo complaciente?
Un dato es incuestionable. Este mecanismo gusta mucho a los jóvenes y cada vez más. Snapchat toca hoy el umbral de los 150 millones de usuarios activos. Un número increíble, si pensamos que Twitter, una de las redes sociales históricas y más difundidas en el mundo, está bajo el umbral de los 140 millones. Y no es casualidad que Facebook haya tratado de comprarlo recientemente, haciendo una oferta enorme de 3 billones de dólares (secamente rechazada) a su fundador de apenas 23 años, Evan Spiegel.
Snapchat: 3 motivos por los que gusta tanto a los adolescentes
¿Pero cuáles son los motivos por los que esta red social gusta tanto a los adolescentes, hasta tal punto que supera en sus preferencias Facebook o Instagram? Hemos probado e hipotizamos 3 posibles motivos como respuesta.
1. Los adolescentes son cada vez más “móviles”. Los jóvenes usan cada vez más dispositivos móviles y cada vez menos los fijos. Para ellos el ordenador de escritorio es como una máquina de escribir para los adultos, un recuerdo lejano y remoto. Snapchat, a diferencia de las otras redes sociales, nace como aplicación pura de móvil y no tiene una verdadera y propia doble interfaz en el fijo. Facebook, Twitter y compañía fueron concebidos para un uso de escritorio y solo después han tenido, a menudo con dificultad, que adaptarse a una segunda vida en el smartphone. Es decir, nacieron hace más de diez años, cuando navegar en internet desde el móvil era caro, lento y con una usabilidad poco satisfactoria. Snapchat, al contrario, nace en el pleno desarrollo del móvil y aprovecha todas sus potencialidades, sintonizando inmediatamente con una generación que ha nacido casi con el smartphone en la mano.
2. A los adolescentes ya no les gustan los álbumes de fotos. A los adolescentes no les gusta archivar fotos y videos. El smartphone ha eliminado el concepto de álbum digital para salvar y volver a ver. Esta es una lógica de adultos, que tienen una mirada dirigida al pasado y son propensos a conservar sus recuerdos con cuidado, al contrario que los jóvenes, proyectados siempre hacia el futuro. Los adolescentes no acumulan fotos, no aman archivar, sino que prefieren ser libres de expresar su estado de ánimo del instante. Snapchat ha intuido esta profunda diferencia generacional, complaciendo con astucia la emotividad de los adolescentes.
3. El encanto de lo prohibido. Es inútil mirar a otro lado y fingir no ver. El hecho de que cualquier snap tenga vida breve y que no sea posible ser guardado por el destinatario, anima a los adolescentes a sacar fotos y videos con contenido sexual explícito. Snapchat ofrece un terreno fértil, desde este punto de vista, y fuera de control de los padres, mucho más que cualquier otra red social tradicional, que por contra debe cuidar extremadamente las conveniencias “morales”, también por exigencias de naturaleza comercial y no sólo de imagen. Todo esto alimenta y hace aún más urgente y compleja la cuestión relativa al Sexting.
Ahora, la imposibilidad de tener filtros y controles paternos en una red social como Snapchat utilizado mayormente por menores de edad, nos obliga a estar con la guardia alta. No es casualidad que el robo por parte de algunos hackers – que tuvo lugar hace dos años en la base de datos de Snapchat – de más de 200 mil imágenes, muchas de las cuales de adolescentes con explícito contenido sexual, haya creado una fuerte alarma de pedofilia en Estados Unidos e impuesto a las autoridades la necesidad de una reflexión para un política seria en defensa de la privacidad de los menores.
Por Fabrizio Piciarelli de FamilyandMedia para LaFamilia.info