Decir la verdad es fundamental en la crianza de los hijos, ya que los niños aprenden de lo que ven y escuchan de sus padres. Las llamadas «mentiras piadosas», aunque aparentemente inofensivas, pueden sembrar confusión en los niños respecto a lo que es correcto o incorrecto.
Cuando los padres mienten, incluso con buenas intenciones, envían el mensaje de que la verdad es negociable o que está bien ocultarla si el resultado parece más conveniente. Este tipo de comportamientos pueden erosionar la confianza entre padres e hijos, que es la base de cualquier relación sólida y sana.
Algunas mentiras comunes que los adultos suelen decir delante de sus hijos, ya sea por rutina o para evitar un problema en el momento, suelen incluir estas:
«Si no te portas bien, vendrá el policía/el monstruo/etc.»: Se usa para infundir miedo y controlar el comportamiento del niño, aunque rara vez se cumple.
«No tengo dinero ahora, lo compramos luego»: A veces es una forma de evitar compras innecesarias o decir “no” sin entrar en discusiones.
«Mañana lo hacemos»: Promesas vagas que muchas veces no se cumplen, especialmente si se usan para aplazar una actividad o tarea.
«Papá/Mamá está ocupado, no te puede atender ahora»: A veces los padres usan esta excusa para evitar una conversación o una actividad, aunque no estén realmente ocupados.
«Te voy a dejar aquí si no te portas bien»: Una amenaza que generalmente nunca se cumple, pero se usa para que el niño obedezca.
«Dile que no estoy»: Se usa cuando un padre no quiere hablar con alguien que llama o visita, pero involucra al niño en la mentira, enseñándole a ocultar la verdad.
«No estás castigado, pero… no puedes salir hoy»: Una manera de evitar el conflicto directo con el niño, disfrazando un castigo o restricción.
Estas mentiras, aunque aparentemente inofensivas, pueden afectar la confianza de los niños en sus padres con el tiempo. Estas mentiras, aunque a menudo se consideran «blancas» o justificadas en el momento, pueden confundir a los niños respecto a la honestidad y las expectativas de comportamiento.
Las mentiras, por más pequeñas que parezcan, crean una distorsión de la realidad en los niños. Los niños confían plenamente en sus padres para entender el mundo que los rodea, y cuando se encuentran con que sus padres no siempre son honestos, pueden empezar a cuestionar otras cosas que escuchan. Esto no solo afecta su percepción de los padres, sino que también puede impactar su desarrollo ético y moral. Al mentir, se enseña, aunque de forma indirecta, que la verdad puede ser reemplazada por algo más conveniente, lo cual puede manifestarse en otros aspectos de su vida, como la escuela o las relaciones personales.
La verdad también es un pilar de la confianza, y es esta confianza la que permite que los niños se sientan seguros y comprendidos. Si los padres son consistentes y honestos, los niños aprenderán a serlo también, desarrollando una capacidad para enfrentar la vida con integridad y transparencia. Por el contrario, las mentiras repetidas, incluso las bienintencionadas, pueden causar que los niños pierdan seguridad en su entorno, ya que no sabrán en qué creer o en quién confiar. Mantener siempre la verdad, aun en situaciones difíciles, muestra respeto hacia los niños y refuerza la idea de que la honestidad es un valor que no debe comprometerse.
Por LaFamilia.info
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