Revista Misión – 6.11.2023
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Existen sólo dos sexos. ¿Seguro? Esta es la duda que la ideología de género, alimentada por la propaganda masiva, ha logrado sembrar en la infancia. Hoy muchos jóvenes se profesan “no binarios”. Sólo sus padres pueden ayudarlos a no sucumbir a este engaño.
“Uno de los mayores sufrimientos de los niños de nuestro tiempo se debe a las presiones a las que se ven sometidos por quienes intentan convencerlos de que su sexo es maleable y de libre elección”, denuncia el padre Óscar García Mulet, autor del libro «Crecer como niños, crecer como niñas: la maduración integral de la masculinidad y de la feminidad en las primeras etapas de la vida» (Campomanes, 2022). Este sacerdote valenciano, miembro de la congregación religiosa Cooperadores de la Verdad, no tenía previsto escribir un libro, pero se dio cuenta de que no podía permanecer callado: “Vivimos en un tiempo donde a la luz se le llama oscuridad, y a las tinieblas, luz. No podemos tolerar el mal que esta cultura está haciendo a los niños, porque los está destrozando”, declara.
“Los niños están acogiendo como algo normal desconfiar de su sexo”
García Muletrelata sin tapujos lo que él, como profesor de secundaria, está viendo en los colegios de España. “Cuesta imaginar la violencia que se ejerce sobre niños vulnerables, que llegan a acoger como algo normal desconfiar del propio ser. Hasta el punto de que el tema sexual ha llegado a monopolizar las conversaciones, los insultos y la agresividad entre ellos. Si van a un patio escolar, escuchan lo que hablan y hacen seguimiento de lo que ven en el móvil, se quedarán de piedra”. También entre los jóvenes. “Hablando con una profesora de un instituto público me decía: ‘Óscar, no sabes lo que están sufriendo con la sexualidad desordenada. He visto varios casos de violaciones entre jóvenes. La pornografía está haciendo mucho daño, pero, además, el Estado está promoviendo esta cultura’”.
“El tema sexual ha monopolizado las conversaciones infantiles”
Niños “no binarios”
García Mulet narra que en algunas escuelas se aplica a los niños de tercero de primaria un test, inicialmente diseñado para niños de quinto, donde ya en la primera pregunta tienen que contestar: “¿Eres niño? ¿Eres niña? o ¿Eres no binario? “Así generan dudas y sospechas en los niños y, de paso, les dicen: ‘Puedes sentirte niña y no niño, o al revés’”.
Hoy no se busca reafirmar la identidad sexual, masculina o femenina, los dos únicos modos de existir como persona. Se quiere que los niños duden de su sexo. Se le dice que el ser humano no tiene una naturaleza definida y que si la tuviese, esta no tendría ningún valor. “En este momento que vivimos, de sospecha, necesitamos volver al cuerpo sexuado como parte clave de interpretación del ser humano. Lo masculino y lo femenino no son una cosa más, son un tesoro escondido y una perla preciosa que nos llevan a descubrir el amor de Dios”, reclama García Mulet.
Este autor se refiere a la identidad sexual de dos maneras: por la proyección al mismo sexo (homosexualidad) y por el rechazo al propio sexo, “otra manera de hablar del ‘fenómeno trans’”, anota. “Estas situaciones tocan la médula del ser, porque el sexo no es un añadido, es el núcleo de la persona”, puntualiza.
Infectar la herida
El religioso valenciano, movido por su carisma, inspirado en san José de Calasanz, subraya que en el fondo de los trastornos de identidad sexual se esconde la “herida del corazón”. Ese “no soy amado” está presente en todo ser humano por una sed loca de amor que le ha dejado el pecado original.
El problema resulta cuando la herida se infecta. Un mal vínculo de apego en la primera infancia, una relación truncada con el progenitor del mismo sexo –que marca decisivamente a la persona–, o el desgarramiento del amor de los padres, pueden ser algunas de las causas. A esto se suma la pérdida de la fe en la sociedad. “Cuando Dios desaparece, el hombre desaparece; pierde su belleza y sus dones”. Y uno de esos grandes dones es precisamente la masculinidad y la feminidad, saberse hechos a imagen y semejanza de Dios.
García Mulet señala que los traumas de apego están en la base de los trastornos de la identidad sexual, al igual que el consumo de pornografía, que es otra forma de abuso porque en la infancia el cerebro tiene gran plasticidad, y si recibe este tipo de imágenes, “se desordena”. Para remediarlo, sugiere que lo primero es mirar a la historia y las relaciones del joven, sobre todo en sus primeros años, porque “nos tejemos unos a otros en la relación”, afirma citando al psiquiatra francés Boris Cyrulnik.
Seguro que hay salidas
Por complejo que parezca un trastorno de maduración sexual, la buena noticia es que la herida no es un condicionamiento eterno. “Puede ser el camino que lleva al corazón traspasado de Cristo”, asegura García Mulet, quien recomienda, como primera medida, que los padres cuiden mucho su amor. “No hay terremoto más devastador para un hijo que ver romper ese amor. Por eso, cualquier trabajo de los esposos por restaurar la unidad y la comunión es poco”.
Además, aconseja a los padres pedir perdón cuando haga falta: “El perdón transforma todo rencor. Con 10 minutos al día que te dirijas a tu hijo, lo mires a los ojos y le digas: ‘Después de este día tan largo, ya tenía ganas de verte y de hablar contigo. ¿Cómo estás?”…, tu hijo sentirá que lo quieres y eso lo sanará”. El hijo varón necesita, además, que su padre los abrace, porque ese abrazo es distinto del de la madre. La madre lo abraza y no lo quiere soltar, haga lo que haga. Pero el abrazo del padre lo lanza a la prueba, a la lucha.
Por último, recalca la importancia de ayudar a los hijos a descubrir el amor incondicional de Dios que ama a cada uno tal y como es: “No es verdad que estés mal hecho. Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco’. ‘Es verdad que has recibido una herida, un desprecio. Pero yo he sufrido contigo’. Por eso, cuanto más cerca esté tu hijo de Dios, más podrá amar a otros”. Al final, la masculinidad y la feminidad están hechas para el amor, la donación y la comunión en la diferencia. En resumen, “para el cumplimiento de una vida”, concluye.
Artículo publicado en la edición número 69 de la revista Misión.