Por LaFamilia.info
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Conducir es una gran responsabilidad, está en juego la vida de quien conduce y de muchas otras personas, por eso es un tema que los padres de adolescentes no pueden tomarse a la ligera.
En algunos países la licencia de conducción se puede adquirir desde los 16 años -edad algo prematura para asumir esta gran responsabilidad-, lo cierto es que mientras sean menores de edad, los padres serán los responsables de lo que ocurre mientras ellos conducen. De ahí que sea una decisión que amerite ser analizada, y requiera además, el establecimiento de algunos acuerdos que velen por la seguridad de los hijos y la de los demás.
¿Qué tan preparados están?
No hay que hacer un extenso análisis para saber que en la adolescencia el carácter está tomando forma y la inmadurez emocional es notoria; propia de la etapa. Por eso, no es de extrañar que los jóvenes de 15 a 24 años constituyan un tercio del total de los accidentes de tránsito con víctimas fatales. Es decir, los adolescentes se accidentan tres veces más, que el resto de los conductores.
Cifras tan lamentables como estas, se deben a la combinación entre la inmadurez emocional, sus comportamientos riesgosos y la falta de experiencia en la conducción.
Establecer acuerdos
La licencia de conducción es un “trofeo” para los adolescentes, pero como todo, requiere el cumplimiento de medidas y deberes como son los siguientes:
– Los padres pueden ser los primeros maestros. Es una oportunidad para estrechar los lazos de confianza entre padres e hijos, además es una forma de cerciorarse con los propios ojos, la forma como conducen.
– Durante los primeros meses es recomendable que el joven conduzca bajo la supervisión de un adulto, incluso en países como Chile y Estados Unidos es una ley que debe practicarse hasta que los chicos cumplen la mayoría de edad.
– Establecer horarios y control. Acordar una hora de entrega del auto, es una forma de controlar el buen uso de este.
– No hay que regalare un auto junto a la licencia. El hijo debe utilizar el carro familiar, así tendrá mayor compromiso y los padres podrán ejercer el control. Después de un tiempo y de acuerdo a su comportamiento, se estudiará la posibilidad de tener su propio carro. Ojalá lo obtuviera con sus ahorros o fruto de su trabajo, de esta forma, lo valorará más y tendrá mayor precaución.
– Puesto que el hijo está haciendo uso del auto familiar, debe facilitarse para ayudar con los compromisos de la casa, como por ejemplo lavar el auto cuando lo utiliza, ayudar a pagar parte de la gasolina, llevar a los hermanos a clases, hacer las compras, etc.
– Recodar el uso indebido del binomio gasolina-licor. Aunque es una obviedad, hay que insistir en que jamás conduzcan mientras estén consumiendo licor, así sea una sola cerveza.
– En la escuela de conducción aprenderán las técnicas de manejo, pero es en la familia donde aprenden las normas de urbanidad, el respeto y las buenas maneras. Lecciones como ceder el paso, evitar insultos, no pitar, no apurar cuando cambian las luces, respetar al peatón… deben ser impartidas por los padres.
El ejemplo es la clave de la enseñanza. Los hijos deben ver en sus padres un referente positivo en cuanto a la conducción, el respeto de las normas, y el cuidado de vehículo.
– El uso inadecuado de alguno de las anteriores, debe ocasionar el retiro de las llaves.