Alianza LaFamilia.info – AleteiaLos padres de hoy somos “culpógenos” y nos da miedo de ejecutar una “autoridad sana”, así lo revela Alejandro De Barbieri, el autor del libro “Educar sin culpa”.
Alejandro De Barbieri es uruguayo, psicólogo clínico especializado en Psicoterapia existencial y Logoterapia. Es director y docente del CELAE (Centro de Logoterapia y Análisis Existencial) y autor de varios libros, entre ellos el exitoso “Educar sin culpa”, Libro de Oro 2015 con más de 20.000 ejemplares vendidos.
El escritor respondió a las preguntas del periodista Miguel Pastorino, las cuales reproducimos a continuación.
– La Educación es un tema muy debatido actualmente. Según tu experiencia, ¿cuáles son los principales problemas que enfrentamos hoy?
Enfrentamos varios problemas. Por un lado lo que planteo en mi último libro, citando a Aldo Naouri, es que hace 30 años se educaba sin culpa, nuestros abuelos no esperaban ser queridos por sus hijos. En cambio ahora somos padres culpógenos, lo cual lleva a la sobreprotección parental actual, haciendo que nuestros hijos tengan 7 años menos, la edad cronológica no coincide con la edad emocional. Y esto se debe a que los padres con culpa no se animan a decir -cuando sea necesario-, “te dije que no y es no”.
Por otro lado se perdió la alianza implícita que había antes entre los padres y la escuela para educar. Antes el adulto era legítimo frente a sus alumnos solo por ser adulto. Ahora el docente se debe ganar su legitimad en cada hora de clase. Eso se debe a la crisis de autoridad del rol docente.
Entonces por un lado está la familia que claudicó de educar, como dice el Papa Francisco “Padres, salgan del exilio”. Las teorías deterministas han exonerado y exiliado a los padres en la tarea de educar, entonces los niños quedan huérfanos como dice el escritor argentino Sergio Sinay.
Es nuestra tarea sacarlos de la orfandad y hacer de padres. Pero como eso en general no está pasando, se ha delegado la tarea de educar a la escuela. El niño no entra a la escuela educado en valores, hábitos de vestir, de comer, buenos modales, saludar etc, sino que el docente lo tiene que educar mientras da clase. Esto termina desgastando al docente.
Por eso para mí debemos insistir en trabajar con padres y docentes.
– ¿Por qué es importante frustrar para educar? ¿Cómo se hace?
Al claudicar los padres del rol de educar, no hay adultos. Hay miedo de ejecutar una “autoridad sana”, que es la que siempre que el niño tenga un capricho, puede responder sin miedo: “te dije que no y no, y no me lo pidas otra vez”. Ese es el lugar del adulto, el padre hoy tiene miedo que su hijo no lo quiera y por eso cede al deseo del niño, lo cual es triste porque lo condena a una inmadurez crónica. Hoy se “terceriza” el rol del padre al psicólogo y al docente, y así se claudica del rol del padre, condenando a nuestros hijos a la orfandad.
Savater dice que “La autoridad ofrece resistencia pero hace crecer. Si no has tenido resistencia no creces recto, sino reptando… El educador debe ejercer la autoridad, lo que en ocasiones hará que caiga antipático, pero debe serlo porque educar en buena medida es frustrar”.
El niño precisa la autoridad sana del padre o maestro que “frustra” sus impulsos. Si cada vez que mi hijo quiere algo yo se lo doy, entonces le estoy diciendo “pide y se te dará, mi amor” para que me quieras. Eso es falso, porque lo estoy dejando inmaduro. Cuando mañana la vida lo frustre, en un examen en el deporte o en una pareja, su psiquismo estará frágil y no soportará las limitaciones que la vida le presente.
La resistencia nos hace crecer. Carlos Díaz, filósofo español dice: “Educar es cansarse amorosamente”. Ese cansancio amoroso que implica educar actualmente no se realiza, porque el padre/madre llega cansado de su trabajo y no tiene fuerzas para sostener el no.
Si el padre es simpático todo el tiempo no puede “hospedar las frustraciones”. Pero esas frustraciones son necesarias para crecer y para llegar a la felicidad. Si no se frustra no crece y no aprende. Lo cual no quiere decir “hacerlo sufrir”. Si evito que sufra, evito que crezca y lo condeno a la inmadurez emocional. La cuestión empeora porque si mi autoestima se nutre del niño, entonces no voy a hospedar su frustración, el padre no tiene paciencia para educar, para cansarse (ya está cansado de su trabajo). Entonces llega a la casa y le da todo lo que quiere, para que se acueste rápido y se duerma.
Cuando los padres me dicen “mi hijo es problemático porque no come, o no duerme, o es caprichoso” siempre les respondo: “Tu hijo no es problemático, ese problema es un milagro encubierto. Te está diciendo “por favor mama/papa edúcame, hazme persona”. Ese hacer persona depende del adulto, de los padres y de los maestros. Nadie se hace solo, somos como dice Buber “Yo-Tu”.
La psicología ha pecado de individualista, todo es Yo y no hay un otro, ha muerto el prójimo, ha desaparecido el tu. Precisamos que el padre salga del exilio para hacer de papá. Estás cansado de tu trabajo pero no de papá. Una vez que el padre o la madre llega a su casa comienza a trabajar de padre. Si no hay caprichos jugamos, cantamos, celebramos la vida juntos. Pero si llego (cansado o no) a mi casa y mis hijas tienen una rabieta, mi tarea es ayudar a “hospedar esa frustración” y no ceder al pedido.
– Hoy se necesita un especialista para cada cosa y los padres buscan un equipo interdisciplinario para atender a sus hijos. ¿Es tan necesario? ¿Antes no era más sencillo?
En mi libro le puse a este tema “Consulte al experto”. Porque hoy en día los padres no creen ser los “expertos” en lo que le pasa a su hijo. En parte se debe a esa falta de confianza en sí mismos y por otra parte, porque se ha tercerizado todo en los psicólogos y maestros. Aunque tampoco lo delegan del todo, porque cuando el maestro frustra al hijo, los padres se enojan con los maestros. La experticia debe volver a los padres en hacerse tiempo, para perder el tiempo con los hijos, a la hora del almuerzo, de la cena, para charlar y conversar. No puede pasar que los padres lleguen a casa cuando los niños ya se durmieron, -sobre todo en la primera infancia-. Si es así, el padre se pierde una lindísima oportunidad para conocer y seguir alimentando psicológica y espiritualmente al niño.
Los equipos psicológicos son importantes y necesarios siempre y cuando los padres y maestros hayan agotado previamente las otras instancias.
– ¿Por qué cuesta tanto poner límites a los hijos? ¿A qué le temen los padres?
Los padres tienen miedo que su hijos no los quieran, a ese fenómeno, el pediatra Aldo Naouri, lo llama “madres vestales” refiriéndose al padre o madre cuya autoestima se nutre del hijo. Por eso les cuesta soltar y amar sanamente digamos. Si mi autoestima se nutre de mi hijo, ¿cómo le voy a decir que no?
En cambio cuando mi autoestima se nutre de mi pareja, esposa, amigos, adultos, entonces tengo fuerza para sostener los “no” cuando sea necesario.
A mí no me gusta hablar de “límites”. Es una palabra que los padres no la registran. No la registran porque en la consulta nos dicen “yo le pongo límites, pero mi hijo sigue haciendo lo mismo”. Entonces por eso prefiero la expresión de Savater “educar es frustrar”. Ahí lo entienden enseguida.
– ¿Por qué en tu libro afirmas que la psicología ha hecho mucho mal a la educación de los hijos? ¿Alguna corriente en particular?
Todos los enfoques reduccionistas y deterministas han contribuido al exilio del padre en el rol de educar. El padre no “hospeda la frustración” por miedo a que el hijo salga como él. Dice “no quiero que mi hijo sufra lo que yo sufrí”. Cuando en realidad mis hijas no van a sufrir lo que yo sufrí, van a sufrir lo que ellas tengan que sufrir para crecer.
El determinismo nos congeló porque enseña que lo que nos pasa en los primeros 5 años de vida nos marca para siempre, pero en realidad Sartre tenía razón cuando afirmaba que “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. No es lo que hicieron conmigo (determinismo) sino lo que hago con lo que hicieron conmigo (libertad y responsabilidad). A mí me gusta la expresión del Padre Lucas Del Valle, maestro del cual aprendí mucho: “se trata de tomar la vida en tus manos” para salir de la postura de víctima.
– Si tuvieras que resumir en un consejo una idea fundamental para los padres de hoy, ¿qué dirías?
Gregorio Luri dice “si usted quiere un hijo feliz, tendrá un adulto esclavo”. Mi consejo es celebrar el milagro cotidiano de estar vivo, buscar ser felices en el presente con proyección de futuro, en el hoy. Contarles a nuestros hijos los felices que somos con nuestra vida, que esa felicidad incluye el sufrimiento.
Porque los hijos absorben esa felicidad por “osmosis” digamos. No puede ser feliz si todos los días los padres llegamos con cara de cansados, cara de velorio, cara de que me “exprimen” en mi trabajo. Si yo soy libre nadie me exprime, soy libre y responsable. Y eso es lo que nuestros hijos están mirando, porque ellos antes que escuchar, están mirando y ¡quieren ser como nosotros!
Artículo originalmente publicado en Aleteia.org.