José Antonio Méndez / Revista Misión – 02.07.2019
Foto: freepic.diller
Hablar de sexualidad con los hijos pequeños es cada vez más importante. Las imágenes de cigüeñas y abejas ya no sirven.
Para contrarrestar la visión sórdida o ideologizada de la sexualidad, los padres deben enseñar a amar a sus hijos sin esperar a la adolescencia, a través de su ejemplo y sin limitarse a dar lecciones de anatomía.
11 mensajes para enseñarles a amar
La educación de la afectividad y de la sexualidad no es un compartimento cerrado, sino que se enmarca en la educación para el amor y “se basa en la sencillez de los hechos cotidianos, en la naturalidad y verdad del diálogo con los niños, y en la transmisión de medidas preventivas”, explica la doctora Nieves González Rico. Y propone 11 mensajes que los hijos van interiorizando:
1. La vida es un regalo.
2. Tus besos y tus abrazos valen infinito.
3. Tu cuerpo es un tesoro y los tesoros se protegen.
4. Nadie debe tocar tus genitales salvo el médico, y delante de los papás.
5. Hay niños y niñas, y la diferencia es una suerte.
6. No te quejes, mejor dime lo que necesitas.
7. Tener un amigo es tener un tesoro.
8. Puedes hacer muchas cosas buenas por los demás.
9. En casa todo se puede hablar.
10. Es de mayores y de valientes pedir ayuda.
11. Cada día podemos volver a comenzar.
Grandes errores que podemos cometer en casa
El psicólogo Giovanni Alario señala errores que transmiten una imagen incompleta del amor y los afectos.
1. Pensar que la educación afectivo-sexual se desarrolla solo en “charlas” puntuales, en lugar de hacerlo a través de las experiencias positivas vividas en la familia.
2. Creer que la educación afectivo-sexual es necesaria solo para nuestros hijos, pero que nosotros, como padres, ya estamos suficientemente formados. ¡Es un gran error!
3. Delegar tu responsabilidad en el colegio, en otros profesionales, en los influencers, en los youtubers… Si renuncias a educar, el mensaje que tú no trasmitas alguien se lo dará.
4. Transmitir una visión negativa de la sexualidad, concebida como un problema y teñida de aspectos negativos, miedos y preocupaciones excesivas.
5. Reducir la sexualidad al sexo y a las relaciones sexuales, a conductas morales o a exigencias de comportamiento para evitar riesgos.
6. Creer que solo es importante la sexualidad cuando se acerca la adolescencia, y resaltar solo la función procreativa de la sexualidad, sin su función unitiva en el matrimonio, como expresión física del amor.
7. Descuidar la comunicación corporal con nuestros hijos, sin poner atención a la expresión afectiva y a las emociones que ellos viven con el cuerpo.
8. Inhibir las expresiones de amor y los gestos físicos de afecto de los padres ante los hijos.
9. Evitar temas de conversación vinculados a la sexualidad, a la experiencia afectiva, al enamoramiento, a la atracción física… O bien, no responder a sus preguntas directas sobre la sexualidad, mentir y no ser honestos en nuestras respuestas.
10. Exponer a los hijos a personas desnudas, a imágenes o a videos con contenido afectivo y sexual sin un control sobre si el contenido es adecuado para su edad.
Hablar de amor y sexo con niños pequeños
Ahora bien, ¿cómo se habla de sexualidad y afectos a niños pequeños? La regla de oro es no conformarse con ejemplos sobre cigüeñas y abejas, o con una lección de ciencias naturales: “La educación afectiva y sexual no se limita a conocer la anatomía masculina y femenina o la procreación, sino que trata de mostrar a los hijos que nacemos para amar y ser amados. Por eso, coincide con la educación para la auténtica felicidad, y hablamos de ella con nuestra vida y con el modo de relacionarnos con ellos, aunque no nos demos cuenta”, explica la doctora Nieves González Rico, médico, máster en Sexología, directora académica del Instituto Desarrollo y Persona de la Universidad Francisco de Vitoria y creadora del Programa Aprendamos a Amar, que llega cada año a más de veinte mil alumnos.
González Rico recuerda que los padres educan, sobre todo, con el ejemplo de cómo se relacionan con sus hijos y cómo se quieren entre sí: “¡Afortunados los niños que, en medio de tantas rupturas, ven besándose o abrazados a sus padres! Al hacerlo, los padres les pueden decir: ‘Estoy en el mejor lugar de la casa (junto a papi o mami)’. Si son pequeños querrán introducirse en el abrazo, y si son más mayores, mirarán con discreción. Pero a los hijos siempre les hace bien ver que sus padres se quieren”.
Eso sí, “también hemos de propiciar momentos de diálogo sereno, breve, y aprovechar circunstancias cotidianas –como el rato del baño, un nuevo embarazo o una escena de la tele– para ir dándoles criterios y responder a sus dudas, apunta González Rico.