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«Estos niños de ahora no conocen el respeto», «qué maleducados son»… Desafortunadamente, comentarios como estos se escuchan con frecuencia.
Para evitar que los hijos se hagan acreedores a este tipo de comentarios, es necesario aplicar lecciones prácticas como las que presentamos en esta nota.
Es un hecho se le ha restado importancia a este tema y las consecuencias son lamentables. Pía Orellana de la Revista Hacer Familia así lo expresa: «los padres hemos relegado a un segundo plano este aspecto de la educación. Si la niña no saluda, es porque «es tímida». Si salta arriba de los sillones, se debe a que «es tan alegre y tan llena de energía». Cuando se abalanza sobre la comida es porque «por suerte es buena para comer». Y si se niega a cumplir una orden, la razón es «que tiene mucha personalidad»».
La filósofa Solange Favereau, también opina al respecto: «Hay cierta confusión, porque hoy está la mirada de que los niños tienen que ser auténticos, espontáneos, libres. No es que los padres no quieran enseñarles buenos modales, sino que hoy no existe conciencia de que se deben enseñar».
Es necesario entonces, establecer una gran diferencia entre la naturaleza infantil y el comportamiento descortés en los niños. La primera, se refiere a la estupenda esencia que acompaña esta etapa caracterizada por la espontaneidad, actividad, creatividad, franqueza, entre otros, la cual se debe ir transformando en una esencia madura a medida que se avanza en edad. Por consiguiente, la buena educación parte de esa genialidad infantil sin cohibirla, ni negarla -pues no son adultos-, sino que busca que el niño interiorice el comportamiento social que será determinante en su futuro. Asimismo, las buenas maneras van mucho más allá de unas “simples normas de etiqueta”; son una expresión de valores tan importantes como el respeto, la obediencia, amabilidad, reciedumbre, tolerancia; lecciones que se brindan en la familia, sin duda.
La buena educación se aprende en casa
Un niño bien educado será un adulto respetuoso, tolerante y preparado para convivir con los demás. Estas son acciones puntuales a desarrollar en casa:
Buen ejemplo. Las lecciones siempre deben ir acompañadas del ejemplo. Si los padres lo enseñan, también lo deben aplicar en su propio comportamiento, de lo contrario, perderán toda autoridad sobre sus hijos y se entorpecerá el proceso educativo.
“Gracias”, “por favor”, “disculpa”. Tres palabras claves que los padres deben enseñar a sus hijos y ratificar cada que se presente la oportunidad.
Saludar y despedirse. Actos sencillos y cotidianos, pero determinantes. No importa la edad del niño, desde pequeños deben acostumbrarse a saludar y despedirse cuando llegan o salen de un lugar.
Respetar las pertenencias de los otros. Los niños disfrutan al curiosear cajones, armarios y carteras, pero muchas veces no es apropiado.
Modales al comer. Sólo se aprenden cuando la familia se reúne en la mesa para tomar los alimentos, por eso es conveniente evitar que cada quien cene en sus habitaciones como seres aislados.
Mirar a los ojos cuando les hablan. Es comunicación no verbal, expresa que el otro merece atención y respeto, además denota seguridad, transparencia y confianza.
Evitar los caprichos. Con la comida, dormida, clima, comodidades, etc. Guarda relación con la reciedumbre y la capacidad de adaptarse a las diversas circunstancias; así es la vida real.
Lenguaje apropiado. Las palabras de mal gusto, así como los gritos, además de inapropiados, son irrespetuosos.
Compartir y ceder. Respeta el gusto de los demás niños, respetar el uso de la palabra, son algunos ejemplos.
Comportamiento del cuerpo. Corregirles cuando patean el asiento de adelante, suben los pies a las sillas, gritan, corren en espacios no aptos… Este tipo de comportamientos suelen incomodar a las otras personas y los padres deben ser conscientes de ello.
En la adolescencia. Muchas de las anteriores siguen siendo vigentes en esta edad, se le suma el hecho de hablar y opinar sin ofender a los demás.
Al observar el comportamiento en sociedad de sus hijos, debe reforzar los detalles que determinan la buena educación.
Finalmente, el gran reto de los padres está en lograr que sus hijos interioricen el respeto y la buena educación, hasta que lleguen al punto de que ellos mismos actúen en consecuencia por convicción propia.