Euroresidentes – 11.08.2016
Foto: Freepik
La psicóloga infantil Yekaterina Murashova describe en su libro un interesante experimento que muestra lo que ocurrió cuando a un grupo de adolescentes se les privó de acceso a Internet y tecnología moderna durante un día. Merece la pena pegarle un vistazo, igual sacas alguna que otra interesante conclusión.
Los chicos, de edades entre 12 y 18 años, pasaron voluntariamente 8 horas solos y sin acceso a ningún medio de comunicación (móvil, internet, etc). Tenían prohibido encender el ordenador y cualquier otro aparato eléctrico, como la televisión o la radio. Pero sí que se les permitía participar en actividades “clásicas”: leer, escribir, tocar instrumentos musicales, pintar, cantar, etc.
Murashova quería probar su hipótesis de que en la actualidad, las generaciones jóvenes están demasiado entretenidas en cosas sin importancia, son incapaces de encontrar maneras de estar ocupados y están completamente alejados de la idea del mundo real.
De acuerdo con las reglas del experimento, los niños tenían que explicar al día siguiente cómo habían hecho frente a estar solos en esas condiciones. Podían describir cómo se sentían en el momento del experimento, y llevar un registro de sus acciones y pensamientos. Si hubiera algún caso de ansiedad, estrés o malestar extremo, el experimento se detendría inmediatamente, se registraría el tiempo y la razón de por qué ese chico o chica ha terminado.
A primera vista la idea parece bastante inofensiva. Es por eso que la psicóloga que lo organizó creyó erróneamente que el experimento era totalmente seguro. Nadie se esperaba esos resultados. Sólo 3 de los 68 participantes llegaron al final del experimento -1 chica y 2 chicos. 3 de los participantes tuvieron pensamientos suicidas. 5 de ellos experimentaron ataques de pánico intensos. 27 experimentaron síntomas como náuseas, sudoración, mareos, sofocos y dolor abdominal. Casi todos los participantes experimentaron sentimientos de miedo y ansiedad.
La novedad de la situación, y su interés y alegría por estar solos se desvaneció en la mayoría de ellos a las 2-3 horas de haber empezado. 10 de los que abandonaron empezaron a sentir ansiedad solamente 3 horas después de haber empezado.
Uno de los experimentadores recuerda: “La niña que llegó al final me trajo un diario en el que describía detalladamente cómo se sentía a la octava hora. Después de leer varios empecé a experimentar algunos de los síntomas ansiosos que habían sentido muchos de ellos”.
¿Qué hicieron los adolescentes durante el experimento?
- Cocinaron y comieron
- Hicieron tareas de clase (el experimento se hizo en vacaciones, pero muchos de ellos cogieron el libro de tareas como símbolo de desesperación)
- Miraban por la ventana o se paseaban por la habitación
- Montaron puzzles y figuras de Lego
- Pintaron
- Se ducharon
- Leyeron o intentaron leer
- Jugaron con su perro/gato
- Hicieron ejercicios físicos como abdominales o flexiones
- 3 escribieron poesía o prosa
- 1 chico estuvo 5 horas dando vueltas montado en los autobuses de su ciudad
- 1 chica hizo bordado
- 1 chico se fue al parque de atracciones
- 1 chico se paseó por su ciudad de punta a punta (25 km)
- 1 niña se fue al museo
- Otro al zoológico
- 1 niña rezó
- Casi todos intentaron dormir, pero ninguno lo consiguió
Al terminar el experimento, 14 de los adolescentes se conectaron inmediatamente a las redes sociales, 20 llamaron a sus amigos desde su móvil, 3 llamaron a sus padres y 5 fueron a visitar a sus amigos en persona. Otros encendieron la televisión o se sumergieron en sus juegos de ordenador. Además, la mayoría de ellos se pusieron rápidamente los auriculares.
Todos los síntomas de estrés desaparecieron inmediatamente al acabar el experimento.
63 de ellos admitieron que el experimento les había sido útil para conocerse mejor a ellos mismos. 6 repitieron el experimento por su cuenta y aseguraron que en la segunda, tercera o quinta vez se las arreglaron para aguantar todo el día sin arrastrar problemas graves.
Al describir lo que sentían durante el experimento, 51 personas utilizaron expresiones como “dependencia”, “parece que no puedo vivir sin…”, “dosis”, “Necesito…”, etc. Todos, sin excepción, dijeron que se habían sorprendido mucho de los pensamientos que cruzaban por su mente durante el experimento, pero eran incapaces de analizarlos racionalmente debido a su estado psicológico.
Uno de los niños que completó con éxito el experimento pasó las 8 horas pegando un velero, con un descanso para comer y otro para pasear al perro. Otro estuvo ordenando todas sus cosas. Ninguno de ellos experimentó emociones negativas durante el experimento.
Publicado originalmente por EuroResidentes.com